OPINIÓN

La guerra fría con Venezuela y Ecuador

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Algunos comentaristas de este blog dicen que tengo mentalidad de guerra fría y es verdad. Tengo mentalidad de guerra fría porque estamos en una guerra fría. En una guerra fría con los vecinos, concretamente con Venezuela, Ecuador y Nicaragua.

 

Algunos comentaristas de este blog dicen que tengo mentalidad de guerra fría y es verdad. Tengo mentalidad de guerra fría porque estamos en una guerra fría. En una guerra fría con los vecinos, concretamente con Venezuela, Ecuador y Nicaragua.

 

No son paranoias anticomunistas mías. A los que me dirán que las sufro les tengo una noticia: una guerra fría es mucho mejor que una guerra caliente. Claro, estar en paz y armonía y caminar todos agarrados de la mano hacía el horizonte soleado es lo que más quisiéramos, pero eso simplemente no va a ocurrir.

 

Meter la cabeza en la tierra como los avestruces no resuelve los problemas. Tampoco hacer llamados a la “diplomacia”, como lo sugiere Jaime Dussán o “convocar a la comisión asesora de relaciones exteriores” como lo ha solicitado Cecilia López va a servir de mucho. Para esa gracia llamemos al Chapulín Colorado a que nos defienda.

 

¿Cómo se pelea una guerra fría? Estas son las opciones:

 

Apaciguamiento. Es en lo que acabaría esto si se ejerce la opción de la “diplomacia” como la entiende el Polo Democrático o como la entendería Sergio Fajardo a juzgar por su manejo en este sentido de las bandas paraco-mafiosas de Medellín. En otras palabras darle de comer al cocodrilo hasta que nos muerda la mano. O mejor como lo dijo Winston Churchill cuando Chamberlain regreso de Munich anunciado paz en nuestro tiempo: “el primer ministro tenía que escoger entre la humillación y guerra. Escogió la humillación. Ahora tendremos la guerra”.

 

Escalamiento. Ojo por ojo, diente por diente. Esa sería la política exterior militarizada de que habla La Silla Vacía pero que no es exactamente la que está ejerciendo la Cancillería colombiana. Además de entrar en una carrera armamentista implicaría retirar embajadores, romper relaciones, amenazar expropiaciones y cerrar el comercio, como efectivamente lo han hecho los vecinos con nosotros. Por mucho que me divierta ver a Chávez explicarle a las amas de casa porqué se acabó la leche y la carne en Caracas y a Correa despachando a la luz de la vela creo que esto tendría unos costos fiscales y económicos inaceptables. Al final, también tendríamos la guerra.

 

Distensión/Détente. Es lo que proponen los paisas que le venden la leche y la carne a Chávez. A ellos no hay que pararles muchas bolas por que por ganarse un peso venden hasta la mama. Eso sí, no lo dicen sino que ponen a María Luisa Chiape y a Javier Díaz a que hablen por ellos. Está bien, eso es su trabajo, pero no confundamos los intereses gremiales con los intereses estratégicos de la Nación. El problema de los regímenes marxistas –y el socialismo del S.XXI cada día se parece más al comunismo del S.XX – es que, como decía George Keenan “son insensibles a la lógica de la razón pero son altamente sensibles a la lógica de la fuerza”. Lamentablemente cualquier acercamiento en buena fe lo van leer como un síntoma de debilidad y va a ser peor más adelante.

 

Contención/Containment.  Sigamos con la cita de Keenan, “por esta razón se retiran fácilmente –y usualmente lo hacen- cuando encuentran fuerte resistencia en algún punto”. La contención es el único camino para lidiar con Chávez y Cía. Implica solidificar alianzas con los demás vecinos que también se sienten amenazados, (incluyendo la autorización de bases militares), la consolidación de nuevos mercados, el fortalecimiento militar defensivo y la unificación de la voluntad popular en defensa de la soberanía. Todo esto sin romper relaciones y sin caer en provocaciones. Es complicado, largo y costoso. Pero no hay alternativa.

 

 

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