El fallecido empresario de taxis nunca tuvo la capacidad de inclinar la balanza para la Alcaldía de Bogotá, como solía decirse. Más estratégico fue controlar buena parte del gremio sobre todo en la pelea contra Uber.
A Uldarico no le hizo falta poner Alcalde
Uldarico Peña, foto de larepublica.com
Uldarico Peña, uno de los empresarios de taxis y líderes de ese gremio más polémicos de Bogotá, murió el domingo considerado todavía como un superpoderoso de la ciudad.
Hasta que estuvo al frente de Taxis Libres, la empresa más grande de taxis de Bogotá, un guiño suyo tenía el potencial de paralizar la ciudad (aunque el final esa capacidad recayó más en otros líderes). Y esa, que ya era mucha, fue su mayor capacidad de influencia, pues el supuesto poder electoral que le endilgaban era más un mito que realidad.
Sin votos
De Uldarico Peña se decía, por ejemplo, que tenía el poder de mover los votos de los taxistas para definir quién era alcalde:
Uldarico Peña fue un señor muy poderoso política y empresarialmente. El gremio de taxistas, dirigido por él, paralizó la ciudad e inclinó la balanza política local más de una vez. Si Atila fue el rey de los hunos, Uldarico fue el rey de los unos. Descanse en paz. https://t.co/sRY2D41mxy
— Daniel Coronell (@DCoronell) 6 de mayo de 2018
Y solía darle su venia al candidato que más le gustaba o se acoplaba a sus intereses, pero en la práctica nunca demostró una gran fuerza electoral.
Por ejemplo, a Antanas Mockus le manifestó su respaldo en su segunda campaña a la Alcaldía, en 1999 e incluso se identificaba como “mockusiano”. Pero, como lo contó Dinero el empresario le puso 2.700 votos.
Es decir, una votación tan pequeña (apenas para elegir un edil), que difícilmente inclinaría la balanza a favor de alguien. Mockus, para tener una idea, ganó con 681 mil votos frente a Maria Emma Mejía, que obtuvo 536 mil.
Lo que sí logró en el gobierno de Mockus fue paralizar la ciudad un día con el paro que lideró, junto a otros empresarios de taxis y buses, el 2 de agosto de 2001, cuando les impusieron el Pico y Placa.
Alicia Eugenia Silva, entonces secretaria privada de Mockus, recuerda que a pesar de la presión no hubo negociación con los taxistas y que incluso mandó a poner multas a todos los que obstruyeron vías. La medida no se modificó y los taxistas terminaron conciliando con el Alcalde.
En 2002, Uldarico apoyó a Juan Lozano, que perdió contra ‘Lucho’ Garzón. “La gente me decía que tenía mucho poder, pero con ese resultado no lo demostró”, nos dijo Garzón, que, en todo caso, lo sintió como un aliado. En eso ayudó la buena relación de su Secretario de Gobierno, Juan Manuel Ospina, con el empresario. Era preferible tenerlo en el bolsillo.
En las elecciones de 2015, Rafael Pardo recibió el apoyo de un sector de taxistas porque los apoyaba de frente en medio de las críticas por mal servicio que se generalizaron cuando llegó Uber con su servicio de lujo.
Ahí estaba Uldarico, pero ese apoyo, de nuevo, no fue suficiente para una victoria, ya que Pardo perdió por 140 mil votos, una diferencia que el gremio de taxistas no hubiera podido cambiar.
El halo de que era muy influyente, de todas formas, se mantenía y en parte por eso en esa campaña hubo revuelo en redes sociales por un video confuso en el que aparecía prometiéndoles 100 mil pesos a dos taxistas que le dijeron que iban a votar por Peñalosa.
Terminó señalado de estar comprando votos, a lo que respondió que simplemente les iba a regalar unas calcomanías del candidato (a pesar de su apoyo a Pardo), que lo de la plata era un chiste y que estaba dispuesto a trabajar por Bogotá sin importar qué alcalde quedara electo.
