Pedirle a los Ministros que viajen en clase económica, y a los colombianos que se duchen en 30 segundos podría extenderse a otros sectores que usan mucha más agua en el país.
El agua y la parejita
Por Juan Camilo Cárdenas
En épocas como éstas, de vacas flacas y sedientas, uno se pregunta cuál será el impacto real de la petición del Presidente Santos a sus ministros de viajar en clase económica en lugar de ejecutiva en sus muy frecuentes viajes. No solo porque es probable que el monto que se logre ahorrar en los gastos de funcionamiento de estas carteras sea mínimo, simbólico, por decirlo de una manera. Debemos agregar el hecho de que con frecuencia los van a ascender de clase sin haber pagado un peso más, simplemente por ser viajeros frecuentes, a lo cual, si quieren mantener una imagen positiva con el público tendrán que declinar, porque los demás viajeros tendrán listas las cámaras de sus celulares para tomar la foto y divulgarla en sus redes, sobre todo si tienen amigos en la oposición. A otros les gustará el efecto mediático de esas cámaras, como el caso de este Primer Ministro.
La pregunta más bien debe ser si ese acto simbólico tiene efectos al desencadenar otros procesos en donde el estado se pueda apretar el cinturón, a través de actos ejemplarizantes en el resto del sector público. Pero esta entrada no es sobre el apretón fiscal sino sobre el apretón de agua. De hecho el Ministro de Hacienda pidió a los Colombianos que se ducharan en 30 segundos.
Así como el petróleo barato llegó para quedarse por un rato, la crisis del agua llegó para quedarse un rato también, y ahora el problema es si podemos tener agua y energía hidroeléctrica para todos y de manera estable y confiable. La nueva norma será que cada vez habrá menos norma en términos de exceso o falta de agua.
Y quiero comenzar con un punto importante: quienes crean que esto se le atribuye al cambio climático planetario y que no podemos hacer más que aguantarnos, deben darse cuenta que buena parte de la reducción de los caudales de los ríos o de los niveles en represas y reservorios naturales es consecuencia directa de nuestra mala gestión del territorio, desde los páramos hasta las riberas del bajo cauca y el bajo magdalena. Con una buena gestión de nacimientos y cuencas podríamos tener impactos menos fuertes del fenómeno del Niño, o cuando venga, de la Niña, porque así nos gusta en Colombia, que nos llegue la parejita de niño y niña.
A pesar de muy buenos mecanismos e instrumentos legales que tenemos en el país, la muy pobre efectividad en la implementación de los planes y del cumplimiento de la ley le dan dolores de cabeza al Ministro de Minas y Energía y al Ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, quienes a propósito no contestaron esta carta abierta a propósito de estos temas.
Niños ha habido antes, y seguirán llegando, incluso más fuertes, al menos por unos cuantos años. El problema es que no tenemos la casa en orden para cuando lleguen estos fenómenos. Tener la casa en orden es cumplir con un mandato claro de definir e implementar estrategias de conservación de los 34+ complejos de páramos del país. Sin embargo la inmensa mayoría de estos páramos están ocupados por comunidades que pueden ser parte de las posibilidades de conservación o ir en detrimento de la misma. Tener la casa en orden es cumplir con el mandato de invertir recursos municipales para la conservación de las cuencas que proveen a los acueductos municipales. A propósito de no cumplir, no es sino devolvernos al año 1974 y verificar que todo estaba ya planteado en el papel. Tener la casa en orden para recibir la parejita es que se cumplan la reglamentación que existe también desde 1978 sobre el manejo de las riberas de los rios que podrían evitar que se generaran procesos de erosión y sedimentación que siguen llenando los lechos del Magdalena y el Cauca que van a generar muy buenos contratos de dragado, muy buenas inundaciones de las poblaciones ribereñas en el bajo Cauca y seguir impidiendo la navegabilidad de los rios con la que tantos sueñan en este país.
Resumiendo, tenemos desde hace más de 40 años legislación y buenos mecanismos para haber tenido la casa en orden para recibir la parejita. Pero no lo hemos hecho y ahora buscamos a gritos medidas cortoplacistas para responder a embalses en niveles bajos, termoeléctricas a todo humo (porque no es a todo vapor), y una cantidad importante de municipios con serios problemas de abastecimiento. Entre esas medidas están las de pedirle moderación a los hogares en su uso del agua al momento de soltar la cisterna, lavarse los dientes, la ropa o ducharse.
Volvemos entonces al problema de proponer cambios de costumbres a través de los actos simbólicos como el de pasarse a viajar detrás de la cortina.
Yo le creo a los símbolos como estrategia política para el cambio social, y a su poder disuasivo cuando los líderes los usan de manera estratégica para motivar el cambio de comportamiento. Antanas Mockus, como bien lo documentó recientemente el Informe Mundial del Desarrollo del Banco Mundial 2015, logró a través de campañas basadas en símbolos reducir el consumo per capita de agua en Bogotá en uno de los momentos más críticos para la provisión de este servicio en la ciudad. Este logro se hizo recurriendo cambio individual, a ese litro menos que se podía ahorrar en cada hogar, multiplicado por cientos de miles de hogares donde se dio el cambio.
Pero el reto a nivel del país es aún más complejo, y aquí es donde se encuentra uno ambivalente en el papel de estos mecanismos de cambio cultural. El más reciente estudio juicioso de la situación del agua en el país, el Estudio Nacional del Agua 2014, nos pone al frente un dilema complicado: apenas el 8.2% del uso total del agua del país es doméstico, mientras que sectores como el agrícola y energético suman el 61.8%, como se aprecia en la tabla del mismo estudio.
El ahorro voluntario de consumo de agua desde el hogar es posible, ha mostrado resultados y debe seguir siendo parte de una estrategia de cambio cultural desde la responsabilidad del ciudadano. De hecho lo hemos venido trabajando en un proyecto con 9 municipios y 11 colegios de Cundinamarca y cerca de 1,400 estudiantes que han formado La Liga del Agua, un proyecto para usar tecnologías de información para cambiar las prácticas de consumo y conservación del agua en estas comunidades.
Mientras se hace el trabajo por el consumo doméstico, están también los sectores que más contribuyen al consumo como el agrícola, pecuario y energético. Allí hay también espacio para el cambio cultural y contribuciones voluntarias para reducir el consumo. Quienes toman decisiones en el sector agrícola y minero podrán tener un efecto importante en un uso más racional del agua y de la energía eléctrica, y definitivamente al controlar y evitar acciones ilegales como ésta que han contribuido a que no tuviéramos la casa en orden para la llegada de El Niño, y cuando llegue, La Niña.
Sería interesante que los Ministros y el Presidente invitaran a estos sectores a que hagan también su aporte.