OPINIÓN

La Segunda Seguridad Democrática

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Con el objetivo de reducir la desigualdad del ingreso en las sociedades, muchos gobiernos acuden a programas de inversión en capital humano. Algunos ejemplos incluyen cantidad de educación, calidad de la educación, capacitación laboral y programas de atención y educación en la primera infancia.
 
Por Raquel Bernal

Con el objetivo de reducir la desigualdad del ingreso en las sociedades, muchos gobiernos acuden a programas de inversión en capital humano. Algunos ejemplos incluyen cantidad de educación, calidad de la educación, capacitación laboral y programas de atención y educación en la primera infancia. Recientemente se ha señalado que éstos últimos tienen el mayor potencial de lograr el objetivo de distribuir recursos más igualitariamente a un costo menor. Entre las razones por las cuales se argumenta que esto es así están: (1) el mayor desarrollo del cerebro ocurre en el primer año de vida y los estímulos durante esta época son fundamentales para lograr un desarrollo saludable de la capacidad cognitiva y psicosocial; (2) después de la primera infancia las habilidades del individuo se vuelven muy poco maleables por lo cual es difícil, o muy costoso, transformarlas; (3) una mejor y más temprana capacidad de aprendizaje facilita mayor aprendizaje, es decir, una suerte de círculo virtuoso; (4) entre más pronto se aplique la intervención existe un horizonte mucho más amplio para que el individuo disfrute de los beneficios.

Internacionalmente se ha mostrado que los programas más exitosos de primera infancia han tenido unos efectos impresionantes sobre el desarrollo cognitivo y psicosocial de los individuos lo cual tiene efectos sobre el desempeño del individuo durante la edad adulta. Los efectos más considerables se han visto sobre las tasas de criminalidad. Por ejemplo, la participación en el programa Perry de educación de niños afroamericanos vulnerables en Michigan entre los 3 y 5 años de edad, estuvo asociada con disminuciones impresionantes en las tasas de arrestos 40 años después de la intervención: los participantes en el programa tenían una tasa de arrestos de 36% comparada con 55% en el caso de los no participantes, además, la participación en crímenes relacionados con drogas era 14% y 34% respectivamente. Esto es en adición a efectos importantes sobre las probabilidades de graduarse de bachillerato, de ingresar a la universidad, de conseguir empleo y los ingresos.

En Colombia se ha encontrado que el programa Hogares Comunitarios de Bienestar tiene el potencial de aumentar hasta en 6,8% los salarios de los individuos participantes porque mejora el estado nutricional de niños entre los 2 y 4 años de edad, y mejora las capacidades cognitivas y no cognitivas si el niño permanece al menos 15 meses en el programa. Esta evidencia sugiere que en vez de gastarnos la plata en programas de capacitación laboral (tipo SENA) con retornos mucho más bajos o programas de becas universitarias para estudiantes de bajos recursos que terminan retirándose con una alta probabilidad porque empiezan con una desventaja, deberíamos más bien invertir en la primera infancia e iniciar así la segunda ola de la seguridad democrática en el país.

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