Con el agua, Santos hace la fácil pero no la difícil

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Desde hace unos meses, para contrarrestar los efectos del fenómeno del Niño, el gobierno lanzó la campaña “Todos contra el derroche” para promover el ahorro de agua y energía.  Si bien los ciudadanos podemos aportar lo que depende de nosotros para contribuir a la solución del problema, este tipo de campañas son solo la primera gota de lo que hace falta, que es lo más difícil. Estas son cinco cosas que podría hacer el Gobierno para promover un mayor ahorro de agua. 

Desde hace unos meses, para contrarrestar los efectos del fenómeno del Niño, el gobierno lanzó la campaña “Todos contra el derroche” para promover el ahorro de agua y energía.  Si bien los ciudadanos podemos aportar lo que depende de nosotros para contribuir a la solución del problema, este tipo de campañas son solo la primera gota de lo que hace falta, que es lo más difícil. Estas son cinco cosas que podría hacer el Gobierno para promover un mayor ahorro de agua. (Haga clic en las imágenes para ver la información en detalle) 

1. Pedirle a las empresas que ellas ahorren también

En el ‘Estudio Ambiental del agua 2014’ publicado por el IDEAM en agosto del año pasado, quedó claro que el sector agrícola gasta la mitad del agua disponible mientras que el consumo doméstico es menos del 10 por ciento.

Con campañas de ahorro de agua como la ejecutada por Antanas Mockus en Bogotá se redujo el consumo de agua en un 12 por ciento y cuando se terminó, el ahorro se mantuvo en el 5 por ciento. El entonces alcalde logró con esta campaña que los bogotanos aplicaran consejos prácticos cómo bañarse en pareja, evitar descargas del inodoro y no lavar los carros en la calle.

Entonces, si se lograra esta vez el mismo efecto récord de Mockus y todo lo demás siguiera igual, el ahorro total de agua solo se reduciría en aproximadamente 150 millones de metros cúbicos, que es el 0,4 por ciento del consumo total de agua en el país.

“Nuestro gran problema es la tensión entre usos agrícolas y domésticos”, dijo a La Silla el ministro Vivienda y Agua, Luis Felipe Henao. Los cultivos en los que más agua se gasta son los de palma de aceite, plátano, caña y banano.  

En la elaboración y refinación de azúcar se van al año, aproximadamente, 22 millones de metros cúbicos. Y en procesar y conservar la carne, 36 millones de metros cúbicos. Estos dos rubros sumados es casi lo mismo que consume Ibagué en un año.

Otro sector que consume mucha agua, aunque menos que el agrícola, es el minero.

En un día cualquiera, en el Cerrejón, en La Guajira, se gastan 41 mil metros cúbicos de agua según cifras de la misma empresa. El año pasado Corpoguajira le permitió al Cerrejón gastar hasta 15 millones de metros cúbicos de agua. Un 40 por ciento más del cupo que tenía toda la ciudad de Buenaventura, que tiene casi 400 mil habitantes.

De esa agua, de acuerdo con datos enviados por el Cerrejón a La Silla, 90 por ciento es de baja calidad y se va en regar vías para controlar el polvo y otro tanto para las plantas de lavado de carbón y 10 por ciento que sacan del río Ranchería es para consumo humano.

“En ningún momento hay despilfarro”, dijo Gabriel Bustos, gerente ambiental. “Somos conscientes de la cantidad que se va en la minería y la reutilizamos.”

Según Carlos Mario Castaño, de la división ambiental de Mineros S.A en Antioquia, gastaron 300 mil metros cúbicos de agua el año pasado, gran parte tomada del río Nechí. Eso es casi lo mismo que consumen más o menos 92 mil personas en Bogotá.

Y está el caso de Drummond. De acuerdo con Amilcar Valencia, el gerente ambiental, consumieron 11.1 millones de metros cúbicos el año pasado. De ese valor, 19 por ciento vino de fuentes superficiales o pozos profundos y el otro 81 por ciento de aguas de baja calidad, recicladas de la lluvia.

