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El Congreso ya va a cumplir tres meses de trabajo y los congresistas, de gobierno, independiente u opositores, dicen que no sienten al Gobierno presente.
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Están trabajando sin consensos y sin liderazgo claro.
Congreso y Gobierno, un noviazgo que se enfría
El arranque del Congreso en la presidencia de Iván Duque ha sido diferente a todos los pasados: sin participación burocrática en juego entre los congresistas y el Ejecutivo, y sin una bandera del Gobierno que emocione, la relación es distante. Por primera vez en más de medio siglo pareciera que una cosa es el Congreso y otra el Gobierno.
Por esta razón, lo que históricamente ha sido un noviazgo largo hoy es una relación fría e incierta, que puede que se termine de romper o que en algún momento se componga.
Eso, por ahora, depende de Duque y de sus tres funcionarios encargados de la relación con el Congreso: la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez; su viceministro, Juan Manuel Daza; y el alto consejero presidencial para la Política, Jaime Amín.
Pero para 13 congresistas de todos los partidos que hablaron para esta nota, ninguno de ellos tiene un liderazgo claro y prácticamente se sienten sin acompañamiento del Gobierno.
“Es como si el Gobierno hablara un idioma y el Congreso otro”, le dijo a La Silla Vacía un conservador.
Aunque eso no significa que estén enfrentados, la ausencia de la usual lógica de participación burocrática y la ausencia de una bandera lo suficientemente atractiva para que se le monten al bus los congresistas, refuerza la idea de que ese noviazgo va por mal camino.
El enfriamiento
Es inusual que un Presidente, en su primer año, no tenga unas mayorías claras en el Congreso. El apoyo formal a Duque de las bancadas que se declararon de gobierno es insuficiente para poder sacar adelante con tranquilidad las reformas y proyectos que presentó, tanto porque son la mitad a ras como porque no es un bloque atado al Gobierno.
Eso porque con Juan Manuel Santos esa gobernabilidad dependía de la burocracia (luego le ayudó la bandera de la paz, polémica pero muy fuerte en algunos sectores) y con Álvaro Uribe de una mezcla de ésta y del liderazgo del entonces presidente, especialmente con sus propuestas de mano dura en seguridad.
Nada similar ha pasado hasta ahora.
De un lado, hasta ahora Duque no ha demostrado que tenga una bandera suficientemente fuerte para que algunos congresistas se la jueguen por ellas, como lo fueron en su momento la seguridad democrática de Uribe o la paz con Santos. La economía naranja o la idea de los pactos nacionales, que ha presentado el Presidente, no han movilizado a sectores de congresistas ni a favor ni en contra.
De otro lado, como ha contado La Silla, por ahora la transacción burocrática está reducida a su mínima expresión, en la medida en que Duque solo le ha dado algo de burocracia a los partidos de gobierno y no ha abierto la llave para atraer congresistas menos cercanos.
“Esto es una muestra del mensaje que quiere dejar Duque, de que el Gobierno puede dejar trabajar solo al Congreso”, afirmó un congresista conservador.
La sensación a la que se refiere es que ese mensaje va más allá de no dar puestos ni cupos indicativos (el nombre técnico de la mermelada) para plantear una relación independiente entre Ejecutivo y Legislativo.
Aunque hace más de un mes, después de la gran votación de la Consulta Anticorrupción, Duque se sentó con voceros de todos los partidos para ver cómo consensuar proyectos que hagan realidad lo que propuso la consulta, es la única vez que los congresistas se han sentido parte de un proyecto común.
“Por repetir que prohibirá la mermelada se le olvidó que al Congreso llegó una generación de nuevos congresistas que quieren trabajar para sacar adelante proyectos” le afirmó a La Silla un congresista primíparo de Cambio “y que sin consensos previos es imposible”.
Eso porque ese tipo de socialización con el Gobierno solo se vio en las mesas técnicas anticorrupción, que ayudan a que el trabajo en las sesiones oficiales del Congreso sea más ejecutivo y a que haya mayor concertación de los proyectos entre legisladores y Gobierno.
Eso se ha notado no solo en la evidente falta de coordinación en la Reforma a la Justicia, cuando Paloma Valencia, copartidaria de Duque, presentó un proyecto que iba en sentido contrario al del Gobierno, sino en que las comisiones están trabajando mucho más que antes.
