El enroque Pinzón-Villegas

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Al cambiar a Juan Carlos Pinzón por Luis Carlos Villegas en el Ministerio de Defensa, el presidente Juan Manuel Santos cambia un vocero de los militares ante su gobierno por uno de su gobierno ante los uniformados y abre así la puerta para que las Fuerzas repiensen su papel tras una eventual firma de un acuerdo final en La Habana.

Villegas, actual embajador ante los Estados Unidos y por muchos años director de la Andi, ya había sonado como ministro de defensa en 2009, cuando el entonces presidente Álvaro Uribe le permitió a Santos elegir su sucesor, que al final fue Gabriel Silva. El rumor sobre este enroque tenía tanta fuerza que hace tres meses circuló entre los militares una foto de una nueva cúpula donde aparecía como ministro.

La salida de Juan Carlos Pinzón, quien lo reemplazará como embajador en Washington, estaba cantada.

Pinzón viene del corazón del mundo militar y fue un gran defensor del estamento castrense en el Gobierno: les devolvió cargos en el Ministerio, reajustó sus pensiones, aumentó las comisiones al exterior, amplió las asesorías de los retirados, y era el Ministro cuando Santos revivió dos primas que había derogado el Gobierno Uribe. Pero su lenguaje de crítica permanente al proceso de La Habana lo había puesto en una situación muy complicada para liderar a los militares en la fase final de ese proceso.

Durante toda la primera etapa, Pinzón jugó el rol del "policía malo" amplificando la visión que tenían los militares de las Farc como enemigos y de los riesgos que planteaba el proceso de paz. También reforzando la idea de que la arremetida militar continuaba a pesar de las conversaciones en La Habana.

Pero ahora que las fuerzas finalmente parecen haberse alineado con la negociación de la Habana ese discurso bélico comenzó a desentonar e inclusive llevó a Pinzón a contradecir públicamente al Presidente en más de una ocasión. Como cuando en octubre fustigó publicamente el viaje de Timonchenko a Cuba (que había sido autorizado por su jefe) y más recientemente, cuando el Presidente suspendió la fumigación con glifosato.

Según varias fuentes consultadas, la función de Pinzón frente al proceso parecía ya estar cumplida: ya quedó en el proyecto de justicia penal militar algo que para los militares era fundamental y es que serán juzgados bajo el Derecho Internacional Humanitario; y, cada vez es más claro que incluso los falsos positivos estarán cobijados por la justicia transicional.

Ahora la pregunta es cómo se van a repensar las Fuerzas Militares para enfrentar los retos de esa justicia transicional y para aceptar un futuro sin Farc que necesariamente pasa por la recomposición de las fuerzas para el posconflicto.

Para eso es más útil un buen negociador que haya trabajado cerca de los negociadores de paz, que una voz opositora a ellos en el Gobierno.

Los retos de Villegas

Villegas, un político y funcionario público risaraldense, tiene una larga carrera en el sector público. Ente otros cargos fue gobernador de Risaralda, vicecanciller y presidente de la difunta Corporación Financiera de Occidente. Pero es sobre todo conocido por haber sido director de la Andi entre 1996 y 2013, y haber liderado en ese gremio una transformación que lo llevó a pasar de ser el de los industriales a convertirse en el gremio de todo tipo de empresas.

En esos cargos, el nuevo ministro ha demostrado un estilo de liderazgo vertical, similar al que hay entre los militares.

“Tiene un estilo de liderazgo de estructuras jerárquicas” explica una persona que lo conoció en la Andi. ” Su corte no es el de hacer comités para todo y discutir las cosas, sino de dar órdenes,” explica otra persona que trabajó muy cerca de él recientemente. “Arma grupos cerrados, de dos o tres personas, para que hagan lo que él diga”.

Ese estilo no siempre cae bien. "Puede ser distante y algo sobrado”, agrega un ex subalterno. “Es un dictadorcito”, dijo otra persona que trabajó cerca de él recientemente. “Es complicado”.

En lo que están de acuerdo amigos y enemigos es en que es una persona capaz. “Es estricto pero muy cordial, y un tipo brillante, con el país y el mundo en la cabeza," dice uno de sus antiguos colaboradores. “La gente tiene muy buen concepto de él. De inteligente, lógico y capaz de resolver temas”.

