Córdoba, el contralor de todos y de nadie

Silla Paisa

El Congreso lo eligió con 203 votos y el apoyo de liberales, Cambio y La U. Derrotó al uribismo.

Del nuevo contralor, Carlos Felipe Córdoba, no hay político que hable mal. Su carrera de ascenso acelerado ha ido avanzado al ritmo de los cambios de poder. Se ha movido como pez en el agua: ha sabido rodearse, entrar y salir bien, lograr acuerdos, esquivar conflictos y tocar puertas nuevas.

 

 

“‘Pipe’ tiene una estrella. Por donde se mete, por ahí es”, nos dijo un exconcejal liberal que lo conoció cuando era secretario de Gobierno de Pereira, su ciudad natal, hace doce años. “Me dijo que si ganaba la Contraloría me llevaba a trabajar con él”. Por eso nos pidió que no dijéramos su nombre.

Aunque él no lo diga, sus amigos tanto en Pereira como en Bogotá la tienen clara: siempre ha querido ser Alcalde u ocupar algún cargo de elección popular. Por eso se empezó a mover, desde los veinte años -tiene 38-, entre políticos en campaña; y a la par fue haciendo carrera como funcionario, hasta llegar a ser hoy, con una mayoría arrasadora en el Congreso, el que vigila a esos políticos locales que llegaron al poder.

Nació y creció en Pereira, pero sus papás son bogotanos. Migraron allí porque su padre es médico y se había ido a hacer el rural en Altagracia, Risaralda y se instaló en Pereira. Su madre era una experta en temas catastrales y siempre fue profesora de la Universidad Tecnológica de Pereira.

A pesar de que no eran oriundos, su familia hizo parte de la clase alta y tradicional de la ciudad, eran socios del Club Campestre y Córdoba estudió en uno de los mejores colegios, el Liceo Inglés, que habían creado esas familias tradicionales porque no existía ningún colegio bilingüe diferente al tradicional Liceo Francés.

Córdoba fue de la primera promoción de ese colegio y, según cuenta una de sus compañeras, Catalina Puerta, él siempre se destacó por ser el más aplicado y sobretodo por ser el más caballeroso, metido a grande, disciplinado y saludador.

“Recuerdo que cuando teníamos unos 10 años, el embajador británico fue a nuestro colegio y Pipe, en mitad de la ceremonia, se paró y se acercó a saludarlo personalmente”, le contó su amiga de infancia a La Silla. Según ella, ese tipo de actos los ha repetido toda su vida, pues siempre tuvo un “don de gentes” muy especial combinado con liderazgo.

Algo similar nos dijeron otras ocho de las 16 personas con las que hablamos para armar este perfil. Sin embargo, hasta el momento de publicar esta nota, Córdoba no nos contestó las múltiples llamadas que le hicimos, ni respondió los mensajes que le dejamos.

Estrella en su tierra

Córdoba ha crecido de cargo en cargo por intervalos pequeños, y siempre de la mano de algún poderoso que lo recomienda o al que le pide recomendación.

Sus primeros pinitos fueron en las juventudes uribistas que le hicieron campaña en las regiones a Álvaro Uribe para que llegara a la Presidencia en 2002.

En JuventUribe, como se llamaba el grupo que reclutó en el 2000 el exrepresentante por Bogotá Nicolás Uribe Rueda, el Contralor empezó a mostrar un potencial de liderazgo; o así lo ve Hitler Rosseau Chaverra, su primer jefe en un cargo público como coordinador de proyección social del programa de la Presidencia Colombia Joven, y a quien se llevó a trabajar en la Auditoría apenas quedó elegido.

“Era una hormiguita trabajadora. Se inventó un programa para que los jóvenes de colegios y universidades hicieran veeduría a las obras públicas de sus municipios”, dice Chaverra. Córdoba recién se había graduado de relacionista internacional del Externado, en Bogotá.

En Presidencia duró un año, hasta que lo llamó a trabajar con él Mauricio Vega, expresidente de la Cámara de Comercio de Pereira, quien es de la rosca de Juan Manuel Santos y lo había conocido haciendo campaña para el fallido referendo constitucional de Uribe en el 2003.

Como director de programas cívicos en la Cámara, cuenta Vega, rápidamente se hizo conocer. Con él nació el programa Futuros Dirigentes, que consistía en apoyar y formar líderes potenciales, y en el cual estuvo, por ejemplo, el actual alcalde de Pereira Juan Pablo Gallo.

