¿Si al día siguiente de votar, usted pudiera amanecer siendo cualquier otro colombiano, cómo votaría el 2 de octubre?
Detrás de un velo de ignorancia
Creo que la mejor forma de votar el plebiscito a conciencia es detrás de un velo de ignorancia, como el propuesto por John Rawls para definir el contenido de la justicia.
El experimento mental propuesto por Rawls es algo así: imagine que un grupo de personas, conocedoras de las condiciones básicas de las sociedades contemporáneas, van a decidir cuáles son las reglas de justicia que nos deben regir a todos. En condiciones reales habría disparidades de poder e información entre estas personas, y cada cuál buscaría, de forma deliberada o inconsciente, favorecer sus intereses y los de su clase. Sin embargo, el experimento mental excluye la posibilidad de que cada cual tire para su lado, y lo hace con un velo de ignorancia imaginario, que obliga a las personas a desconocer qué posición social ocupan. Así, una vez terminada la tarea de adoptar las reglas básicas de la justicia, podrían ser cualquier persona en cualquier lado: blanco o negro, rico o pobre, hombre o mujer, rural o urbano…¿Qué reglas de justicia escogerían las personas en una situación así?
Rawls sostiene que un acuerdo imaginado así produce reglas muy superiores a las de un acuerdo real entre personas reales. Los acuerdos reales, dice, tienden a ser imperfectos, reflejando los conflictos sociales, los intereses encontrados y las diferencias de poder e información propias del mundo contemporáneo.
Propongo hacer un experimento mental similar para votar el plebiscito.
Los defensores de Si como de los del No dicen que debemos votar según nuestras preferencias individuales. Repiten ambos que debemos leer los acuerdos y votar entonces “a conciencia,” pero definida la conciencia de forma implícita como la glorificación de las convicciones y los intereses personales. Esta exhortación supone que vale lo mismo el voto de una señora burguesa a quién le ofende profundamente imaginar a Iván Márquez sentado en el Congreso, que el de una señora indígena que no ha podido regresar a su chacra por los campos minados. Y aunque sin duda es así a la hora de contarlos, no estoy segura que deba ser así, o que eso es lo que indique la justicia.
Así que propongo que a la hora de votar el plebiscito, lo hagamos detrás del velo un ignorancia. Suponga que una vez usted ha marcado el sí o el no en su tarjetón, no sabe dónde amanecerá con su familia el día siguiente. Puede que siga viviendo una vida similar a la que tiene, quizá una vida urbana con las comodidades propias de quién tiene tiempo de ocio para leer blogs como éste.
Pero puede que el lunes lo encuentre haciendo café de olla a las cinco de la mañana en algún lado en la Sierra Nevada. O cocinando pasta de coca en el Putumayo, o patrullando, sin saberlo, un campo minado con sus compañeros en Arauca, o pescando en un río en el Guaviare. Usted puede ser usted al día siguiente, pero también puede ser la mamá de un soldado profesional, la mamá de un desaparecido, la mamá de un secuestrado. O puede ser un secuestrado abandonado en el medio de la desolación, y el miedo, o puede ser la chica con el fusil terciado que custodia al secuestrado y al día siguiente hace rancho y por la noche duerme aferrada a su compañero como si flotaran juntos en el mar y solo el abrazo quedara del naufragio.
¿Si al día siguiente de votar, usted pudiera amanecer siendo cualquier otro colombiano, cómo votaría el 2 de octubre?