Desde que se presentó en sociedad la operación Andrómeda, se presagiaba un boom mediático que tenía todos los elementos de un gran escándalo y flotaba en el aire un aroma de purga al interior de las fuerzas armadas.
En la Purga Militar, el Laxante fue Semana.
Desde que se presentó en sociedad la operación Andrómeda, se presagiaba un boom mediático que tenía todos los elementos de un gran escándalo y flotaba en el aire un aroma de purga al interior de las fuerzas armadas.
La llamada operación Andrómeda tenía todos los elementos para ser taquillera: Una tapadera de inteligencia situada en un barrio popular de Bogotá, que escondía detrás de “corrientazos”, la más sofisticada red de inteligencia cibernética al servicio de los “enemigos de la paz”.
Almuerzo ejecutivo y hackers informáticos, la combinación perfecta.
Basta ver el cubrimiento y despliegue que hizo la revista Semana al publicar ésa “chiva”: labores de contra-inteligencia y de contra-vigilancia realizadas por los periodistas sobre agentes de la mas destacada unidad de inteligencia militar; fotografías del sitio tapadera y de los agentes con unos hackers dedicados a espiar a los delegados del gobierno en las conversaciones con la guerrilla.
Al día siguiente, fotos circulando en diferentes medios de comunicación que mostraban a los supuestos agentes de inteligencia y a los hackers posando en Facebook y twitter, como diciendo, aquí estamos los Snowden criollos.
Lo mas inteligente de todo el andamiaje fue la circulación de un rumor que se comportó a la perfección, se esparció vertiginosamente entre los generadores de opinión, no tuvo origen o autor conocido y como por arte de magia, Andrómeda se convirtió en el sitio donde le entregaron a Uribe las famosas coordenadas que alguna vez filtró en su cuenta de twitter, cuando se hizo el traslado de un jefe guerrillero hacia La Habana.
El propio Uribe mordió el anzuelo y salió a desmentir el rumor que no había salido de ninguna parte, pero que se paseaba en el imaginario de las redes sociales y en las salas de redacción.
En ese momento ya se había instalado una realidad a partir de la agenda mediática: parte de las fuerzas militares usaban indebidamente la inteligencia del Estado para espiar a los delegados del gobierno y torpedear el proceso de paz, eran desleales con el actual gobierno y ayudaban a la oposición uribista.
El Presidente, visiblemente molesto, culpó a los enemigos de la paz, ordenó investigaciones y alentó el ambiente antimilitarista que se había generado por la labor de contra-inteligencia de la revista semana.
Cuando todo estaba dado para que Santos rematara esta corrida con la estocada final, parece ser que los altos mandos reaccionaron, a través del min defensa presionaron al gobierno para que le bajara la temperatura a Andrómeda y por arte de birlibirloque, el presidente reculó en su disgusto.
Santos le restó importancia al evento que había sido la portada escogida por su sobrino Alejandro dos días antes y que él mismo había utilizado para pedir exhaustivas investigaciones en contra de la inteligencia militar.
Pasaron unos pocos días y otra vez, la revista Semana volvió a la carga con una nueva portada que dejaba mal parado al ejército. En esta ocasión desempolvaron unas grabaciones viejas que han dado vueltas desde la revista hasta la comisión de acusaciones, pasando por la fiscalía y quién sabe qué otras manos.
Esta vez el escándalo mediático tenía otro componente, ya no eran las chuzadas y la deslealtad con el Gobierno y su proceso de paz. Ahora, “destapó” un escándalo de corrupción.
La corrupción es un lugar común en nuestro imaginario pero, si repasamos las grabaciones desempolvadas del Coronel Gonzalez del Río, ningún gran escándalo de corrupción contractual se desprende de ellas.
Los diálogos sobre contratación del Coronel González del Río con su interlocutor, que no es mas que un aprendiz de intermediario queriendo pescar uno que otro negocio en el sector defensa, no son otra cosa que una perorata de inexpertos queriendo venderle cualquier cosa al ejército y pretendiendo conocer a fondo un negocio del que no tienen ni idea. Son un par de mercachifles jugando a ser proveedores de las fuerzas armadas, que al final, nada pudieron vender.
En esas grabaciones, ningún alto mando aparece vinculado a algún “negociado” como el despliegue mediático lo terminó vendiendo; en realidad, si se revisa detalladamente, nada nuevo aportó sobre posibles actos de corrupción al mas alto nivel militar.
Eso si, en medio del escándalo, apareció convenientemente una conversación del Comandante General de las Fuerzas Armadas, el General Barrero, que nada tiene que ver con contratación y en la que informalmente, mete la pata diciendo estupideces sobre atacar a la justicia mediante una “mafia de testigos”.
Así las cosas, ya había nombres propios para la agenda de medios que, a través de unas grabaciones refritas, encontró la prueba reina de la supuesta corrupción al mas alto nivel del ejército.
El nombre del comandante en jefe de todos los ejércitos colombianos terminó envuelto en medio de un escándalo que en la avalancha mediática era imposible defender y su cabeza debía rodar. Se aclaró que no fue por corrupto pero eso no lo va a recordar nadie.
De esa manera, en medio del ambiente de corrupción, con la máxima cabeza de las fuerzas armadas defenestrada, la purga era inminente, terminaron saliendo nueve generales de la linea de mando y el sabor que le quedó a la opinión pública es que salían por estar involucrados en actos de corrupción.
Todo lo anterior no dejaría de ser una simple teoría pero empiezan a validarla las declaraciones de los propios militares caidos en la purga. Ya uno de ellos dejó en claro que el ejército no permitirá que se le negocie en la mesa de diálogos con la guerrilla y otro vociferó que su salida obedeció a una jugada política.
El propio Santos salió a decirle al País y principalmente al ejército, que no negociará a las fuerzas armadas en La Habana: aclaración no pedida, culpabilidad manifiesta.
Para rematar, hoy se conocen correos privados del primer mandatario, quien al parecer también ha sido espiado y con eso, se empieza a reforzar la teoría de que la purga era necesaria y el laxante fue la Revista Semana.