OPINIÓN

Por siempre joven: el voto por Petro (II)

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3. ¿Cuándo toca?

“Juventud sin rebeldía es servidumbre precoz”, rezaba un grafiti que vio Hernando Valencia Goelkel en las revueltas estudiantiles de los años setenta en una universidad colombiana, trazado “laboriosamente contra la superficie irregular de una pared de ladrillo". Goelkel se preguntaba: “¿Comprenderían, el joven fervoroso o la muchacha excitable que la escribieron, el contenido de desolación que encierra la frasecita?”. Lo escribió en su ensayo ¿Cuándo toca?, que seguía: “Pues mencionar la ‘servidumbre precoz’ implica que hay un tiempo inevitable para la sumisión […] que todos habremos de ser complacientes, serviles acaso; la exhortación se dirige a serlo en su debida oportunidad. Lo reprobable no es la claudicación en sí, sino la claudicación ‘precoz’ […] ¿Cuándo, entonces, dejará de ser precoz la servidumbre para convertirse en la actitud ‘madura’ (presumiblemente), en el talante apropiado que ya no desentone? ¿A los treinta años? ¿A los cuarenta? ¿A los cincuenta?”.

Y concluye: “Tal vez lo que cuente no sea la edad del calendario sino otras circunstancias: el primer hijo, el primer empleo, la primera compra a plazos, la primera chequera.” Goelkel dice que lo que más lo desconcierta de la frasecita es “su carga de sentimentalismo”, un fatalismo inefable que vive de “clisés culturales”, “un arquetipo cultural elaborado por quienes dejaron de ser jóvenes, o por quienes nunca lo fueron”, por alguien que es incapaz de comprender que “ser joven significa vivir un momento de la vida tan áspero y tan duro como los demás”. El final del texto es contundente, dice que el joven que acepta esa proclama “está viviendo no su juventud sino una juventud aprendida. Se le ha enseñado que toca ser rebelde; lo que no se le dice es cuándo ni por qué tocaría dejar de serlo”.

El candidato que dijo Uribe, y que ahora se disputa la presidencia con Gustavo Petro, hace rato se decidió por el “talante apropiado que no desentona”. El envejecimiento prematuro de este Duque, vasallo del rey en la hacienda mental del Centro Democrático, no solo es efecto de un arreglo capilar para maquillar su inexperiencia vital y académica, sino que responde a un tratamiento cosmético de carácter, propio de la persona que hace el tránsito directo de impúber a viejo y madura biche a punta de pantalla ideológica y payola periodística.

Tal vez la prueba de sumisión más grande en su brevísima carrera política fue cuando su compañero de curso en el Congreso, Uribe, el líder matoneador del salón con que compartió pupitre, lo dejó pasar al tablero para que recitara la tarea que ambos compraron, o con la que fue comprada su lealtad por el verdadero poder detrás del poder: el del cabildeo de los grandes grupos empresariales.

La prueba de sumisión del Duque impuesto por el rey Uribe fue defender los intereses de compañías de bebidas —Postobón y Coca Cola— ante la propuesta del Ministerio de Salud de grabarle un impuesto adicional a la venta de bebidas azucaradas. El ministro de Salud, Alejandro Gaviria, al referirse a la labor de los 90 cabilderos que actuaron en las audiencias legislativas para aplastar la iniciativa tributaria impulsada con valentía desde su cartera, dijo: “En Colombia, la industria azucarera y las principales empresas de medios pertenecen a los mismos conglomerados económicos […] Tienen un poder intimidatorio. Y lo usaron”. Uribe, su acólito y su partido, sumaron fuerzas a esa tarea de torpedear una propuesta bien sustentada, de gran importancia para la salud pública y las finanzas del Estado, y se granjearon la “confianza inversionista” de empresas como el Grupo Ardila Llulle que posee Postobón y el grupo de medios RCN (ver )

Uribe y compañía le probaron a otros grupos económicos el talante del candidato que dijo Uribe, su “servidumbre precoz” capaz de recitar con ceño fruncido y puñito señalador un rosario de citas imprecisas, medias verdades y conclusiones apresuradas. Así como los hijos de algunos políticos no van a la guerra que tanto promueven sus padres, es difícil pensar que el candidato que dijo Uribe alimente a su prole con el veneno de las bebidas azucaradas que él tanto defiende. Las afirmaciones del candidato que dijo Uribe fueron contrastadas en su momento por asociaciones de consumidores y organizaciones no gubernamentales, por ejemplo, Cesar Rodríguez de De Justicia, pero la aplanadora del cabildeo sumada al matoneo mediático y legal de los grupos económicos que estaban en contra de la saludable iniciativa hundieron la propuesta, pudo más la fuerza que los argumentos.