En el fondo, poner alcalde no le hizo falta. Su poder radicaba no tanto en sus relaciones políticas, sino en tener el control y la vocería de una empresa tan grande porque, ante el asomo de cambios en el sistema, como el que plantea Uber, su influencia fue envidiable.
El poder del paro
Uldarico Peña siempre dijo no ser dueño de ningún taxi, pero su poder radicaba en que como gerente de Taxis Libres daba los permisos de la empresa para que los taxistas pudieran salir a trabajar.
Además, la empresa, como cualquier otra del sector, manejaba el negocio de los cupos (la plata que le deben pagar los dueños de los taxis a las compañías para poder usar su nombre), que hoy cuestan alrededor de 100 millones de pesos cada uno. (Hace más de 30 años, el Estado entregó a los privados el derecho a tener un taxi y en vez de concesionarlos por un periodo los vendió y eso es lo que es un 'cupo'. Luego, cuando congelaron la venta de 'cupos' éstos se cotizaron).
Tener esa capacidad en una empresa que llegó a tener 35 mil afiliados hacía que el poder de Uldarico no fuera menor en el gremio.
Además porque, más allá de la anécdota del paro infructuoso contra Mockus, tan solo la posibilidad de amenazar con un paro de tantos taxistas hacía que su voz fuera escuchada por alcaldes y ministros.
Eso también le dio poder de lobby y de chantaje ante las autoridades, incluso nacionales.
La ultima muestra de eso se notó, como contó La Silla, en 2015, en época preelectoral y un par de años antes de su retiro, cuando el debate por Uber estaba caliente.
Los taxistas amenazaban con un paro nacional y el Ministerio de Transporte, para evitarlo, terminó firmando decretos que, por un lado, les abrían la puerta a esas empresas para quedarse con el negocio del transporte de lujo. Y eso beneficiaba a Uldarico porque a pesar de oponerse a la plataforma él ya estaba incursionando en ese negocio con empresa propia, Taxi Imperial.
En sus decretos, el Ministro también dejaba a un lado el plan para legalizar Uber y otras plataformas similares, lo que favorecía directamente a los taxistas en su cruzada contra esa aplicación.
Fue una pelea que ganó Uldarico, entre otros, con el líder de taxistas Hugo Ospina, que no es empresario pero que en los últimos años ha demostrado ser muy influyente entre los conductores, que lo escuchan a la hora de llamar a paro.
Éste cree que la muerte de Uldarico genera un vacío grande por el liderazgo que demostró en momentos como ese y por la capacidad para solucionarles inconvenientes a los taxistas que no sólo tenían que ver con sus preocupaciones con Uber: “Si se dañaba algo, él gestionaba, llamaba y arreglaba el problema que fuera. Stefanía Hernández, su sucesora, no tiene la misma experiencia”, dice Ospina.
En los últimos años Taxis Libres ha perdido afiliados. Para 2016, de acuerdo con la Secretaría de Movilidad, tenía 16.742 afiliados, que en todo caso representan el 34 por ciento de todos los taxis de Bogotá y por eso sigue siendo la más grande.
Una empresaria del sector que pidió reserva le contó a La Silla Cachaca que 4 mil taxis están tratando de desvincularse de esta empresa porque sin Uldarico, que entregó las riendas desde hace un año por su enfermedad y su edad, la administración se ha puesto del lado de la Alcaldía en la apuesta de Enrique Peñalosa por cambiar los taxímetros por tabletas.
Y es que, aunque Uldarico siempre estuvo a favor de la modernización de los taxis (impulsó por primera vez el radio dentro del sistema), estuvo en contra de la propuesta de Peñalosa, nos dijo la empresaria, por considerar que les generará a los taxistas un gasto más que no podrán sostener.
Su ausencia, en todo caso, no le quita poder de incidencia a los líderes de ese gremio. Siempre se dijo que mientras Uldarico daba la cara y era el megáfono, su socio Eduardo Hernández era el que realmente tomaba las decisiones en su emporio empresarial. Y él sigue vigente.