Como las entrevistas a Gustavo Petro y a la profesora Luciana Cadahia sobre populismo han sido objeto de una intensa polémica, decidimos explicar que entiende La Silla Vacía por una entrevista.
Lo que entiende La Silla Vacía por una entrevista
En los últimos días, tanto la entrevista que yo le hice a Gustavo Petro como parte de la alianza con Hora 20 y Red+ como la que le hizo Natalia Arbeláez, la editora de La Silla Académica, a la profesora Luciana Cadahia han sido objeto de una intensa polémica.
Como varios de los que las criticaron desde diferentes orillas ideológicas son también usuarios de La Silla Vacía, quisiera hacer una reflexión sobre cómo concibe La Silla Vacía el género periodístico de la entrevista con la esperanza de que de pronto podamos discutir desde esta perspectiva y no solo desde nuestras supuestas intenciones de beneficiar a un candidato u otro.
Para nosotros la entrevista es una oportunidad para que el entrevistado pueda ayudarle a la audiencia a entender mejor un tema o al mismo personaje entrevistado y, sobre todo, a esclarecer las dudas que existan a su alrededor.
La principal técnica para lograr eso es recogiendo los prejuicios (o posiciones previas) que existen en la audiencia sobre el tema o el personaje y planteándoselos al entrevistado, de tal forma que tenga la oportunidad de contestarlos.
Más allá de la pregunta de los zapatos Ferragamo a Petro que creo que no agregaba nada a pesar de todo el ruido en redes que se dio en su momento (y después de nuestra entrevista en Hora 20) alrededor del tema, creo que esa entrevista le dio al candidato la posibilidad de responder frente a los miedos que una parte del país siente respecto a su candidatura.
Creo que decirle que sus propuestas son muy chéveres pero que quisiéramos que explicara cómo las llevaría a cabo en concreto, por ejemplo con el tema de las tierras, le abrió el espacio para mencionar que cobraría un impuesto alto a las tierras ociosas; también para explicar que no expropiaría las tierras fértiles (como entendieron algunos empresarios inicialmente en el Cauca) sino que ofrecería comprarlas y cómo lo haría.
Frente a la pregunta sobre medidas que él tomó en Bogotá y que fueron impugnadas por organismos como la Contraloría o la SIC, pudo explicar que eso no había implicado violar la ley porque ningún juez lo había determinado así y dio su justificación.
Como lo dijeron varios usuarios de La Silla en los comentarios, esa entrevista les confirmó que deberían votar por él. Otros oyentes, confirmaron sus temores. Está bien, de eso se trata una entrevista, de entender mejor al personaje y tener nuevos insumos para tomar una decisión que tendrá repercusiones públicas.
Lo mismo la entrevista de La Silla Académica a la experta en populismo Luciana Cadahia. Uno de nuestros usuarios dijo que nos habíamos “topado con alguien tan astuto como Luciana”, como si no la hubiéramos buscado deliberadamente por lo que pensaba.
Las preguntas que le hicimos sobre el populismo en Venezuela o sobre los posibles riesgos de un liderazgo populista no buscaban estigmatizar a Petro como parecieron interpretarlo muchos, sino hacerle los interrogantes que seguramente muchos de nuestros lectores se estarían haciendo en ese punto de la entrevista frente a su defensa del populismo latinoamericano.
La idea de una entrevista es anticipar las preguntas que se hace el que la lee para que le queden resueltas, no es forzar al entrevistado a una posición.
En el caso de la Silla Académica aún menos, puesto que como el principal objetivo es que el conocimiento académico ayude a dar luces para entender el momento coyuntural, el entrevistado tiene la posibilidad de revisar y aprobar el texto antes de ser publicado (un privilegio que no tienen ningún otro entrevistado por La Silla) como en efecto ocurrió en el caso de Luciana.
No sólo eso, las entrevistas de La Silla Académica duran el tiempo que sea necesario en un esfuerzo por lograr la mayor comprensión posible del punto de vista del entrevistado y del desarrollo que ha hecho de un tema como estudioso del mismo para poder transmitírselo a los lectores, y, por eso, son además más extensas de lo normal.
Con Luciana discutimos durante la entrevista que el recurso a lugares comunes como el de Venezuela o el autoritarismo de los líderes populistas tenía la finalidad de permitir que se introdujeran perspectivas diferentes.
La entrevista fue tranquila, y de hecho, una vez publicada la nota, Luciana nos mandó un mensaje agradeciendo y resaltando el trabajo conjunto, quizás porque entendía, en ese momento y antes de las reacciones que generó su entrevista, el objetivo del ejercicio mucho más que los que solo pueden ver a través de sus pasiones partidistas exacerbadas por la campaña.
Algunas entrevistas solo buscan dejar que el candidato en cuestión aproveche el espacio para exponer su programa. Otras solo persiguen un titular.
Yo creo, sobre todo ahora que se acerca el momento de elegir, que las entrevistas deben servir para obligar al candidato a decir cómo piensa aterrizar sus propuestas, a explicar asuntos de su trayectoria, a responder por las alianzas que contradicen su retórica anticorrupción o cualquier retórica que tenga y a responder por sus contradicciones e incoherencias.
No son entrevistas amables. Pero no son el reflejo de posiciones personales. Es una puesta en escena para sacar del entrevistado la información que uno cree que sus lectores u oyentes se merecen tener.
Con esto no quiero decir que crea que la entrevista con Petro en Hora 20 salió bien. Creo que lo interrumpimos demasiado y que se volvió demasiado personal. Creo también que él es un entrevistado difícil.
Pero creo también que de pronto entender cómo entendemos en La Silla el ejercicio de entrevistar puede ayudar a abrir un debate más tranquilo sobre las últimas que hemos hecho.
Ps. También ha habido unas críticas frente a nuestro detector de mentiras, que nos han servido para reflexionar. Hemos decidido hacer un ajuste para no chequear ninguna afirmación que parezca obvia como que “la biodiversidad es fundamental para Colombia”, de tal forma que en el conteo final no salga premiado el candidato que dice cosas verdaderas pero obvias en perjuicio del que fundamenta todo su discurso en cifras.
Para eso vamos a contestar siempre por qué es importante cada afirmación. Si encontramos que no es importante, no la chequeamos, y si lo es daremos el contexto que ayude a entender mejor el punto.
También arrancamos una serie para chequear la viabilidad de propuestas bandera de los candidatos, que esperamos ayude a superar las limitaciones que tiene el detector de mentiras.