A falta de argumentos el “joven” Duque se dedica a cultivar lo que sí se le da, sus habilidades de juglarcito sobrador en equilibra balones sobre su cabeza, toca guitarra y entona sentidas canciones de tropipop, hace juegos de cartas y piruetas con periodistas enmermeladas. Ante todo, el candidato que dijo Uribe es un muñeco de ventrílocuo capaz de recitar los mensajes del ilusionista que controle sus mecanismos internos. Y nos recuerda una escena en que otro actor, Ronald Reagan, que llegó a la presidencia de Estados Unidos en los años ochenta para desmontar de una vez por todas el sistema de beneficios del New Deal de Roosevelt a favor de los intereses económicos de las grandes corporaciones, nombró a Donald Regan, presidente de Merryll Lynch, la mayor compañía financiera del momento, primero como Secretario del Tesoro y luego Secretario de Estado.

Pero Merryll Lynch era el poder real detrás del poder, en realidad fue Donald Regan quien nombró a Ronald Reagan, y fue su voz, su ventrílocuo, como se ve en la secuencia de un discurso público en el que le susurra al presidente que se apresure —“Speed it up”—, y el presidente, algo lelo ante el corte, obedece.

En la era de la inmediatez virtual un gesto así sería inocultable, es por eso que, a pesar de sus dotes actorales, el candidato que dijo Uribe se ha negado a participar en debates con Gustavo Petro. La única explicación que ha dado está a tono con la pataleta cobarde de un impuber: “No me gusta”, ha dicho, y ha sumado a su balbuceo que no asiste a esos debates por “estar concentrado en avanzar en su campaña”.

Algunos de los grandes medios de periodismo le han dado poca relevancia a esta noticia, aprovechan el comienzo del mundial de fútbol para llenar su parrilla informativa, y le atribuyen el impase del debate a un problema de coordinación en las agendas de los dos candidatos. Algo que resulta extraño pues, por estos días, la única ocupación visible del candidato que dijo Uribe ha consistido en dar largas y frívolas entrevistas a periodistas cargados de preguntas complacientes. El ganador en la categoría de mejor periodismo prepago de las elecciones ha sido —sin lugar a dudas— Luis Carlos Vélez, de la FM, con la entrevista radial en que puso al candidato que dijo Uribe a oír canciones de rock antes que a responder las preguntas que seguramente habrían surgido en el debate al que el actor presidencial le hizo el quite (ver ). Por ejemplo, nadie le preguntó y contrapreguntó al candidato que dijo Uribe sobre su presencia en Brasil en 2014, cuando acompañó a la comitiva de la campaña del Centro Democrático a buscar financiación de Odebrecht, y la obtuvo, a cambio de la promesa de futuras dadivas para ese grupo empresarial de poder corruptor.

El periódico del presidente financiero del país, Luis Carlos Sarmiento Angulo, sinceró una vez más el vasallazgo periodístico de esa cada editorial, adhirió en su editorial a la campaña del que dijo Uribe y definió al candidato como alguien incapaz de emitir “una sola opinión desobligante para descalificar a sus adversarios”, pero el candidato hace todo lo contrario: en un video se puede ver cómo, imitando los ademanes de Uribe, somete a una trabajadora de un cultivo de flores para mantener viva la mentira del coco de la expropiación atribuida a Petro, usando toda su vocación de muñeco de ventrilocuo:

El temor a asistir a los debates presidenciales que señala la ley, más bien muestra su presteza para esa “juventud aprendida” que viste la cobardía con buenos modales, no discute, no argumenta, no dialoga, no cuestiona, escondida tras sus notas, sus doctorados falsos y verdaderos, su clase, sus “presidentes eternos”, su sonrisa cortés, lo que se necesite, hasta hacer el ocho con la cola con tal de evadir cualquier confrontación. Y más si la confrontación requiere argumentos, reflexión, carácter.

4. Ciudadanías libres

Al comienzo de la campaña destacó la presencia de una joven que apoyó decididamente a Gustavo Petro en un evento público en Buga. Se trató de la líder cívica Tulia Mercedes Barreto de Gurisatti, madre de la periodista y directora del Canal RCN, Claudia Gurisatti. El apoyo fue calificado de paradójico pues la hija, desde su posición de poder, ha mostrado una inclinación intermitente por ideas reaccionarias de derecha y, a pesar de que la parrilla noticiosa del noticiero que dirige tiene informes de amplio espectro, a veces, en la edición, destacados y titulación es clara la preferencia política de quien dirige y la filiación empresarial de esta productora de información. Un caso difícil de dirimir en el ámbito privado de lo familiar, pero diciente sobre el carácter de juventud. En una campaña donde tantos jóvenes prefieren arroparse con ideas seniles es alentador ver la juventud de muchos de sus padres listos y abiertos a enfrentar el mundo con ideas nuevas.

