OPINIÓN

Café con Aroma de … pasilla

Html

La región cafetera sigue en el imaginario como una excepción en la calidad de vida en el campo colombiano. La Encuesta Longitudinal de la Universidad de los Andes (ELCA) empieza a mostrar que esta foto de hace unos años no se parece ya a la película actual. Los indicadores de progreso social se degradan mientras en el resto del país mejoran.

Por Andrés Álvarez 

La economía cafetera fue durante mucho tiempo el ejemplo de éxito económico e institucional para el desarrollo del campo en Colombia. Por haber crecido en Pereira y pasado muchas vacaciones en la zona rural cafetera, mi aprendizaje de lo que significaba el Estado estuvo marcado por una constante referencia a una institución que lo sustituía: “El Comité”. Este extraño personaje, casi mítico para mi consciencia de niño, era invocado en los más diversos momentos: se fue el agua, se fue la luz, vamos a jugar un partido de fútbol en la cancha de la vereda, vamos a ir a hacer un trabajo de campo en el colegio para aprender lo que es un colino de café, etc… Siempre se invocaba al Comité. Al Comité de Cafeteros que era una especie de representación de la deidad superior, la Federación, en la tierra. En la tierra cafetera. El Comité era el Estado y por lo tanto era el proveedor de los bienes públicos y al mismo tiempo el encargado de hacer de la ruralidad cafetera algo diferente a todas las formas de economía campesina del país. Para llegar a las fincas siempre lo hacíamos por carreteras pavimentadas. Las fincas siempre tenían agua y luz y en la mayoría de las veredas había una forma de salón comunal y/o una cancha de fútbol que permitía, como decimos los pedantes economistas, construir capital social. 

La región cafetera es especial, es el ejemplo a seguir para las demás regiones rurales, es parte del patrimonio inmaterial de la humanidad. Muy bien, todo esto nos llena de orgullo a los cafeteros. Pero, la verdad, desde hace al menos década y media la película viene cambiando. Pereira y Armenia fueron los principales exportadores de lo que , los pedantes, llamamos capital humano hacia España, entre otras destinaciones. Luego llegó la crisis en estos países y la realidad del mercado laboral apareció a la luz pública: las tasas de desempleo se dispararon, la criminalidad se tomó los barrios y los fenómenos de pandillas, delincuencia organizada y demás formas de violencia que muchas regiones habían abandonado en los 90s se tomaron las ciudades del eje cafetero en el siglo XXI.

Todos estos hechos son más que conocidos. Sin embargo, gracias a la Encuesta Longitudinal de la Universidad de los Andes (ELCA ) estamos pudiendo entrar en los detalles y sumar más evidencia acerca de lo que está significando realmente la crisis de la región cafetera. Esta encuesta que permite seguir familias enteras (casi diez mil) durante varios años, es la primera que se hace en el país y su cubrimiento en las zonas rurales no tiene precedentes. Los resultados de la primera foto que se tomó en 2010 mostraban la historia, el mito de una región rural cafetera distinta a las otras: sobresaliente en lo positivo. Los niveles de pobreza, de cubrimiento de bienes públicos, de acceso al sistema financiero formal, eran superiores a los de todas las demás regiones rurales, sin duda. La gráfica comparativa sobre niveles de indigencia detectados por la ELCA en las tres zonas rurales intervenidas muestran no sólo que la región rural cafetera tiene menores niveles de pobreza sino que tiene un índice de indigencia incluso mejor que el de la zona urbana Atlántica en el 2010.

El año pasado se tomó la segunda foto de esta larga película. El desafío de la ELCA fue volver a encontrar las mismas, casi diez mil, familias encuestadas tres años atrás y hacer un seguimiento. El esfuerzo fue grande pero valió la pena, la pérdida de datos fue mínima y excepcional para encuestas de este tipo en el mundo entero (cerca del 11% de pérdida). Con estos nuevos datos podemos seguir la evolución de cada familia y poder medir los cambios de forma directa en la muestra y no imputando comportamientos globales que pueden sesgar los cambios por diferentes problemas de muestreo. 

Con esta nueva foto el panorama de la zona cafetera se ve diferente. La región rural cafetera es como esos modelos buenos para las fotos porque son estáticas y ocultan defectos, pero malos para las cámaras de cine o televisión donde se pone en evidencia sus defectos. La historia reciente de los cambios que ha sufrido el país en general y las zonas rurales en particular es de clara mejoría en muchos indicadores sociales. Sin embargo, las zonas rurales mejor más lentamente y lo que me interesa señalar en esta entrada es que la región cafetera está frenada en este proceso.

Dos gráficas sacadas de los datos básicos de la ELCA confirman esta percepción sobre la diferencia importante entre el campo en la región cafetera y en las demás regiones rurales del país, pero al mismo tiempo muestra la otra cara de la realidad. Esta otra cara, más de largo plazo, nos dice que la región cafetera está dejando de ser especial. Primero porque las demás regiones están mejorando su calidad de vida a un mayor ritmo, pero también porque . La pobreza extrema era inferior en más de tres veces la de las demás regiones analizadas. Sin embargo, la velocidad a la que este indicador está bajando en las demás regiones rurales es mucho más importante que en la región cafetera.

Si vamos un poco más al fondo de esta idea, podemos dar una mirada a indicadores de pobreza con medidas multidimensionales. Indicadores que tienen en cuenta múltiples criterios de medición de privación de diferentes bienes o servicios básicos. Por brevedad, utilizo una sola gráfica que permite ilustrar cómo la región cafetera no sólo está rezagándose en el proceso de mejoras en la calidad de vida sino que además parece estar retrocediendo. 

Dentro de los indicadores de calidad de vida importantes están las condiciones de salubridad de las viviendas. El gráfico muestra que mientras todas las demás regiones rurales están mejorando en este aspecto (menos hogares en privación), en la región cafetera ha desmejorado notablemente. Varios de los indicadores de privación muestran un comportamiento similar en las zonas rurales. 

El modelo cafetero parece entonces estar haciendo agua y agua sucia, literalmente. Ya no creo que sea suficiente con llamar al “Comité” para que venga a reparar estos problemas. Espero que la misión cafetera liderada por mi colega Juan José Echavarría arroje resultados y buenas propuestas de política. Pero sobre todo espero que las soluciones vayan más allá de seguir manteniendo viva una ilusión vieja de un siglo sobre la especificidad de la producción de café para montarse en un “Yipao” de la prosperidad distinto.

P. S. : Muchas gracias a Ximena Cadena, directora de la ELCA en la Universidad de los Andes por sus datos y gráficas generosamente facilitadas para ahogarlas en este mar de lagrimas.

Compartir
0