OPINIÓN

Villarraga: ¿El Unico Villano?

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Desde que se posesionó como magistrado, Henry Villarraga generó polémica y resistencia.

Desde que se posesionó como magistrado, Henry Villarraga generó polémica y resistencia.

Su hoja de vida no resistía las exigencias que para el imaginario calificado requiere una persona que vaya a ocupar las máximas instancias de la administración de justicia.

Pero además de eso, la manera como Alvaro Uribe estaba conformando la que sería su propia Corte en medio del enfrentamiento que tenía con el resto de la rama judicial, generó resistencias entre el mundillo especializado y de opinión.

La elección de los magistrados del Consejo Superior de la Judicatura, sala disciplinaria, fue repartida entre los partidos políticos que apoyaban al gobierno Uribe, pero más allá de eso, se exigió que sus magistrados fueran escogidos desde el seno de la clase política, que sentía que solo así podría tener un arma para tratar de parar la andanada judicial que se denominó parapolítica.

Fue así como terminó postulado en una terna de cambio radical, el abogado Villarraga, quien es solo uno de los representantes de ese plan de toma política de la rama judicial a través del Consejo Superior de la Judicatura, plan que sigue vigente con la presencia de los magistrados que aún permanecen del periodo de ternas propuestas por Uribe al congreso.

A partir de su elección se sucedieron uno tras otro, escándalos de corrupción en los cuales el nombre de Villarraga siempre saltaba a la palestra. 

Ya son lugares comunes para los colombianos el carrusel de las pensiones, las tutelas que pretendieron torpedear procesos que llevaba la corte en contra de aforados del anterior gobierno, apertura de investigaciones disciplinarias a la fiscal que pretende investigar el carrusel de las pensiones y finalmente, la grabación que se conoció hace una semana, en la cual Villarraga cuadraba un fallo del cual era ponente, con el interesado en las resultas del proceso.

Hacer un recuento de las andanzas de Villarraga es un asunto muy trillado, lo que provoca que en el imaginario público quede la sensación de que Villarraga es una manzana podrida dentro de una institución y termina distrayéndonos de la realidad que tiene moribunda a la justicia.

Hace apenas un par de semanas, se destapó un escándalo de marca mayor cuando fueron capturados jueces y auxiliares de la justicia, acusados de cobrar dinero para arreglar decisiones judiciales en los juzgados de Bogotá.

Cualquiera que esté medianamente relacionado con las realidades de lo que es la administración de justicia, sabe que los arreglos de fallos a cambio de dinero y de dádivas, no son una excepción en nuestro maltrecho sistema, es lo que día a día se vive en las barandas judiciales. 

Sin embargo, como pareciera que los hechos solo son reales cuando son registrados por la televisión; el País de los medios y del alto gobierno, salió a rasgarse las vestiduras de lo que ocurría con los funcionarios de menor rango en la escala judicial y que fueron capturados por estos hechos, como si se sorprendieran de que esto ocurriese y como si no supiéramos que así funciona el sistema y que la corrupción se irradia desde las altas instancias judiciales.

Puede ser, eso sí, que hoy asistamos a una corrupción mas rampante y generalizada de la justicia, ¿pero qué otra cosa podemos esperar de una clase judicial que se dedicó, al mejor estilo de la política, a amasar poder y obtener beneficios personales derivados del ejercicio del poder, en este caso, del poder judicial?

No en vano en los últimos años hemos visto, uno tras otro, escándalos que involucran a los más altos niveles de la administración de justicia.

Tan graves como la elección de Mario Iguarán como Fiscal General de la Nación con la presunta participación de jefes paramilitares, sin que el Pais haya reaccionado de manera contundente para aclarar la veracidad o falacia de semejante acusación. 

Los investigados en este caso; el Ex fiscal y sus electores, los magistrados de la Corte Suprema, son aforados, por lo tanto, el proceso duerme el sueño de los justos en la Comisión de Acusaciones de la Cámara sin que la justicia haya condenado o absuelto a los involucrados y sin que como sociedad hayamos tenido respuesta a la que sería una infame calumnia, de ser falsa la acusación o uno de los delitos mas graves de nuestra institucionalidad, en caso de ser cierta.

De esa misma época datan las grabaciones que implicaban al ex magistrado del Consejo Superior de la Judicatura, José Alfredo Escobar Araújo, en las que se evidenciaba que un investigado por ser testaferro de Salvatore Mancuso, el señor Giorgio Sale, le hacía obsequios al alto togado en pleno florecimiento de los bloques Córdoba y Catatumbo. Ese proceso también está siendo tramitado por la Comisión de Acusaciones de la Cámara sin resultado conocido.

Numerosas han sido las acusaciones que se hicieron en contra de otro ex Fiscal General, el señor Luis Camilo Osorio, quien nombró en una Dirección de Fiscalías, a al menos un miembro activo de las Autodefensas, tal como sucedió con alias Batichica, ex directora seccional de Norte de Santander, ella está prófuga y el proceso en contra del entonces Fiscal avanza (o mas bien no avanza) en la Comisión de Acusaciones de la Cámara, junto con otros en contra del mismo aforado.

Ya en el gobierno Santos fuimos testigos de cómo se intentó tramitar una reforma a la justicia en la que se negociaron entre Congreso y Cortes una serie de prebendas para unos y otros, llegando a tanto el escándalo de manzanilla y politiquería, que la reforma ya aprobada tuvo que ser tumbada de manera bastante discutible por el gobierno, que no aguantó la presión social en contra de la desfachatez que se negoció. 

Por supuesto, de estos hechos también se generaron sendas investigaciones, una aún reposa en el Consejo de Estado y la otra, la penal, fue archivada en la Corte Suprema, en donde los magistrados que habían cabildeado con los congresistas la reforma, decidieron inhibirse de investigar. En consecuencia, hasta el día de hoy no ha habido responsabilidades declaradas por este acto vergonzoso que nos abochornó como sociedad pero que permanece impune.

Podemos seguir infinitamente hablando de carruseles de pensiones, que contrario a lo que se piensa, no son exclusivos del Consejo Superior de la Judicatura sino que están dando vueltas en todas las instituciones en las cuales el régimen pensional aplicable sea el de la rama judicial; de roscogramas en los cuales se nombran cuotas de magistrados en todas aquellas instituciones en las que intervienen como electores; de las pensiones millonarias que se auto-otorgaron vía jurisprudencial los honorables, etc.

Las anteriores son apenas algunas de las tradicionales prácticas de la justicia que últimamente se han ido descarando hasta terminar en los cruceros por el Caribe entre candidatos y electores; los paseos de toda la sala penal que cierra su actividad y se va a Estados Unidos y a Puerto Rico; las elecciones de enroque en las que las Cortes envían a sus colegas que los han elegido a que los representen en los otros órganos de la judicatura en los que tienen representación (la Suprema envía a sus miembros o ex miembros a la Constitucional y al Consejo Superior), el famoso yo te elijo tu me eliges.

Así las cosas, no nos podemos quedar con la simpleza de la ola de opinión que apunta a Villarraga como el único villano. Haciendo un repaso de todo lo que ha aflorado de sus actuaciones, estas son la sumatoria de lo que generalmente ocurre en la Justicia que pareciera estar llena de villanos.

Solamente una profunda reforma sin consensos de ninguna índole, excepto el de los ciudadanos, es la única posibilidad para recuperar lo que es el pilar de las sociedades civilizadas: una justicia inmaculada.

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