OPINIÓN

Venganza

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El énfasis en las víctimas tiene como corolario el privilegiar también su rencor

Uno de los aspectos de la justicia transicional menos atractivos, y menos debatidos en Colombia, es el de la venganza. El énfasis en las víctimas tiene como corolario el privilegiar también su rencor. La imaginación moral, limitada como está por la falta de experiencia, nos permite en todo caso suponer la dimensión del odio de los sobrevivientes del horror. Así, el gobierno de las víctimas, por justificado que parezca, eventualmente es también el gobierno de ese odio feroz.

Sin duda muchas víctimas con los años encuentran una claridad moral que sobrecoge. El perdón y la generosidad con los guerreros, la comprensión de los motivos y la humanidad del otro, y la voluntad de sacrificarse por una causa mayor, son todos también parte del paisaje moral de los sobrevivientes. Y algunos son gigantes, liderando incluso a naciones enteras a la reconciliación.

Pero otros son más humanos, y reclaman, como sin duda yo reclamaría, su libra de carne en pago de un sufrimiento que es en todo caso inconmensurable.

Los debates públicos están, en un país con cerca de cinco millones de víctimas registradas, llenos de su odio. Retumba en las declaraciones de prensa de guerreros de parte y parte ya como latido sordo, ya como erupción terrible. Está sin duda presente en el vibrante trinar del expresidente Uribe y sus seguidores, nostálgicos de un gobierno de víctimas de las FARC. Las mismas FARC que se han llamado a sí mismas, desde su creación, víctimas también de otras injusticias…de otros odios.

Pero, ¿se puede un país a las puertas de la paz complacer en fantasías de venganza? ¿Juzgar, condenar, eliminar al vencido, no es acaso botín de vencedores? Se trata, no hay que olvidarlo, de una guerra que no se ha ganado y que nada parece indicar que sea posible ganar para cualquiera de los bandos. Y  quizá se trate de adoptar un perdón generalizado, por un lado como un fuero militar muy generoso, y por el otro como una justicia para guerrilleros que no incluya penas de cárcel ni tampoco inhabilidades para ser elegido.

Esta es una solución que a casi nadie le gusta.

Quizá es imposible pedir el perdón, perdón y olvido por decreto de todos los ejércitos, por “necesidad de Estado,”  porque es lo más útil, lo menos costoso, lo pragmático, lo razonable.  Y es que el deseo de venganza se anida en lugares del cuerpo donde la razón no llega, y donde la destrucción total no parece un destino menos soportable que el diario roer de los rencores…

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