OPINIÓN

La ultra derecha vergonzante debe salir del closet.

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Ralito logró que ilustres miembros de la derecha colombiana salieran del closet; fracasado el proceso, se desligaron de la fiebre paraca y desaparecieron de la escena política.

En el gobierno Pastrana, lo más "chic" era asistir al Caguán y desfilar por la pasarela selvática para tomarse la foto con Marulanda y su cúpula asediada por los visitantes que se disputaban un cupo en la agenda de ese proceso de paz.

Después de la efervescencia, una vez fracasado el proceso, quienes en el establecimiento mostraron otrora orgullosos sus foto-trofeos con el Estado Mayor, las escondieron y negaron presurosos cualquier vinculo con el proceso de paz.

Apenas iniciado el Gobierno de su sucesor, Alvaro Uribe Vélez, el fenómeno fue idéntico pero esta vez en Santafé de Ralito y la peregrinación de la sociedad efervescente y borracha de paz, migró hacia el norte del País.  En ese entonces, la moda y lo "chic", eran las reuniones con Mancuso, Vicente, Berna, Baez, etc.

Ralito hizo que muchos ilustres miembros de la derecha colombiana, salieran del clóset; escribieron columnas exaltando a Carlos Castaño y lamentaron su muerte.

Líderes gremiales reconocieron que las autodefensas fueron afines a ellos como respuesta a un Estado indolente que abandonó el campo y abonó el surgimiento de conglomerados afines a los paramilitares, según pregonaron en sus intervenciones.

El proceso de paz terminó fracasando después de que la verdad exigida por la ley de justicia y paz empezó a surgir en las versiones libres, el establecimiento sintió que los pactos que antaño eran florecientes negocios se convertían en señalamientos penales y se desligó de la fiebre paraca, negó sus vínculos con ellos, extraditó a sus señaladores y volvieron al clóset sus defensores.

Ahora el péndulo se devuelve a las FARC y nuevamente, la sociedad colombiana empieza a embriagarse de paz.

La borrachera hoy es política, a diferencia de los efectos de los anteriores procesos en los cuales el unanimismo era preponderante, hoy la paz causa una división entre los partidarios acérrimos de la confrontación a muerte con las FARC y los partidarios -menos acérrimos- de los diálogos.  

Al final, la paz se esta convirtiendo en la excusa para el enfrentamiento político entre el uribismo y el santismo.

Frente a este panorama, el show mediático y político ha venido poniendo a las FARC como protagonistas de un proceso que pareciera tener como único fin negociar con ellas, como si de un conflicto con un solo actor se tratara el conflicto colombiano.

Por andar embelesados en el análisis poco profundo, nos olvidamos que la terminación de un proceso de paz debe involucrar a todas las partes que han combatido en él, que no solo las FARC merecen la atención para solucionar sus exigencias políticas y sus problemas judiciales.  La reconciliación se debe dar entre todos los combatientes para que la integración social pueda ser una realidad derivada del proceso.

Pareciera que no nos hemos dado cuenta que gran parte de la culpa de los fracasos en materia de paz comparten el mismo vértice:  haber tenido en cuenta a uno solo de los actores y dejar de lado a los demás, creando un desequilibrio en las negociaciones que han terminado siempre en fracaso.

Ahora bien, la responsabilidad no es solo de quien dirige y convoca las conversaciones sino de las partes mismas.

Mientras la izquierda armada y la política, hace su trabajo de frente, pide reconocimiento, apoya el proceso de paz y puja por obtener en la mesa de negociación lo que unos no pudieron por las armas y los otros no han podido con los votos, los demás actores del conflicto se conforman con torpedear las negociaciones y no buscan ser reconocidos como actores que también tienen mucho que aportar, pedir, defender y solucionar, no solo en lo político sino en lo judicial.

La derecha vergonzante de nuestro País (muchos  empresarios, ganaderos, industriales, generadores de opinión, etc), esa misma que hoy enfrenta miles de procesos ante la justicia ordinaria derivados de las versiones libres de los paramilitares y otros cientos por la actuación propia de la justicia, debería estar activamente pidiendo que sus actos y sus implicaciones judiciales también sean tenidos en cuenta como una realidad derivada del conflicto; en cambio, están oponiéndose porque si a los beneficios que se están negociando en La Habana.

Los para-políticos; tanto los condenados, como aquellos que llevan seis y mas años con eternas investigaciones preliminares abiertas en la Corte Suprema de Justicia, deberían estar actuando en consonancia con lo que fueron en su momento y tendrían que pronunciarse pidiendo igualdad de trato como el que se está buscando para quienes tienen vínculos con las FARC, incluso para los comandantes guerrilleros. 

O es que acaso, los miles de votos obtenidos por congresistas y demás funcionarios de elección popular condenados por para-política, no representaban una tendencia ideológica y unos conglomerados sociales? Será que con su silencio están aceptando que esas elecciones fueron logradas por la vía de la coacción a las comunidades y no como fruto de un trabajo político? 

Será que ellos y sus electores aceptan de manera tranquila y sin zozobra en sus corazones, que el Fiscal General esté buscando fórmulas para ver a Timonchenko en el congreso, mientras que ellos fueron castrados de por vida para volver al ejercicio de la política?

Y los militares que se encuentran privados de la libertad o enfrentando procesos penales derivados de su participación en el conflicto en representación del Estado, no deberían exigir trato en calidad de combatientes y de igual manera, esperar una solución a sus requerimientos judiciales?.  

Será que ellos están dispuestos a que se repita la historia que hoy vivimos de unos miembros amnistiados del M-19 haciendo política y de unos militares que los combatieron, enfrentando penas de 30 años de prisión?

Cuál es la posición de los paramilitares respecto al proceso que hoy se adelanta en La Habana mientras se enfrentan a una ley que negociaron con sus propios aliados y que culminó con la pérdida de la libertad, del poder político y en la extradición? 

Será que Salvatore Mancuso o Rodrigo Tovar Pupo pueden ver con tranquilidad desde sus celdas en Estados Unidos que se entreguen curules a Timochenko, catatumbo e Iván Márquez en el congreso, mientas ellos purgan condenas de muchos años en territorio extranjero?

La paz solo se conseguirá con la reconciliación pero esta no se logra con falsos procesos que comprometan  parcialmente a los involucrados en el conflicto o con consecuencias disimiles y desequilibradas para cada uno.

De otro lado, los actores también deben ser capaces de decir la verdad, reparar a las víctimas, perdonar a sus victimarios y sobre todo, cambiar la violencia por la política y contar por qué la usaron como una opción.

Pero la política se hace, se defiende con ideas, no es vergonzante y no se circunscribe a destruir los procesos de los demás sino a construir los propios reclamando espacios y aportando soluciones.

La derecha en Colombia tiene la oportunidad de construir sobre lo ya avanzado y debe reclamar ser tenida en cuenta en los espacios de negociación. Debe aprender de la izquierda a hacer política; paradójicamente, lo que no pudo ganar la izquierda armada con la violencia, lo está ganando en una mesa de negociación en la que paradójicamente, la derecha está perdiendo en lo político lo que no perdió en lo militar.

Una paz coja, será con seguridad un paso seguro al fracaso.

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