“Cuando usted perfora una montaña, que es lo que hace la minería, es como se le abriera huecos a una bolsa de agua”, dice el experto ambiental Rodrigo Negrete. “En el sector agropecuario, toman el agua, la canalizan para regar millones de hectáreas llenas de agroquímicos. Las aguas entran limpias y vuelven al río contaminadas. Y con el petróleo la misma historia. Inyectan y reinyectan agua para hacer que salga. ¿Cuántos millones de litros se van en todo eso comparado con el consumo doméstico? Es un mensaje muy contradictorio.”

 
2. Subir las tasas por uso de agua 

Una forma de compensar la cantidad de agua que se saca de las cuencas es con las tasas por uso de agua. Eso se inventó para que la plata que se invierte en proteger las cuencas, los ríos y las quebradas sean asumidas por los que las usan.

El problema es que las tasas son prácticamente las mismas para todos los usuarios, cuando no todos gastan lo mismo. Así lo reconoce el director del IDEAM Omar Franco: “La tasa por uso en Colombia es irrisoria. Se paga muy poquito frente a la cantidad de volumen de agua que se utiliza y es un asunto de política que se tiene que resolver.”

Hoy esa tasa se cobra a una tarifa mínima de 71 centavos por metro cúbico de agua concesionada. Tarifa a la cual se aplica un factor regional que va de 1 a 7 pesos (sube donde hay mayor escasez de agua y baja donde hay menos).

Al aplicar esos factores, las tarifas efectivas del país, sin importar si es un acueducto o una minera, oscilan entre 1 y 5 pesos por metro cúbico, y con eso se recauda un poco más de 20 mil millones de pesos al año. Esa plata va para las Corporaciones Autónomas Regionales (CAR) de cada territorio.

“Son tan bajitas las tasas que hay corporaciones que no la cobran porque les sale más caro facturar que lo que recaudan,” le dijo a La Silla el director del IDEAM.

En comparación, la tasa de uso por metro cúbico de agua en Argentina, por ejemplo, es de 129 pesos colombianos.

El año antepasado, en medio de las discusiones del Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018, la bancada de Alianza Verde, liderada por el equipo de Antonio Navarro, presentó un proyecto de ley para establecer una tarifa mínima de 25 pesos por metro cúbico a las empresas de acueducto y a los municipios más grandes y 50 pesos por metro cúbico a las empresas industriales y extractivas.

Navarro intentó negociar con el gobierno bajar de 50 a 25 pesos la tasa de cobro para empresas industriales, pero la propuesta terminó engavetada. Ahora la representante verde Angélica Lozano la desempolvó y le contó a La Silla que la quieren presentar en un mes. “Ese es un debate que tenemos que dar y si el gobierno es coherente con su discurso, tendría que aceptar la propuesta.”

El ministro de Ambiente Gabriel Vallejo propone elevar las tarifas a 3,6 pesos para el sector agropecuario, 6,19 pesos para los acueductos y 9,79 para el sector industrial y minero. Así, la facturación pasaría de 20 mil a más de 200 mil millones al año.

Si se lograra el promedio entre la propuesta de los Verdes y la del gobierno, podrían alcanzarse recursos totales de entre 383 y 423 mil millones de pesos. Eso es quince veces el recaudo de hoy por agua y se podría invertir en conservación de las cuencas. (Ver informe PNUD).


 
3. Promover que las CAR tengan un verdadero control del agua

El dato real de cuánta agua hay y cuánta se concesiona lo tienen las Corporaciones Autónomas Regionales y ni ellas mismas lo tienen claro.

“Es muy difícil hablar de datos exactos sobre cuánta agua se concesiona porque las CAR no lo tienen estudiado de fondo” cuenta Fabio Bernal hidrólogo del IDEAM.

Una concesión es un derecho de uso de agua, tanto superficial como subterránea, que le dan las CAR en las regiones a empresas públicas y privadas, previa solicitud de las empresas.  

Las concesiones tienen un término no mayor de 10 años, salvo las destinadas a servicios públicos o a la construcción de obras de interés público, que duran hasta 50 años.

Las CAR tienen la facultad legal de revisar e incluso suspender las concesiones en tiempos como éste, de sequía, y de rebajarles los topes de agua a las empresas de cualquier sector. Y el Presidente tiene un delegado en todas las CAR y además, una reforma pendiente desde el gobierno pasado para que funcionen.

