A Claudia Ortíz, nueva directora de la Agencia de Desarrollo Rural, le llovieron críticas de la izquierda, y a Andrés Barreto, nuevo superintendente de Industria y Comercio, de la derecha.
Duque refuerza su yin yang con dos nombramientos
Hoy Presidencia publicó la hoja de vida de Claudia Ortíz como nueva directora de la Agencia de Desarrollo Rural, ADR, una de las entidades que creó el Gobierno Santos para aterrizar el Acuerdo de Paz en el agro. Hace una semana, el turno fue de Andrés Barreto para ser superintendente de Industria y Comercio.
Ortiz y Barreto comparten el hecho de que ante los rumores de sus nombramientos, los molieron en redes sociales por trinos viejos, a Ortíz desde la izquierda y a Barreto desde la derecha. Por eso, al nombrarlos a ambos y a pesar de que las motivaciones para hacerlo sean diferentes, Duque muestra una vez más su equilibrismo.
Las críticas
Ortíz es defensora a ultranza del uribismo. Abogada, inicialmente sonaba para ser la directora de la Unidad Nacional de Protección, UNP, la entidad encargada de darle esquemas de seguridad a personas amenazadas, incluyendo a los ex combatientes de la Farc que estén en situación de riesgo y a líderes sociales.
El solo ruido de ese nombramiento desató una ola de críticas en redes sociales de antiuribistas como el excandidato presidenical Gustavo Petro, el columnista Daniel Samper Ospina o la senadora Aída Avella, porque Ortíz había mostrado un sesgo contra la Farc y contra líderes de izquierda como el senador del Polo Iván Cepeda y el de la Lista de la Decencia, Gustavo Bolívar, en su cuenta de Twitter.
Al final, ese nombramiento se cayó, pero que llegara a la ADR revivió las críticas, con trinos de Cepeda o de Ángela María Robledo, ex candidata a la vicepresidencia de Petro.
Como Ortiz, además, no tiene experiencia en el agro y llega a manejar la entidad que se encarga de aterrizar políticas de desarrollo rural, como entregar créditos agrarios o contratar la construcción de distritos de riego, las quejas han crecido.
Más porque su nombramiento se dio como agradecimiento a su apoyo político a la campaña uribista, en un ministerio en el que hasta ahora han llegado personas que sí saben del tema pero con una perspectiva de gremios (empezando por el ministro Andrés Valencia, y luego con Andrés Castro, que viene de ser secretario general de Fedepalma, en la Unidad de Restitución de Tierras; Marcela Urueña, que fue miembro de la Organización Internacional del Café y asesora de la Federación Nacional de Cafeteros, en el viceministerio de Asuntos Agropecuarios; y Myriam Martínez, también de Fedepalma y ahora directora de la Agencia Nacional de Tierras).
Con Barreto pasó algo similar, solo que las críticas vinieron de la otra orilla, pues buena parte del uribismo más duro le salió a cobrar trinos viejos en los que llamaba “rata” al ex ministro de Agricultura de Uribe, Andrés Felipe Arias y otros en los que criticaba directamente a Uribe.
Por eso uribistas purasangre como Fernando Londoño se le declararon en oposición por “irrespetuoso, cobarde y mentiroso” y otros de base también cuestionaron al Presidente por nombrarlo.
Más porque ese cargo es muy poderoso por sus amplias funciones para vigilar al sector privado y la posibilidad de imponer multimillonarias multas, como demostró el ex superintendente Pablo Felipe Robledo en casos como los de los carteles de los pañales y del papel higiénico, y que encima hereda la papa caliente de la formulación de cargos contra Luis Carlos Sarmiento Gutiérrez, el hijo del hombre más rico del país, por el escándalo de Odebrecht.
Como Ortiz, Barreto tampoco tiene trayectoria en el área, pues es un abogado experto en derecho internacional y no en competencia. Su designación es más directamente duquista, pues fue su asesor de cabecera y coordinador de su UTL en el Senado, y fue fundamental para que el entonces senador pudiera sacar adelante cinco leyes de su autoría, además de ser cercano a su familia.
Como Duque decidió nombrarlos a ambos a pesar de las críticas de lado y lado, reiteró que camina por una línea delgada, a la vez dándole juego e ignorando a antiuribistas y uribistas por igual.