Cuando Vega renunció a la Cámara de Comercio en 2005, su pupilo hizo su primer amague de poder. Eso nos contaron por aparte dos miembros de la junta que nos pidieron reserva de fuente para no tener problemas, y un amigo personal suyo de hace años que también nos habló bajo condición de anonimato.

El día que la junta elegiría al nuevo director, Juan Lozano, entonces consejero presidencial de Uribe y conocido de Córdoba desde la campaña de 2002, llamó a uno de sus miembros a preguntar a quién elegirían, y mencionó el nombre de Córdoba como candidato. La llamada cayó mal, según nos contó una fuente que lo sabe de primera mano, porque Córdoba era apenas un mando medio en la empresa que ni sonaba ni tronaba para el cargo. Hasta ahí le llegó su trabajo en la Cámara.

Lozano le dijo a La Silla que no recordaba el episodio, pero que “si hice esa llamada, fue porque el propio Carlos Felipe me expresó su interés de ser director de la Cámara”. Pero a Córdoba, que a lo largo de su carrera difícilmente ha quedado desempleado, le salió trabajo como secretario en la Alcaldía (2004-2007) del liberal y luego vargasllerista, Juan Manuel Arango.

El exalcalde nos contó que le interesó Córdoba porque tenía un liderazgo más allá de la vinculación partidista. Le hablaron de él durante un conversatorio en Bogotá con eso le bastó, cuenta, para nombrarlo secretario de Gobierno.

Arango, quien se volvería a encontrar con Córdoba en la campaña de Germán Vargas a la Presidencia a finales de 2017, recuerda que los logros de su exsecretario fueron “instalar frentes de seguridad en comunas y corregimientos y activar la alcaldía nocturna para que el Estado estuviera presente en esas horas en que parece que la ciudad quedaba sin mayor presencia de las autoridades”.

De secretario de gobierno de la Alcaldía saltó a secretario privado de la Gobernación.

Víctor Manuel Tamayo, gobernador electo en 2008 por el Partido Conservador, lo conoció como segundo de Arango y se lo quiso llevar para su gabinete. Una vez lo nombró, a Córdoba le salió una maestría en España. “Váyase tranquilo, que yo le guardo el puesto”, le dijo el exgobernador.

El cargo, cuenta Tamayo, así se lo pidieran muchas personas, quedó vacante durante el año que duró su estancia en Madrid. “Ese puesto se lo tengo guardado a Pipe”, respondía, según cuenta, el exgobernador. Tamayo recuerda que ‘Pipe’ volvió de Europa un viernes y el lunes siguiente lo volvió a nombrar. Pero en 2010, un año antes de que terminara el período de Tamayo, el nuevo contralor se renunció y se fue a Bogotá a la campaña de Juan Manuel Santos.

Allí siguió encontrando espacios, por los lados los órganos de control, donde ya tenía un lugar su hoy esposa, Marcela Yepes, a quien conoció cuando era directora administrativa y financiera de la Fiscalía en Risaralda, hizo carrera en la Contraloría y venía con la palanca de su papá en el Senado, el cacique conservador caldense Omar Yepes Alzate.

Por la ruta de las ías

La primera vez que llegó a la Contraloría fue pidiéndole puesto a la excontralora Sandra Morelli en 2010, quien le contó a La Silla que para entrar se hacía un examen muy difícil y que a Córdoba la había ido excelente.

Su primer cargo fue como delegado de participación ciudadana en donde estuvo a cargo, durante toda la ola invernal que hubo entre 2010 y 2012 en todo el país, de que se ejecutaran las obras y las ayudas correspondientes, por parte del Estado, para controlar esta crisis, pues había habido un mal manejo de esos recursos.

Morelli vio que tenía mucho liderazgo y lo ascendió a Vicecontralor, cargo en el que estuvo entre 2012 y 2013, donde lideró estudios sobre la concentración de contratación en el país, lo que lo convirtió en su mano derecha y uno de sus hombres de confianza.

Por esos años, Córdoba se casó con Yepes, quien en ese momento era directora administrativa de la Contraloría. Pero como ambos trabajaban en la misma entidad, según le confirmó a La Silla la excontralora, no tenía sentido que trabajaran en el mismo sitio. Entonces ella misma, dice, le hizo el contacto en la Fiscalía de Eduardo Montealegre para que se trasladara para allá a ocupar prácticamente el mismo cargo.

