Aprovechando el optimismo, la paz articulará el discurso del nuevo gobierno

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Ya las victorias de la Selección le han servido a Santos (y al país) para pasar la página de las elecciones y para que las denuncias de los uribistas sobre el supuesto fraude del 15 de junio y los trinos furiosos del ex presidente Uribe caigan en oídos sordos. La pregunta es si el Gobierno será capaz, ahora, de capitalizar este optimismo para reenfocar la segunda parte de su gobierno alrededor de una nueva narrativa sobre las posibilidades que se le abren al país si logra poner fin al conflicto armado.

Después de que Colombia goleó a Japón, el presidente Juan Manuel Santos le envió a la Selección un mensaje de felicitación, en el que reiteró que el resultado del equipo en el Mundial “sube el ánimo, sube la adrenalina, el optimismo” del país.

Ya las victorias de la Selección le han servido a Santos (y al país) para pasar la página de las elecciones y para que las denuncias de los uribistas sobre el supuesto fraude del 15 de junio y los trinos furiosos del ex presidente Uribe caigan en oídos sordos.

El plan del Gobierno ahora es capitalizar este optimismo para reenfocar la segunda parte de su gobierno alrededor de una nueva narrativa sobre las posibilidades que se le abren al país si logra poner fin al conflicto armado.

Después de que sectores muy diversos se sumaron a la campaña de Santos diciendo explícitamente que lo hacían por apoyar el proceso de paz, el Gobierno tiene una mayor presión para “deshabanizar” el proceso de paz y para involucrar en esta nueva fase a todo el país.

“El gobierno ya decidió unificar su mensaje alrededor de la paz”, dijo a La Silla una persona que trabaja en la Casa de Nariño.  Explicó que la idea ahora era conectar todas las acciones del Gobierno con la eventual firma del acuerdo de paz.

Después de casi tres años de haberle bajado el perfil público a la negociación con las Farc y de haber mantenido un gran hermetismo sobre la negociación, el Gobierno ha entendido que lo que hizo en el último tramo de la campaña para ganar ya no tiene reversa.

Su decisión de ahora en adelante es no solo seguirsela jugando a fondo por el proceso en privado, sino que el tema de la paz se convierta también en el articulador de todas las actividades y del discurso del nuevo gobierno. 

La deshabanización del proceso
Santos es el más feliz con el triunfo de la Selección pues marca un nuevo estado de ánimo para el país
La pregunta es si los guerrilleros de las Farc recibieron el mensaje de los 7 millones de personas que votaron en contra de las negociaciones actuales

Según supo este medio, el lunes se reunieron el jefe del equipo negociador Humberto de la Calle, el Alto Comisionado de Paz Sergio Jaramillo y Gina Parody (que supuestamente ya no trabaja en el gobierno pues renunció para ayudar a Santos en su campaña), entre otros, para discutir cómo hacer una gran pedagogía nacional para que los colombianos entiendan lo que se está negociando y las oportunidades que se le abren al país si eventualmente se firma el Acuerdo de Paz.

Como explicó el ex ministro Rafael Pardo en el debate Si o No, el Poder de los Argumentos, organizado hace unas semanas por la Silla Vacía y la Universidad Javeriana, si el proceso de paz funciona lo de menos es lo que se pacte con la guerrilla. 

Así como después de la firma del acuerdo de paz con el M-19 salió la Constitución del 91 que cambió radicalmente la democracia colombiana, el acuerdo con las Farc y el Eln podría producir una nueva ola democrática para el país.

Para transmitir esta idea, tienen pensado contar con la ayuda de Antanas Mockus y de su ong Corpovisionarios, que son expertos en procesos de pedagogía cultural.

Por otro lado, el plan es incorporar a todos los sectores que le ayudaron a Santos a ganar las elecciones argumentando su apoyo a la paz para que sean ellos mismos los que ayuden a educar sobre el proceso de “abajo hacia arriba”.

Santos en campaña dijo varias veces que esperaba para diciembre ya haber firmado el proceso de paz.

Si esto tiene alguna base de verdad, y no fue un mero señuelo electoral (por lo menos ya comenzará a trabajar en paralelo a la negociación sobre el tema de víctimas una subcomisión técnica para discutir cómo sería el fin del conflicto y la dejación de las armas), el gobierno va a necesitar el apoyo de todos estos aliados y más para ayudarle a entender a la gente el contenido del acuerdo y para convencer a los colombianos que lo refrenden cuando sean consultados al respecto.

Se sabe que de entrada, que el acuerdo cuenta con la oposición de por lo menos siete millones de personas que apoyaron a Óscar Iván Zuluaga y su discurso en contra del proceso en la Habana.

A ellos hay que sumarle un sector importante y cada vez más politizado de las Fuerzas Armadas que ven con temor lo que creen que se está negociando en Cuba.

Superado el dilema

Desde que arrancó el proceso de paz, el gobierno se vio enfrentado a un dilema: todos los expertos en negociaciones dicen que la confidencialidad es una condición fundamental para el éxito de un proceso de paz y más para este cuyo principio rector es que “nada está acordado hasta que todo está acordado”.

Por otro lado, dados los intentos infructuosos que se han hecho en el pasado para llegar a un acuerdo con las Farc, elevarle el perfil público a la negociación significaba amarrarse más a la mesa y perder margen de maniobra para pararse si la guerrilla no mostraba suficiente voluntad de trabajar en función del acuerdo final.

Y a esto se sumaba la oposición del expresidente Uribe, que desde que se enteró de que había un proceso de paz en curso se dedicó a hacerle oposición y a utilizarlo como caballito de batalla contra la reelección de Santos.

Su argumento de que el proceso le abría la puerta al “castro-chavismo” y que estas negociaciones eran una prueba más de la traición de Santos hicieron carrera hasta el punto de que Santos casi pierde la presidencia.

El triunfo del domingo antepasado le dio a Santos un mandato claro (aunque dividido) por la paz y le marcó la hoja de ruta y la voz que guiará al gobierno. O por lo menos, eso es lo que están pensando hoy en día en Casa de Nariño.

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