Otro ejemplo llamativo sucede también en los sitios donde se informa y se forma a la juventud, por ejemplo, en la universidad y, en este caso, en las altas instancias directivas de una universidad privada. Uno de ellos, en el evento de registro de la candidatura por firmas de la campaña de Vargas Lleras, llegó a : “Vargas Lleras es el mejor antídoto que tenemos contra los mamertos de este país que quieren implantar en Colombia el régimen de Venezuela". Hace pocos días, Isabel Segovia, vicepresidente del de esa misma universidad y tercera mujer que ha formado parte del Consejo Superior en toda su historia, dio un paso adelante y anunció en su columna en El Espectador su voto por Petro: “Seamos valientes y generosos, no debemos tenerle susto a una Colombia en paz, libre y más equitativa”.

Es llamativo que las fórmulas presidenciales de las candidaturas de Sergio Fajardo y Humberto de la Calle no hayan seguido el mismo camino de su pareja electoral: Claudia López y Clara López hicieron un divorcio express y pasaron a apoyar sin ambages la campaña de Gustavo Petro. Basta con cotejar los programas de las campañas de Petro, Fajardo y De la Calle para encontrar una inmensa cantidad de semejanzas y una serie menor de diferencias conciliables (esto se puede hacer en la página ). Este ejercicio de comparación plantea una hipótesis. El voto en blanco anunciado por Fajardo (y por muchos) junto al distanciamiento de De la Calle, más que un acto libre y razonable de escepticismo, parece responder a otros factores: una mezcla de clasismo, racismo, cálculo personalista y testosterona, bajo el cliché de la polarización. Pareciera que el par de candidatos no pudieron nunca sobreponerse al hecho de ser derrotados por Petro en primera vuelta y antepusieron lo propio a lo colectivo: uno prefirió irse a ver ballenas lejos del mundanal ruido y el otro ha procurado no pisar callos tal vez para no afectar la imagen de su bien posicionado bufete de abogados (adquirido en 2015 por Garrigues, la firma legal más grande de España).

Un último ejemplo, sería el modo como la escritora Florence Thomas, anunció su voto: “Votaré por Ángela María Robledo y su acompañante masculino”.

Los casos anteriores son dicientes, en los cuatro casos se trata de mujeres, en concordancia con la pauta democrática y de igualdad de la campaña de la Colombia Humana de Gustavo Petro.

5. El miedo a la libertad

En la película Easy Ryder (Busco mi destino) de 1969, dos jóvenes motoristas se abren camino por las carreteras del sur oeste y sur de Estados Unidos. En un pueblo son detenidos por su atuendo hippie y por “circular sin permiso”, son llevados a una cárcel y de ahí salen gracias a la ayuda de un joven abogado, al que la policía le trata sus borracheras con benevolencia pues pertenece a la élite de una familia prestante del lugar. El joven abogado se suma a los dos jóvenes nómadas en su camino hacia un carnaval. En la noche, al no ser aceptados en ningún hotel, acampan y, en medio de una fogata, George Hanson, el joven que ha traicionado su destino de niño bien, habla con Billy, uno de los hippies:

GH: ¿Saben? Este solía ser un país maravilloso. No puedo entender qué le ha ocurrido.

B: Todo el mundo se volvió cobarde, eso es lo que sucedió. Ni siquiera podemos entrar a un hotel de segunda. ¡Un motel de segunda! ¿Entiendes? Piensan que vamos a cortarles la garganta. Tienen miedo.

G: No tienen miedo de ti. Los asusta lo que representas para ellos.

B: Lo único que representamos, es alguien que necesita un corte de pelo.

G: Lo que representas para ellos, es libertad.

B: ¿Qué hay de malo ser libre? De eso se trata todo.

G: Así es. Pero hablar de ello y serlo son dos cosas distintas. Es muy difícil ser libre cuando te compran y te venden en el mercado. No vayas a decirle a nadie que no es libre porque son capaces de matarte o lastimarte para probarte que sí lo son. Oh, sí. Te hablarán y te hablarán de libertad individual. Pero si ven a un individuo libre, se asustan.

B: Pero no salen corriendo asustados.

G: No. Se vuelven peligrosos.

Spoiler: en una secuencia posterior, mientras duermen al resguardo de un paraje solitario, los tres jóvenes son atacados por un grupo de hombres en complicidad con la fuerza policial de un pueblo que visitaron en la tarde. Al joven abogado le rompen el cráneo y muere.

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