A pesar de que esa relación era muy buena, desde 2012 Morelli venía peleando con el exfiscal. Cuando la esposa de Córdoba se fue a trabajar allá le llevó unos documentos a Montealegre donde parecía haber una presunta irregularidad por parte de Morelli en la venta de la sede de la Contraloría y el arriendo de una nueva. La Fiscalía la investigó, y hasta ahí llegó la relación entre Morelli y su vicecontralor, quien quedó en la orilla del entonces poderoso Fiscal.

Córdoba se alejó completamente de Morelli y renunció en medio del escándalo diciendo que quería lanzarse a la alcaldía de Pereira. Morelli afirmó en medios que había quedado muy decepcionada de él, tan es así que en la coyuntura de la elección ha sido la mayor crítica de que él sea el Contralor.

Al árbol que más sombra dé (o parezca dar)

De la Contraloría, Córdoba pasó a la Federación Nacional de Departamentos, en donde estuvo muy poco tiempo, pero donde tuvo un contrato muy jugoso como director del programa de lucha contra el contrabando, la principal bandera de la FND en ese entonces.

Lo nombró su coterráneo, Germán Chica, quien había sido consejero presidencial de Santos en asuntos políticos y había manejado el computador del Palacio entre 2010 y 2012.

En ese cargo el nuevo Contralor anunció públicamente -en el marco de un evento de campaña presidencial de Óscar Iván Zuluaga en 2014- que quería ser alcalde de Pereira y que haría una alianza con su exjefe, el exgobernador de Risaralda Víctor Manuel Tamayo. Este último le dijo a La Silla que Córdoba nunca manifestó su aspiración a la Alcaldía.

Pero si no fue por ahí, por los lados del Centro Democrático sí hubo intención de aspirar. Así se lo contó a La Silla César Giraldo ‘Calzones’, uno de los hombres de confianza de Álvaro Uribe en Risaralda y miembro del directorio del Centro Democrático en el departamento. “Él nos ayudó a formar el Partido aquí. Siempre ha tenido el conocimiento de la política y ha querido ser alcalde. Estabamos esperanzados en 2015, lo íbamos a lanzar, no se pudo (por motivos que se reserva), y resultó de auditor”, recuerda.

Pero además de la cercanía con el Centro Democrático y la dirigencia de Pereira, Córdoba ya era amigo personal de Vargas Lleras, según nos dijeron por aparte tres de nuestras fuentes, aunque no recuerdan exactamente cómo. “Él es amigo de todos los dirigentes de todos los partidos”, nos dijo uno de ellos.

La cercanía de Córdoba con Montealegre hizo que este pusiera en consideración su nombre para ser Auditor General de la República, un cargo de solo dos años, que se encarga de vigilar las entidades de control del país y que es escogido por el Consejo de Estado.

Por lo general pasa siempre por debajo del radar, pero es de un gran poder además tiene un presupuesto de unos 25 mil millones de pesos.

Esa elección se cruzó con el escándalo que envolvió al exfiscal Montealegre por haber entregado millonarios contratos y por haber contratado, de forma directa, a magistrados que votaron a su favor en el Consejo de Estado, lo que se asumió como una forma de “pagarles” para que alargan su periodo como fiscal por dos años.

Una fuente que fue cercana a este proceso, y que pidió no ser citada, le confirmó a La Silla que era la esposa de Córdoba quien manejaba esos contratos a los magistrados y exmagistrados por su cargo en la Fiscalía.

Como Montealegre tenía una excelente relación con ellos y Córdoba tenía todo el respaldo del exfiscal, lo eligieron Auditor. En la Auditoría mojó prensa con titulares y denuncias que dieron de qué hablar, pero que en algunos casos fueron muy criticados.

Por ejemplo, publicitó un informe que le entregó la Auditoría a la Fiscalía en 2017 sobre los aportes a las campañas políticas y la contratación pública de alcaldes y gobernadores, de las elecciones regionales de 2015. Con esos datos la Revista Semana escribió un artículo que luego rectificó explicando que la información que había presentado la Auditoría era “inexacta y otra falsa·.

De hecho, ese informe sirvió para que lo criticaran por estar haciéndole favores políticos a Germán Vargas.

