En la actualidad, el consenso entre académicos y diseñadores de política es que es imposible para una agencia reguladora controlar efectivamente todas las variables relevantes de un mercado en particular. Prohibir u obligar no es la solución universal a las fallas de mercado a las que se enfrenta cualquier sociedad día a día.
Mejor incentivar que obligar.
Por: Jorge Tovar
En la actualidad, el consenso entre académicos y diseñadores de política es que es imposible para una agencia reguladora controlar efectivamente todas las variables relevantes de un mercado en particular. Esta premisa, aparentemente tan sencilla, llevó a los reguladores a entender que prohibir u obligar no es la solución universal a las fallas de mercado a las que se enfrenta cualquier sociedad día a día. La tendencia hoy, incluso en buena parte de las agencias reguladoras colombianas, es a incentivar el mercado por medio de intervenciones no necesariamente directas. Vale la pena tener esto en mente cuando se lea el nuevo decreto del gobierno que obliga a todos los importadores y ensambladores de vehículos a funcionar con combustible que contenga hasta un 85% de etanol a partir del 2012.
Hoy en día, si bien el etanol es una alternativa al petróleo, no es ni la única, ni la mejor. Además de la continua mejora de los motores tradicionales para reducir emisiones, el perfeccionamiento en las diferentes combinaciones de gasolina con etanol o el biodiesel; hay sistemas alternativos como el Start & Stop, que para el motor en los trancones y que comienzan a introducir firmas como Mazda, Toyota o BMW. Pero la solución de medio y largo plazo viene por el lado de los coches híbridos (motor de gasolina y eléctrico) hasta llegar a los coches totalmente eléctricos que firmas con Renault, Nissan y GM intentan liderar y cuyo mayor obstáculo, la capacidad de las baterías, va camino de ser superado.
En lugar de obligar a adoptar cierta tecnología cuya estandarización internacional no es clara, Colombia debería incentivar el uso de vehículos de baja o nula emisión con medidas tan simples como reducción de IVA y/o aranceles. Además, el apoyo a los sistemas de Transmilenio, por ejemplo, por parte del gobierno nacional, debería estar atado a la utilización de combustibles que garanticen menores emisiones. Pero la decisión del gobierno de jugársela todo al etanol, en el mediano plazo puede ser un error que cueste muchos millones de pesos. ¿Por qué no hacer, como California que, bajo el paraguas renovador de Obama, acaba de aprobar una ley que impone límites a las emisiones de dióxido de carbono por parte del parque automotor? Esto incentiva la investigación, el desarrollo y el uso de combustibles alternativos.