En agosto de 2012, un decreto le exigió a las CAR hacer evaluaciones regionales del agua. Básicamente, la idea era que contaran en esos reportes cuánta agua tenían, cuántos ríos, cuántas quebradas y quiénes eran sus usuarios.

Pero de las 33 CAR, solo tres han hecho la tarea: la de Cundinamarca, la de Caldas y la CAM (Corporación Autónoma del Alto Magdalena), según el director del IDEAM.

“Lo que pasa es que la mayoría de corporaciones tienen muy pocos recursos y grandes territorios y eso hace difícil que cumplan la tarea” dice Néstor Franco, director de la CAR de Cundinamarca. “Nosotros recibimos una directiva del gobierno nacional para regular y disminuir las concesiones este año. Yo tengo suspendidas todas las que no son de consumo doméstico y sé que Corpoboyacá también, pero hay muchas otras que no lo hacen” le contó a La Silla.

Por otro lado, las empresas de servicios públicos tampoco tienen un sistema de monitoreo que mida cuánta agua tienen las microcuencas abastecedoras de los acueductos como si existe en otros países. Si tuvieran una infraestructura de monitoreo, detectarían un déficit en el caudal y podrían tomar medidas.


 
4. Controlar el agua que se pierde

En el estudio del IDEAM se calcula que un 26 por ciento del agua se pierde por fallas en los sistemas de construcción de los acueductos porque se sale de las tuberías.

La principal causa es que muchas de las tuberías son viejas. En el caso del sector agropecuario, por ejemplo, usan canales de tierra, que es lo más barato en tuberías y por fallas estructurales o hundimientos, terminan rompiéndose y el agua se pierde.

Más de la mitad de las pérdidas reportadas son del sector de energía, el pecuario y el industrial. Del agrícola ni siquiera se tiene información.

Y si a ese cálculo le sumaran las pérdidas por captación informal, que va desde la persona que tiene una finca y toma agua sin permiso (la única forma de no necesitar una concesión, es cuando dentro del terreno del propietario nace y muere el cuerpo de agua), hasta los mineros ilegales que cogen de una bocatoma, los mismos redactores del estudio dicen que las pérdidas podrían ser mayores del 35 por ciento del total del agua.

“Nosotros trabajamos con datos oficiales y sabemos que esa información es incompleta porque los cálculos se estiman desde lo legal. ¿Y qué pasa con lo ilegal?” le dijo a La Silla Omar Vargas, subdirector del área de hidrología del IDEAM.

Según cifras del gobierno, se han invertido 3 billones de pesos en el mejoramiento de sistemas de acueducto.

 

 
5. Cuidar las cuencas e invertir en encontrar agua subterránea

Colombia puede tener mucha agua, pero no está repartida igual en todos los territorios y hay regiones donde se necesita más de la que hay.

Éste es el dato más diciente: las dos áreas hidrográficas que menos agua tienen (Magdalena-Cauca y Caribe) son las que más agua demandan porque en ellas se concentra el 80 por ciento de la población y se produce el 80 por ciento del PIB.

Hoy hay 54 zonas hidrográficas del país donde hay más demanda que oferta. En la lista hay ciudades como Bogotá, Cali, Cartagena, Barranquilla y Riohacha.

El problema en las zonas rojas es que, como le explicaba a La Silla el ambientalista Julio Fierro: “Si no se protegen las cuencas entonces se secan y toca acudir a otras que quedan más lejos y hace todo el proceso más costoso. Por eso lo ideal es preservar las fuentes de abastecimiento que son los páramos, humedales, ríos, etc.”

Ahí se destapa otro enredo y es el desconocimiento de las aguas subterráneas. Porque apenas se conoce el 15 por ciento del potencial de aguas subterráneas que tiene el país.

“Si invirtieramos más plata en conocer esas aguas, podríamos alternar el uso entre las aguas superficiales y las subterráneas. Esas aguas son más baratas de potabilizar porque no son tan sucias como las de un río y pueden equilibrar la balanza” dice Franco.

Hoy la única capital de Colombia que se beneficia de agua subterránea es Sincelejo.

El gobierno ha adelantado estudios de aguas subterráneas desde el Servicio Geológico colombiano para reaccionar en situaciones de desabastecimiento en el caso de Yopal, Tumaco y Santa Marta.

 

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