Hoy arrancó en Lima la cumbre anual de Naciones Unidas sobre cambio climático con una misión crucial: poner de acuerdo a los casi 200 países del mundo en cómo frenarlo. Colombia lleva una propuesta que que busca facilitar un acuerdo en tres temas claves del cambio climático y que podría destrabar las discusiones.
Colombia, protagonista en Cumbre de cambio climático
Hoy arrancaron en Lima las negociaciones para un nuevo acuerdo global para enfrentar el cambio climático, con una propuesta de Colombia y cinco países aliados para desbloquear la discusión. |
Hoy arrancó en Lima la cumbre anual de Naciones Unidas sobre cambio climático con una misión crucial: poner de acuerdo a los casi 200 países del mundo en cómo frenarlo. Para Colombia hay una novedad, porque esta vez jugará un papel fundamental en una discusión que lleva cinco años empantanada.
Las dos semanas de negociación en Perú serán decisivas: tiene que salir un borrador de acuerdo avalado por todos los países para que el próximo año pueda firmarse un acuerdo definitivo que reemplace al protocolo de Kioto (que vence en 2020) y que sea más efectivo que el existente en contener los efectos cada vez más visibles del cambio climático.
De ahí que Colombia y cinco países aliados -que formaron hace dos años un bloque de negociación llamado la Asociación Independiente de Latinoamérica y el Caribe (o Ailac)- pusieran sobre la mesa una propuesta que ya está generando ruido en la cumbre.
Convencer a los demás países es la misión de la delegación colombiana, que lideran el viceministro de Ambiente Pablo Vieira, el director de cambio climático de Ambiente Rodrigo Suárez, el viceministro de asuntos multilaterales Carlos Arturo Morales y María Laura Rojas, la jefa de delegación y líder de temas ambientales en la Cancillería. Y también de Ailac, que entre otros lidera la abogada colombiana Isabel Cavelier.
Ellos son los responsables de un proceso que arrancó bajo la batuta de la ex vice de Ambiente y experta en cambio climático Adriana Soto y de Paula Caballero, la ex directora de asuntos socioeconómicos y ambientales de la Cancillería que hoy dirige el área ambiental del Banco Mundial y que fue la impulsora en la cumbre de Río de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
En Lima habrá dos grandes pulsos políticos que definirán si se logra un nuevo acuerdo y qué tanto alcance tendrá.
El primer gran debate es si el acuerdo cobijará a todos los países y si traerá unas metas de obligatorio cumplimiento, a diferencia del de Kioto. En este punto, que ha impedido que se llegue a un acuerdo, Colombia tiene cierto liderazgo, ya que forma parte del grupo de 40 países desarrollados y emergentes conocidos como el “Diálogo de Cartagena" que nació en esa ciudad colombiana en 2010 y que busca hacerlo legalmente vinculante.
Pero detrás de ese pulso, hay otro más reciente y posiblemente más duro, en el que Colombia juega un papel protagónico.
En principio, un acuerdo sobre cambio climático debe tratar tres temas centrales (la mitigación, la adaptación y los medios que se necesitan para lograrlo), pero las diferencias políticas entre los países -que tienen distintas prioridades- han hecho que esos tres asuntos se conviertan en motivo de bloqueo.
Esta fórmula que lidera Colombia, aunque por el momento tiene más detractores que partidarios, es sin embargo la única que podría llevar a un acuerdo que incluya todos los temas.
Varios países, sobre todo los más desarrollados, quieren un acuerdo únicamente en el frente de la mitigación (que son los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero), con el argumento -que viene desde los tiempos de Kioto- de que reducir los gases es lo que frenará el cambio climático.
En cambio para países como Colombia -que tienen emisiones de gases relativamente bajas pero se han visto afectados por debacles como la ola invernal de 2010 y 2011 en la Costa Caribe- la adaptación a los impactos del cambio es fundamental, porque son muy vulnerables a sus efectos.
