OPINIÓN

Movilidad, Pekerman y la falta de dirección

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Por Jorge Tovar
 @jorgeatovar  

La semana pasada tuve la oportunidad de asistir a dos eventos relacionados con la movilidad de Bogotá. En uno de ellos asistió el Decano de la Facultad de Ingenieria de la Universidad de los Andes, Eduardo Behrentz quien en tono relajado comentó que “todo el mundo sabe de movilidad”. Quería decir, así lo interpreté yo, que como en el caso de la Selección Colombia, donde todos somos técnicos y sabemos a quién debería alinear Pekerman, en Bogotá todos tenemos un diagnóstico claro sobre el problema de movilidad. No le falta razón.

El problema surge cuando el entrenador no tiene claro a quién alinear. Un director técnico confundido es lo peor para la Selección Colombia. Eso lo sabemos todos.

Al cumplir sus primeros 100 días en el poder, el Alcalde Peñalosa presentó recientemente los logros de su gestión. Cuantificó un número notable de éxitos en materia de seguridad. En movilidad nos contó que tapó unos huecos y que va a hacer metro. La mejora en movilidad nos la justificó con base en indicadores de la Carrera 11. Seguro que eso ha sido maravilloso para los ilustres bogotanos que pasan por allí todos los días. Pero Bogotá, su movilidad, va más allá de la Carrera 11. En el resto de Bogotá se ven los buses del SITP varados, las motos (y ahora las bicicletas) bailando entre los carros detenidos por el trancón y todos parqueados en las aceras de la vía.

 Pero sobretodo, habló del pasado, de la pésima gestión de Petro y todo lo que esa administración hizo y no hizo. La pobre gestión del Polo ya la conocíamos. Por ello su candidata quedó tercera en las pasadas elecciones.

Visto el estado de la ciudad actualmente, pareciera que la actual administración dedicó tanto tiempo de sus primeros 100 días a hurgar en lo oscuro de la gestión de Petro que descuidó lo poco que la ciudad había mejorado. Por ejemplo, es una tristeza volver a ver que los buses (particularmente los del SITP provisional) paran y recogen pasajeros en cualquier lugar. Los paraderos comienzan, como antaño, a ser adornos inútiles. El SITP provisional, por cierto, va camino de convertirse como todo lo provisional en este país: permanente. Eso sin contar la obsesión con Transmilenio. No sólo mira con desdén el metro. También parece preferir los contaminantes buses rojos en lugar de un moderno tren de cercanías.

Al ganar Peñalosa la alcaldía, sus votantes y contradictores esperábamos un mínimo de su gestión a corto plazo: los carros dejarían de parquear en las avenidas principales, los taxis no pararían frente a centros comerciales, las ambulancias no estacionarían frente a clínicas y hospitales. Lo básico en movilidad se recuperaría. Nada de ello sucedió. Por el contrario amenazó con pico y placa para el 100% de los carros en la mañana, luego con cobros por congestión y al final con sobretasa a los parqueaderos. Nada de lo anterior hizo porque como su antecesor parece confundido. No muestra claridad para comenzar a solucionar el problema de movilidad.

Problema de movilidad que sigue enfocando en el carro, una ciudad con poquitos carros comparados con el resto del mundo. En uno de los eventos a los que asistí, los profesores de economía de los Andes Jorge Bonilla y Fernando Carriazo, mostraron unos resultados aún preliminares sobres los efectos del día sin carro. En el trabajo muestran que el impacto sobre partículas contaminantes PM2.5 y PM10 de ese día es económicamente muy bajo, casi despreciable. Lo que contamina en Bogotá, irónicamente, es principalmente el transporte público.

En el otro evento, el Decano Behrentz nos hablaba de la necesidad de una política integral de movilidad enlazando bicicletas, buses, Transmilenio y metro. En respuesta a una pregunta mía argumentó que él entendía también la política integral como el manejo del carro privado.

Pero en realidad mi impresión es que los expertos y los diseñadores de política siguen enredados porque han intentado implementar una política de movilidad que excluye al carro particular. En su afán por desincentivar el carro, se inventan el pico y placa, hablan de Transmilenio como solución, y prometen impuestos de todo tipo por usar el carro. 

Quizás deberían dejar el desespero por excluir el carro de la ecuación, entender que el problema actual no es tanto de la contaminación del carro, sino de la falta de vías. Quizás hay que comenzar a replantear la estrategia y diseñar una política integral, de verdad integral, que nos haga saltar a un mundo desarrollado donde los habitantes utilizan el transporte público simplemente porque es la mejor opción. Imponer a los ciudadanos una alternativa no ha funcionado en Bogotá, no funciona y no va a funcionar.

La contaminación es un problema actual que debe atacarse. ¿Cuál es la estrategia para diseñar un sistema de transporte público que no contamine? ¿Son o no son los carros eléctricos (o híbridos) una solución? Si no hay vías, ¿por qué no se incorpora eso a la función de costos de no construir un metro subterráneo? ¿Por qué prefiere buses en lugar de un tren de cercanías?
El alcalde es quien sabe, o al menos quien debería saber. Pero sus diagnósticos y políticas tienen a Bogotá como la segunda ciudad con el peor tráfico del mundo después de una cuyo nombre no recuerdo en Indonesia. Eso me enseñaron Bonilla y Carriazo. Quizás nuestro entrenador esté confundido.

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