Ese estilo y esa capacidas pueden ayudarle a hacer la tarea en el Ministerio, pero Villegas no la tiene fácil de entrada.

"Llega con el sambenito de haber pasado por La Habana”, explica un conocedor de asuntos militares. “Muy mal ese personaje, no le cae muy bien a la tropa, hay mucha desconfianza de la futura gestión” dice otra fuente del mundo militar.

El cambio, para el sector más radical de los uniformados, es sinónimo de no tener un representante en el gabinete. “Nos vendieron en La Habana” le dijo a La Silla un militar..

“Algunos sectores dicen que ahí sí se viene la condena para los militares en el proceso de La Habana”, explica una fuente del Ministerio.

Esa prevención con la que arranca Villegas no es fácil de superar.  Sobre todo porque, como dijo otra fuente que tampoco quiso ser citada, "siempre nombraban ministros que defendían a los militares y ahora será contraparte". 

Más en una circunstancia como la actual, en la que las encuestas muestran una fuerte crisis de imagen de Santos y una creciente presión para ver resultados en La Habana. Y en la que el uribismo le ha hecho recientemente varios guiños a los militares.

De hecho, según supo La Silla, la decisión del cambio estaba tomada hace semanas y se suponía que se iba a dar en abril, pero la masacre de 11 soldados por las Farc en el Cauca demoraron la ejecución porque el ambiente político hacía más difícil sacar a quien ha sido el gran portavoz de los militares.

Ese ambiente hace más dura la principal tarea del nuevo ministro. “Le toca venderles el acuerdo (a los militares) y gerenciar el posconflicto”, explica otro experto.

Para eso, una de las primeras tareas (que ya está agendada, según una fuente que conoce los intríngulis del mundo militar y del Ministerio) es cambiar el comandante del Ejército.

El actual comandante, general Jaime Lasprilla, es un militar tropero, con un discurso tan fuerte contra el proceso de paz como el de Pinzón. Eso difícilmente caza con un cambio de orientación bajo Villegas, que probablemente tendrá un discurso más alineado con las negociaciones de La Habana.

Una decisión de Lasprilla muestra que el cambio está casi listo: según supo La Silla, el general ya envió a su ayudante y su jefe de escoltas a comisión al exterior, algo que se suele dar como paso previo a la salida del cargo.

El reemplazo de Lasprilla seguramente será el general Alberto José Mejía, uno de los super poderosos de los asuntos militares, Mejía es un oficial más político, con ideas que encajan más con un ejército para el posconflicto, y que ha hecho toda la carrera para llegar a la comandancia, como ser uno de los líderes del comité que definió la reestructuración de las Fuerzas Militares o haber pasado por el Army War College de Estados Unidos.

Ese cambio, a pesar de lo necesario, puede dar pie a dificultades, no solo por los apoyos que tiene Lasprilla dentro de las fuerzas sino porque Mejía sería el cuarto comandante en dos años, algo atípico (los comandantes suelen durar un par de años) en una institución muy tradicional. Además, de ser nombrado Mejía, tendrían que salir unos ocho generales que son más antiguos que él.

Aún si logra hacer esos cambios y armar una cúpula más afín a un cambio de línea, el reto de Villegas es inmenso.

Curiosamente, Pinzón puede ayudarle a hacer esa tarea desde Washington. En Washintgon Pinzón podría ayudar a consolidar la transformación de las Fuerzas que inició consolidando la posibilidad de que los militares participen en misiones internacionales, uno de los escenarios que se tienen previstos para los soldados en el posconflicto.

"Conoce y lo conocen muy bien en Estados Unidos. Con su hoja de vida que mezcla el sector privado, la secretaría general de Presidencia y el Ministerio, puede jugar en todas las canchas para representar a Colombia. Además, lo quieren demócratas y republicanos", dice una persona que conoce a Pinzón.

Lo que en todo caso sí logrará de entrada este enroque es romper el cortocircuito entre el Ministerio de Defensa y los negociadores de paz que se mantuvo durante los últimos cuatro años.

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