OPINIÓN

Adiós a La Silla (por ahora, espero)

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La historia fue muy sencilla: hace algo más de un año me encontré con Juanita una mañana frente a La Bagatelle de la 70 y atrevidamente le propuse que me invitara a escribir un blog en La Silla. Para mi sorpresa, en vez de decirme que no, que es lo que ha debido haber hecho, me miró escépticamente y dijo que listo, que intentara a ver qué pasaba.

Y bueno, lo demás ya lo conocen ustedes.

La historia fue muy sencilla: hace algo más de un año me encontré con Juanita una mañana frente a La Bagatelle de la 70 y atrevidamente le propuse que me invitara a escribir un blog en La Silla. Para mi sorpresa, en vez de decirme que no, que es lo que ha debido haber hecho, me miró escépticamente y dijo que listo, que intentara a ver qué pasaba.

Y bueno, lo demás ya lo conocen ustedes.

Cuando empecé con esta tarea me puse varios objetivos. El primero, no ser objetivo. No creo en la llamada objetividad periodística, ni política, ni en general en la objetividad en las ciencias sociales. Me parece que se trata de un concepto abusado y finalmente falso. En mi experiencia hay que desconfiar de plano de cualquier análisis que se precie de objetividad porque lo más seguro es que camufle los profundos prejuicios del autor. Un bloggero, por su parte, no es un juez o un científico, quienes tienen el deber ético y legal de actuar objetivamente, los bloggeros solo tienen el deber de decir lo que piensan.

Segundo, ser polémico. Por varias razones, pero una esencial, el bloggero, que se supone hace una bitácora, se debe dar por bien servido cuando logra plasmar sus pensamientos propios de manera trasparente, en un espacio reducido, tratando de enganchar por un par de minutos a un lector esquivo en trance de colapso por sobredosis de información.  Si desde el inicio no hay un pretexto para leer, así sea para estar furiosamente en desacuerdo, el purgatorio cibernético estará tan solo a un click de distancia.

Tercero, ser “políticamente incorrecto”. En Colombia se confunde la crítica con la intolerancia, por eso estamos desarrollando una sociedad donde el relativismo político tiende a justificar cualquier cosa. Aquí, por ejemplo, la gente habla de acabar con los “violentos” y no de acabar específicamente con las FARC, el ELN o las AUC, que son los violentos. El discurso democrático moderno que en el mundo es tremendamente pugnaz, (no es sino ver un debate en la Cámara de los Comunes, o un reportaje de Fox News o una campaña presidencial en los Estados Unidos) en Colombia fluctúa esquizofrénicamente entre el meloso intercambio de auto elogios o  el bilioso asesinato del carácter. Ninguno de los dos le sirve a la democracia. Por un lado pretender que la tolerancia se encuentra en una hipócrita evasión de la contradicción política es un autoengaño y por el otro asumir que la polémica política se debe llevar al plano personal resulta siempre contraproducente.

Creo que durante este año largo fui más o menos fiel a estos objetivos. Prontamente me veré obligado a abandonarlos, porque son principios de bloggero y no de funcionario público. De todas formas les tengo que decir que me divertí mucho en esta experiencia, a la cual si Dios y Juanita me lo permiten, volveré cuando el Presidente decida que ya fue suficiente.

Finalmente a Juanita un gran abrazo por darme la oportunidad. Al equipo de La Silla felicitaciones por haber construido el medio alternativo más importante y relevante del país. Y a todos los lectores –y lo digo sin excepción- muchas gracias.

Ojalá que sigan opinando, contradiciendo y polemizando. De eso se trata. Muchos saludos.

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