OPINIÓN

Votar y Democracia

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El recurso a la votación para dirimir diferencias es central en la democracia. Pero votar no garantiza decisiones democráticas; de hecho cada decisión por votación es un pequeño fracaso democrático.
 

 

El recurso a la votación para dirimir diferencias es central en la democracia. Pero votar no garantiza decisiones democráticas; de hecho cada decisión por votación es un pequeño fracaso democrático.

Presumiblemente la idea de la democracia es poder explotar las posibilidades de beneficio para todos que solo existen en comunidad, los bienes públicos en un sentido amplio. La primera cuestión entonces es lograr mantener esa comunidad a pesar de los intereses encontrados de los individuos. El día que una comunidad (llámese país, sociedad, familia) acuerda que en últimas las diferencias se resuelven votando y no agrediéndose o matándose, es un gran día. Es el día en que cada diferencia deja de ser una causa potencial de desintegración. Es el día en que los trapecistas acuerdan que debe haber una red bajo el trapecio para no matarse en la caída.

Pero no matarse en la caída dista de aprender a no caer, que es el verdadero objetivo. Garantizar que la comunidad no se desbarate es apenas la precondición de la democracia: lograr que los bienes públicos se materialicen requiere adicionalmente que la comunidad actúe como un todo, que tome decisiones coordinadas y las ejecute. Tanto coordinación como ejecución requieren consensos amplios.

Imagine que en una casa viven cuatro hermanos. Tres de ellos piensan abrir un almacén de garaje y para eso van a quitarle la habitación a Carlitos. Un beneficio para tres pone a Carlos a dormir en el sofá de la sala. Una
decisión democrática no es votar: eso es un ejercicio de fuerza bruta de la mayoría. (De hecho, a los puños tendría más chance Carlos.) El resultado no es coordinado y probablemente tampoco muy ejecutivo; Carlos va a boicotear el almacén y la vida en común se va a agriar después. No, una decisión democrática debe beneficiar a todos, o al menos tratar.

La democracia se logra en la construcción de consensos, no en las votaciones --aunque luego el consenso se formalice con una votación. Se logra en las soluciones acordadas que probablemente no son perfectas para nadie pero sí aceptables para todos. Esas decisiones que parecen colchas de retazos, armadas en medio de discusiones políticas abiertas (por eso la importancia de la transparencia); retazos a veces contradictorios en algún sentido filosófico pero cuyo conjunto comanda aprobación. El objetivo no es consistencia lógica ni rigor académico --aunque ambos pueden ayudar en el camino.

Pero la distinción entre votación y democracia va más allá. No es solo que votar no garantiza decisiones democráticas: las votaciones sin construcción previa de consenso no son efectivas para evitar la desintegración de la comunidad. Si se dan con frecuencia terminan por actuar más como los puños que como la malla de seguridad del trapecista. El grupo se polariza y la minoría deja de creer en el bien público. Carlos se va eventualmente de la casa de sus hermanos. Que es por lo que la "democracia plebiscitaria" de la que habla Laura Gil en su columna de El Espectador ( http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/lauragil/el-alba-contra-la-oea_5574408-1) a la larga no es democracia. Ni en Honduras, ni en Venezuela, ni acá.

Christian Jaramillo

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