Una de las acusaciones más fuertes, como contamos aquí, era que la Gobernación de Sergio Fajardo, rival político del ex vicepresidente y a quien se enfrentaría meses después en las elecciones presidenciales, había tenido gastos altísimos en publicidad. Ese dato, que sirvió en su momento de insumo político al actual gobernador de Antioquia, Luis Pérez, sucesor y rival de Fajardo, y aliado de Vargas en campaña, resultó ser falsa porque mezclaba gastos de la gobernación con los de otras entidades departamentales e incluso municipales, que no dependían de Fajardo.  

Otro de sus informes criticados fue el de las mallas empresariales o compañías que a través de consorcios y uniones temporales concentran contratos en las regiones. En ese caso el cuestionamiento fue por qué hizo esos estudios si entre sus funciones no estaba vigilar los a los entes territoriales, sino a las contralorías regionales.

Ese informe también le sirvió a Vargas, cuando era vicepresidente, en su pelea con la Gobernadora del Meta. 

La amistad con el ex vicepresidente se hizo más visible cuando se le acabó el periodo en la Auditoría: Córdoba aterrizó en la recolección de firmas para la campaña presidencial de Vargas y fue durante dos meses su secretario privado. Además, también lo criticaron por hacer parte de la rosca de la rama judicial, pues al igual que Montealegre entregó contratos a exmagistrados.

Renunció en diciembre, y a los dos meses los 32 gobernadores lo eligieron por unanimidad para ser el director de la Federación Nacional de Departamentos, como reemplazo del excongresista Plinio Olano, enredado por Odebrecht.

Elección a la fija

Carlos Felipe Córdoba empezó a figurar como favorito a la Contraloría desde que la Procuraduría le pidió al rector de la Universidad Industrial de Santander (UIS), encargada de calificar a los aspirante a este cargo, que hiciera públicos los resultados.

Pero venía haciendo la tarea desde antes y ya se había hablado con congresistas de diferentes bancadas para darse a conocer todavía más. “El viene haciendo carrera a la Contraloría desde que es Vicecontralor”, le dijo a La Silla el senador de Cambio Radical Carlos Abraham Jiménez.

Como ha sido cercano a muchos políticos, en los corredores del Congreso se oyeron buenos comentarios: que “Pipe” es el más preparado, que es perfecto para ese cargo, que es el más capaz, que es el favorito de Vargas, el de los liberales, el de Duque. Los únicos que tuvieron un disgusto con él fueron los de la oposición, a raíz del informe contra Fajardo.

Además de las buenas relaciones que ha venido forjando, Córdoba logró el respaldo de los liberales por el lobby que le hizo el risaraldense Carlos Humberto Isaza, amigo personal y escudero de toda la vida de César Gaviria.

Isaza, que ha sido parte de la crema y nata risaraldense y fue amigo de toda la vida de sus papás, le contó a La Silla que Córdoba le pidió personalmente conseguirle el respaldo de la bancada roja para ser contralor. Fue tan efectivo el lobby que hizo que Gilberto Rondón, el candidato de César Gaviria por su cercanía en el partido liberal desde hacía más de 30 años, dejó rápidamente de ser el favorito rojo.

Según un congresista liberal, Rondón se empezó a mover muy tarde y se fueron de lleno con Córdoba porque todo el partido lo conoce y porque sus rivales eran lejanos: Jose Félix Lafaurie es uribista y Wilson Ruiz conservador.

A esta decisión liberal del miércoles pasado se le unieron el jueves las bancadas de Cambio Radical y el partido de la U, lo que lo llevó a sumar 134 votos y a dejar prácticamente muertos a los otros dos candidatos.

Eso llevó a que la bancada de gobierno pensara en unirse alrededor de un solo candidato, por lo que los conservadores, que se habían adelantado apoyando a Ruiz tratando de tener Contralor propio, se bajaran del bus y ratificaran su apoyo definitivo a Córdoba.

Finalmente Ruiz renunció y, a pesar de que el uribista Lafaurie estuvo llamando durante el fin de semana a cada congresista para pedirle que votara por él para intentar repuntar de nuevo, hoy Córdoba lo derrotó y quedó elegido con 203 de los 251 votos, una mayoría arrasadora en el Congreso.

Prueba de su capacidad de sus buenas relaciones políticas diversas es, además del abrazo que le dio a César Gaviria, el agradecimiento que les dio en su primer discurso a Álvaro Uribe, a Germán Vargas y a Andrés Pastrana.

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