Pero los países ricos no quieren dar ese debate porque creen que basta con reducir gases. Incluso los pequeños países-isla, que podrían desaparecer con un cambio de temperatura que incremente el nivel del agua, temen que un compromiso en este frente les genere una carga excesiva.
Y el tercer tema es que para aterrizar esas dos estrategias se necesitan plata, tecnología y habilidades técnicas que los países menos desarrollados no tienen. El tema más álgido es el de la plata, con los europeos y gringos buscando que el aporte sea voluntario, Canadá y Australia negándose de plano y países como China o India insistiendo en que si los ricos no se meten la mano al bolsillo, ellos no tienen por qué ponerse metas para reducir los gases. (Aunque el Fondo Verde Climático, que la ex viceministra Adriana Soto ayudó a estructurar y que será clave en este tema, alcanzó hoy los 9.700 millones de dólares recaudados).
Es ahí donde entra la propuesta novedosa de Colombia y sus cinco aliados de Ailac (Chile, Perú, Costa Rica, Guatemala y Panamá), que buscan que todos los países pongan sobre la mesa una propuesta para los tres temas a la vez, de manera que el borrador de Lima y luego el acuerdo definitivo de París tengan necesariamente compromisos -que no tienen que ser financieros- en todos los frentes. Y a cada uno de los tres les pone tiempos.
La lógica de la Ailac es que el problema de cambio climático es mucho más complejo que solo reducir las emisiones de gas, por lo que se requieren soluciones ambiciosas también en adaptación y en cómo implementarlas. Mientras no se comience a pensar en esos temas, argumentan, ningún acuerdo será lo suficientemente fuerte como para enfrentar de raíz el problema.
Esa propuesta, que los países de Ailac vienen ambientando desde marzo y que lanzaron oficialmente en una reunión preliminar de Bonn en octubre, ya ha generado bastante polémica por las posiciones encontradas. Tanto Estados Unidos como la UE les han dicho informalmente que no están de acuerdo. Otros, como Brasil o Suráfrica, están de acuerdo solo con algunos puntos.
“A todo el mundo le dolió y a todos les toca moverse de su punto de confort. Esa es una indicación de que puede funcionar”, le dijo a La Silla una persona que conoce las negociaciones pero que no está autorizada para hablar en público. Es decir, de que logre generar un consenso mínimo en torno a los tres temas, de modo que queden en un primer preacuerdo las prioridades de países tan diversos.
La mayor meta de Ailac es que los países pongan sobre la mesa ideas que no dependan solo de plata. Por ejemplo, que países con pocos recursos como Guatemala puedan ofrecer cooperación con sus vecinos o incluso un plan nacional de cambio climático como su aporte. La idea es que, al sumarse todas esas propuestas nacionales, el tema de cómo aterrizar estas estrategias gane tracción y quede fijo en el acuerdo que reemplace a Kioto.
En el tema de mitigación, el que más tiempo ocupará a los negociadores en Lima por ser el que tradicionalmente ha tenido peso en el tema de cambio climático, la propuesta de Ailac es que cada país esboce su propuesta y responda algunas preguntas claves, como qué gases reducirán, en qué sectores de la economía lo harán, en relación con qué año lo medirán y cuántos años se pondrán de plazo.
Es decir, que se fijen unas reglas mínimas para que los compromisos de cada país no sean vagos como en el pasado, sino medibles y comparables, además de ajustados a su rol histórico y a la evidencia científica de lo que se necesita hacer. Y que para marzo, o a más tardar mediados del próximo año, cada país ya tenga listo su número mágico -ojalá obligatorio- de gases que promete reducir a 2040. Luego, en los dos o tres años que vienen, que vayan delineando sus compromisos en adaptación y en medios de implementación, para que ya queden en firme cuando el nuevo tratado reemplace al de Kioto en seis años.
Estas dos semanas mostrarán si Colombia pueda tener la llave para un acuerdo en los tres temas, que vaya más allá que el protocolo de Kioto y que incorpore las preocupaciones de muchos de los países emergentes.