Gustavo Moreno y Alejandro Lyons: Destino Paralelo
Gustavo Moreno y Alejandro Lyons tienen un destino común y son muchas las perversas coincidencias que el poder y la corrupción han depositado en ellos. Una noticia triste es verlos en perspectiva y pensar que ellos son la renovación generacional del servicio público y el ejercicio de la política.
No es casualidad que sean dos abogados, penalistas, millennials, quienes apenas cumplidos los treinta años abrazaron fortuna, fama y relaciones, en un País en el que la gran mayoría de los jóvenes de esa edad no logran ni siquiera conseguir empleo.
En el caso de Lyons, su salto de garrocha consistió en pasar de ser el mensajero con título de abogado de los para-políticos cordobeses caídos en prisión, a convertirse en su candidato a la gobernación de Córdoba; en tanto que, otros posibles candidatos estaban condenados, presos e inhabilitados o quienes estaban en libertad, temían que de salir a una campaña, pudieran activarse procesos penales en su contra por cuenta de andanzas que aun no habían flotado procesalmente.
Esos políticos vieron en Lyons, no solamente una cara joven que engañaría a la opinión con un discurso de renovación sino el perfecto calanchín, al que podrían manipular (en esto último se equivocaron radicalmente), sobre quien no pesaba pasado delincuencial alguno por simple sustracción de materia - Lyons era tan joven y desconocido que ninguna mancha judicial podía salpicarlo-.
El de Gustavo Moreno es el mismo caso, solo que su origen está enquistado en un grupo más sofisticado: el de la mafia de la rama judicial.
Moreno, un estudiante promedio de una universidad ídem, se dedicó a servir de tinterillo a la mediocre clase que se ha tomado el poder judicial con magistrados que han superado todos los estadios de corrupción; desde el carrusel de los nombramientos hasta el testaferrato procesal, que consiste en poner firmones como abogados en los procesos que ellos mismos tienen que fallar, dando la tranquilidad al cliente de que está contratando como abogado a su propio juzgador, a través de un rábula señalado por el juez, mediante el cual factura astronómicos honorarios y el investigado siente que se esta garantizando las resultas procesales.
Lyons no tardó en destetarse de quienes lo llevaron a la gobernación de Córdoba y muy pronto se convirtió en si mismo en un poder emergente, desconoció a sus patrocinadores y decidió quedarse con el botín para el solo: la contratación del Departamento. Durante su administración se idearon nuevas e infames maneras de desfalcar al erario público, como inventar usuarios del sistema de salud en enfermedades catastróficas o proyectos cientificos para repoblar la población de chivos de las sabanas de Córdoba.
Pronto el dinero hizo lo suyo en un muchacho que pasó, de mensajero con título a millonario y que, al mismo estilo de sus patrocinadores, invirtió su fortuna -además de - en lujos y propiedades, en montar su propio movimiento político electoral. Así compró su pedazo en el legislativo y varias alcaldías en Córdoba pero también desangró al Departamento e incluso se investiga si participó en el homicidio de uno de los funcionarios con quien desfalcaba las finanzas públicas.
Por su parte, Gustavo Moreno fue durante muchos años el consentido de Francisco Ricaurte, Leonidas Bustos, Ruth Marina Díaz y otros, quienes tienen en común entre si, haber sido los mandamás en la Corte Suprema de Justicia y haber controlado las elecciones de los magistrados que llegarían a investigar y juzgar a los clientes importantes que después terminaron confiando su defensa al joven, inexperto y desconocido Gustavo Moreno.
Habría que preguntar a los pesos pesados que estaban siendo investigados o juzgados en la Honorable Corte Suprema ¿por qué otorgaron poder al novel abogado Moreno?.
Allí se juntaron el hambre con las ganas de comer, confluyeron en Gustavo Moreno el poder judicial con el poder político y en ese ejercicio conoció a élites de estas dos fuerzas, las cuales se amanceban en varios ámbitos, uno de ellos, la elección del Fiscal General de la Nación: una terna política elegida por la Corte Suprema. A propósito, ¿ por qué nombró Nestor Humberto Martinez a un abogado litigante, apoderado de políticos investigados por presunta corrupción, como jefe anticorrupción de la Fiscalía ?
Así llegó el abogado litigante, cuyos clientes habían confiado en sus servicios profesionales por cuenta de quienes estaban detrás de él, a convertirse en el jefe anticorrupción de la Fiscalía General de la Nación y empezó a repetir lo que había aprendido de sus mayores: consiguió su propio testaferro, lo dejó a cargo de sus procesos y lo hizo nombrar como abogado de aquellos a quienes ahora iba a investigar, es por ello que la justicia norteamericana los pide a él y a su litigante de confianza, en extradición; por estar pidiendo una coima disfrazada de honorarios al otro corrupto millennial de esta historia: el prófugo ex gobernador de Córdoba Alejandro Lyons.
Ya Lyons demostró su astucia como abogado, entregó a las autoridades a Gustavo Moreno de la mano de agencias de investigación norteamericanas y, con ese insumo, sustentará un asilo que seguramente no le será negado. Fácilmente podrá demostrar ante un juez de Estados Unidos que entregó al Jefe de Fiscales que lo está investigando y que la rama judicial, esa misma de la que es testaferro el abogado Moreno, no le garantiza un juicio imparcial.
El abogado Moreno tiene una vía para rehacer su vida, que por supuesto no es enviando comunicados que confunden una solicitud de perdón con el cinismo, sino, al igual que lo hace Lyons, debe mirar hacia los Estados Unidos. Solo allá podrá encontrar redención con seguridad jurídica si juega con astucia sus cartas. Moreno se haría y nos haría un favor, solicitando una extradición exprés para ir a atender el requerimiento de la justicia americana y destapando allá toda la red que lo usó como punta de lanza para hacer dinero y ganar poder político vendiendo decisiones judiciales.
Los dos jóvenes abogados vuelven a tener una cosa en común: su salvación es la justicia Norteamericana, es allá donde deben ir a delatar y a entregar las estructuras de poder que los engendró, los crió y que, junto a ellos, se lucraron con su cartel de corrupción política y judicial.