A fin de cuentas, ¿quién ganó y quién perdió la guerra contra los paramilitares?
¿Ay de los vencidos?
Es un hecho muchas veces comentado que la justicia, y la verdad, o la memoria colectiva, son botín de vencedores. En una guerra es el ganador quien decide qué historia sobre el pasado llega a las generaciones sobrevivientes. Y si los números son a menudo contumaces, y las disputas sobre número de muertos o la realidad de los mismos tienden con los años a desaparecer, o por lo menos a estabilizarse en torno a ciertas cifras más o menos compartidas, no sucede lo mismo con los significados morales del pasado. La justicia o injusticia de los sucedido, el nombre y procedencia de víctimas y victimarios, los hechos calificados como heroicos o como atroces, el nombre mismo de los muertos, son botín de vencedores.
Por eso es tan curioso que si bien parece que en general los paramilitares ganaron la guerra en buena parte del país, no hayan ganado la posibilidad de hacerse a la verdad. Los informes, los reportes, el cubrimiento de prensa, los casos judiciales, las versiones oficiales con las que gota a gota se construye el río de lo que a través del tiempo nos imaginamos que pasó, es otro. Allí aparecen como monstruos de crueldad, aliados con élites económicas y políticas sin corazón y sin escrúpulos. Cada vez más ese momento en que el Congreso aplaudió en pleno la presencia en su aula de los jefes paramilitares aparece como un momento de ignominia, y no, como se quiso presentar en su momento, el desmonte patriótico de una guerra fratricida.
El reciente fallo del Tribunal Superior de Medellín, al excluir a algunos paramilitares de los beneficios de la Ley de Justicia y Paz, hace un detallado recuento del surgimiento del paramilitarismo en Antioquia e involucra al ex-presidente Uribe. Los hechos se han repetido en varios foros, pero en cuanto fallo de un tribunal antioqueño, sorprende no sólo por su contenido, sino por su certeza sobre la identidad de víctimas y victimarios. Porque si hay un lugar donde los paramilitares habían triunfado era en Antioquia, el departamento que de muchas formas más ha sufrido la guerra de los últimos veinticinco años. Y donde se gestó, según tantas versiones, la expansión del poder paramilitar en alianza una parte importante de las Fuerzas Armadas, otra del establecimiento y otra de los narcos. Y sin embargo allí están, los tres togados afirmando con toda la fuerza legitimadora del derecho, que el mismo ex presidente Uribe debe rendir cuentas de cómo fue que pudo estar, por usar la metáfora del mismo tribunal, metido en una piscina sin mojarse.
Una vieja historia cuenta que cuando los bárbaros invadieron Roma pidieron un rescate en oro que pesaron en escalas amañadas para beneficiarlos. Al señalarle los romanos la injusticia de su proceder, el jefe bárbaro puso su espada en la escala, de manera que el oro a pagar fue aún mayor, y dijo, “¡ay de los vencidos!”
Pero ¿fueron acaso vencidos los ejércitos paramilitares? El que crea que fue así, lo invito a acercarse más a los procesos de restitución de tierras en zonas “liberadas” de paracos, zonas que no están “macrofocalizadas” porque el Estado mismo no se atreve a prometer devolver tierras donde su dominio es apenas nominal. Cuando uno va a estas zonas le dicen con resignación que ahí siguen estando ejércitos de muchachos a los que califican con el misterioso mote de “los mismos.”
Entonces, a fin de cuentas, ¿quién ganó y quién perdió la guerra contra los paramilitares?