OPINIÓN

De escoltas, tránsito y “personajes”

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Un miembro de la Policía Nacional, en funciones de escolta, interrumpe el tránsito para facilitar la circulación de su “personaje”. No le importa que el semáforo en rojo indique a la caravana de seguridad detenerse: él es autoridad, su jefe va tarde y todos los demás deben esperar.

 

 

La imagen que acompaña este blog es contundente, cotidiana e indebida.

Un miembro de la Policía Nacional, en funciones de escolta, interrumpe el tránsito para facilitar la circulación de su “personaje”. No le importa que el semáforo en rojo indique a la caravana de seguridad detenerse: él es autoridad, su jefe va tarde y todos los demás deben esperar.

El agente, sus compañeros, superiores y el “personaje” están equivocados. Este hecho cotidiano no tomó más de dos minutos y se repite a diario en las calles. Es un claro abuso de poder y está prohibido por la ley. Los únicos escoltas con la potestad para detener el tráfico son los del Presidente de la República. En todos los demás casos los ciudadanos, los funcionarios públicos, y muy especialmente, los miembros de la Policía Nacional, deben respetar la ley.

Tenemos una cultura donde la gente cree que tener escoltas no es un tema de seguridad sino de estatus: lo importante no es estar protegido, para lo cual ser poco notorio es muy efectivo, sino que los demás se den cuenta que los tengo. Además, si ello está acompañado de poder, saltarse las normas de tránsito y las filas, pues magnífico.

Debe ser fácil identificar el “personaje” a quien este abuso de poder beneficia. A él le digo: si va muy tarde para su próxima reunión, eso no es culpa de los ciudadanos, prográmese mejor, sea ordenado.

A los altos mandos de la Policía: estos hechos sólo afectan la imagen, credibilidad y respeto de la institución. Estoy seguro que parar el trafico de esta forma no mejora la seguridad del “personaje”.

Al agente: no lo vuelva a hacer, no le conviene a usted, a los ciudadanos, a su institución, y en últimas, su “protegido” tampoco es tan importante como para que, por su afán y descuido, se pisoteen los derechos de otros.

 

 

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