Por ejemplo, las comisiones Primeras están sesionando cuatro días de la semana, cuando en el pasado solo lo hacían dos días, y durante tres semanas seguidas el presidente del Senado, Ernesto Macías, ha cancelado la plenaria al menos un dia, justificando que las comisiones están reunidas.
Además, según la Revista Semana, que tituló: “Reforma política ¿ y la ministra del Interior?”, en el primer debate de la reforma no se logró aprobar el texto porque la Ministra no logró llegar a ningún consenso.
Esa forma de trabajar en la que el Gobierno está menos inmiscuido en el día a día del Congreso lleva a que los parlamentarios se sientan solos pues, incluso si puede ser saludable para la separación de poderes, el cambio desorienta.
La soledad de los congresistas
Los 13 congresistas están de acuerdo en que no solo no hay mermelada visible, sino que, más allá de eso, el Gobierno tampoco ha metido la ficha para garantizar que le aprueben sus proyectos. La gran mayoría dice que falta un liderazgo claro.
“Cómo quiere el Gobierno que yo defienda una propuesta de ellos si nunca nos llaman a explicarnos lo que quieren hacer ni nos invitan a radicar los proyectos”, le dijo a La Silla un congresista del Centro Democrático por fuera de micrófonos para no tener problemas.
“Siempre acabamos ahí por iniciativa propia, pues están esperando que nosotros como borregos le digamos sí a todo”, continúa. Y asegura que no ha sentido cerca a ningún funcionario del Gobierno.
Algo similar le expresó a La Silla un senador de Cambio Radical, quien teme que con esa falta de coordinación y lo que siente que es un gobierno dormido, la oposición gane espacio en el Congreso y facilite una victoria presidencial de Gustavo Petro en 2022.
Los congresistas consultados dicen que no han sentido que los busquen Amín ni la ministra Gutiérrez, o sus asesores, para armar consensos; que Amín, que viene de ser senador uribista, habla con aquellos de quienes es cercano; y que la Ministra solo los saluda.
Eso lo ven como una falta de liderazgo, o falta de interés de la otra parte en el noviazgo.
Buscamos a la Ministra, para preguntarle su punto de vista sobre el tema, pero nos informaron que se debía agendar una cita para hablar con ella y al cierre de esta historia no ha sido programada.
Y también a Amín, pero no respondió a nuestros mensajes.
Para los congresistas, la falta de liderazgo quedó evidenciada en que quien manejó el primer debate de la Reforma Política en el Senado fue el ponente Roy Barreras, quien se opuso a hacer parte de la coalición de gobierno, y no un ministro o un senador gobiernista (José Obdulio Gaviria tenía su propia ponencia, alineada con la del Gobierno, pero no tuvo el manejo del debate, que se planteó alrededor de la ponencia de Roy y no de la suya).
También señalan que, en ese mismo proyecto, la iniciativa de la Ministra de reunir a los ponentes para buscar un consenso solo logró luz verde en cinco puntos en los que no había debate y que se aprobaron por unanimidad, mientras que después las mayorías de la comisión lograron que pasaran 14 puntos de Barreras que no compartía el Gobierno.
Lo más grave del caso es que el primer semestre de un Gobierno suele ser “el de cortesía” en el Congreso, como le explicó a La Silla un congresista conservador.
Eso porque tiene capital político y los congresistas suelen ayudarle a sacar adelante sus proyectos y no le muestran los dientes a pesar de que no haya mermelada a la vista, con la expectativa de crear una buena relación en la que después sean retribuidos.
Pero a medida que se acerquen las elecciones locales del año entrante esa cortesía se podría ir agotando, a medida de muchos congresistas vean que sus grupos políticos se juegan su futuro. Según el congresista, el Gobierno parece estar “dormido” frente a esa realidad.
“A Nancy Patricia le fue bien porque se metió con los proyectos en donde no hay mermelada y donde hay voluntad de los partidos. Espérese al semestre siguiente a ver cómo hace las cosas”, afirmó otro senador de la Comisión Primera para mostrar que existe ese compás de espera.
Un compás que muestra que en el Congreso sienten que el noviazgo continúa, pero está frío.