OPINIÓN

Uribe va a redactar un documento

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Finalmente pasó lo que hace algún tiempo sabíamos que iba a pasar. Me alegra no sólo como colombiano (y como ser humano en general) sino por el futuro mismo del proceso de paz. Usualmente no soy un buen lector del sentimiento colectivo, pero tengo la impresión de que la gente – la misma que va a votar en el plebiscito – estaba exhausta ya con los comunicados, los ciclos de negociación, las peleas de lado y lado, y el proceso en general. Que se haya firmado un acuerdo de paz con la guerrilla, creo yo, es un hecho bueno objetivamente.

Pero Álvaro Uribe está bravo y va a redactar un “documento” (no sé de qué tipo, si una carta o un ensayo o un panfleto o un PDF). Me parece una ingenuidad lo del “documento”, porque hasta él debe saber que eso no sirve para nada. Pues, cuando digo “para nada” estoy hablando de la capacidad que tenga el documento para influir sobre el resultado de la negociación. Seguramente va a servir para otras cosas, como canalizar sus ansiedades, radicalizar aún más a su triste camarilla de porristas, y asustar, asustar, y asustar.

Tengo que decir que ya con el papel en la mano; ya con el acuerdo de paz firmado con esta guerrilla que nos tenía locos, he perdido por completo la capacidad de interpretar la posición de Uribe y su gallada. Aunque parezca tardío o ingenuo de mi parte, sólo hasta hoy perdí esa capacidad. Antes de eso creía que entendía al menos por qué Álvaro Uribe hacía lo que hacía y decía lo que decía, pero ya no, y voy a contarles cómo llegué a este punto.

Juro que la historia es real. Una amiga austríaca leyó en un periódico extranjero que se había firmado un acuerdo de paz en Colombia y una breve descripción del panorama político local. Me felicitó, pero me preguntó si era cierto lo que decía el artículo sobre la oposición que el Presidente anterior le hacía al Presidente actual. Le dije que no era ni siquiera una oposición sino una enemistad, y le expliqué con toda la objetividad cuál era la retórica de la oposición sobre el proceso de paz.

Ella no entendió. De entrada le pareció raro que alguien se opusiera a un proceso de paz. Yo le expliqué que no era al proceso de paz sino a la manera como este se conducía o al contenido mismo de lo que se había negociado. Como me irrita que la gente se haga una idea muy superficial de alguna situación política compleja de otro país, hice la tarea de dar una explicación justa (creo yo) del Centro Democrático. Pero eso sólo fue más confuso, porque explicar con más detalle sólo generaba más sensación de “y qué?”, teniendo en cuenta que al otro lado estaba el compromiso de dejar las armas. ¿Dejar las armas por qué? ¿Por un censo agrario? ¿Por quitar el umbral de personería jurídica de los partidos? ¿Por tratar el tema de las drogas como un problema de salud pública y no como un problema penal? ¿Por darle participación política a un grupo tradicionalmente marginado? Pues me parece buenísimo que se haga todo eso aún sin que me den los fusiles, pero el negocio me gusta aún más con fusiles incluidos (omito a propósito el tema de la justicia por razones de sesgo profesional).

Y ya en ese punto me cansé. Me parece jartísimo tener que seguir fingiendo que lo que Uribe y su gente hacen es serio. Como estaba irritado con el tema del “documento” que va a redactar, mezclé esta frustración general con algunas contradicciones que son simplemente inolvidables. Como que Uribe hizo su proceso de Justicia y Paz donde la idea original era meter a máximos responsables de delitos internacionales en fincas de trabajo por ocho años. Fue el mismo proceso que llevó a que más de treinta mil combatientes pasaran derecho de la guerra a la sociedad civil, simplemente con un cartón. Fue el mismo Presidente que intentó hacer un proceso de paz con las FARC pero que no pudo. Y todos éstos son hechos notorios y ciertos; no son rumores. Quiero que alguien le pregunte a Paloma Valencia, o a Maria del Rosario Guerra, o alguno de los familiares de alguien que fue alguien en el Gobierno de Uribe que ahora hace parte de su grupito sobre esto para saber qué responden. Yo ya sé qué va a responder Uribe, pero quiero saber qué responden sus amigos. No por retarlos – solamente por curiosidad, porque no se me ha podido ocurrir una explicación sensata a estas contradicciones. Toca preguntarle a Pastrana también, no sólo porque él no tiene amigos y entonces no hay alguien distinto a quién preguntarle, sino porque es más simpático. Oír a Pastrana explicar por qué lo que él hizo estuvo bien, pero lo que Santos hizo estuvo mal debe ser espectacular.

Y bueno, Uribe va a redactar su “documento” y va a salir furioso a pasearlo por todo el país. Ojalá su proyecto fracase rotundamente y en el plebiscito se gane el respaldo al acuerdo de paz de manera arrolladora. Me gusta que ese sea el ejercicio político ahora: se puede salir a decir locuras a todo volumen y nadie dispara. Si se logró eso, se logró todo. Porque si se pueden decir las mentiras, imprecisiones, falsedades, y contradicciones a los que estos personajes nos tienen acostumbrados, con seguridad también se pueden decir cosas sensatas. Entonces mi decisión es votar a favor de este acuerdo, y al mismo tiempo criticar y criticar todo lo que no me suene en su implementación.

Me encanta saber que mi voto en el plebiscito va a contar más que el documento ese de Uribe. Igual el de cualquiera de ustedes que salga a votar.

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