Duelo en medio de la marcha de víctimas

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Ninguna de las marchas del Día de las Víctimas en todo el país había dado todavía su primer paso, cuando recibieron el primer gran mazazo.

A raíz del asesinato de Ever Antonio Cordero, las víctimas decidieron no salir a marchar en Montería. Pero se plantaron frente a la Catedral con siluetas negras para recordarlo. Foto cortesía El Meridiano de Córdoba.

Ninguna de las marchas en todo el país había dado todavía su primer paso, cuando recibieron el primer gran mazazo.

No eran ni siquiera las 7 de la madrugada del Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas cuando caía abaleado Ever Antonio Cordero, un líder de restitución de tierras en Valencia (Córdoba). Ever, el delegado de víctimas de este municipio del Alto Sinú, acababa de llegar a la cabecera, donde iba a ultimar los detalles de una marcha en favor de las víctimas que nunca comenzó. Y que dio paso a un velorio en todo el departamento.

Hacía apenas cinco días Cordero había citado con urgencia a Rosa Amelia Hernández, la líder departamental de víctimas de Córdoba alrededor de quien La Silla -con ayuda de los SuperAmigos- puso en marcha el Proyecto Rosa.

Rosa Amelia estacionó su carro en una esquina de la Avenida Primera de Montería para sostener una reunión de emergencia con Cordero, pocas horas antes de que ella viajara a Bogotá para asistir a la reunión de la Mesa Nacional de Víctimas donde se acordarían los detalles en torno a la participación de las víctimas en toda la puesta en marcha de la Ley de Víctimas. Las malas noticias la agarraron todavía en Bogotá, horas antes de una reunión en el Congreso a la que finalmente no pudo llegar.

Ever estaba muy angustiado, recuerda Rosa, por la desaparición hace dos semanas de Ermes Enrique Vidal Osorio, quien también integraba la mesa de víctimas de Valencia, una zona que fue ocupada por los hermanos Castaño cuando comenzaron la expansión del fenómeno paramilitar del Urabá antioqueño hacia Córdoba.

                 

Ever Antonio Cordero, líder de víctimas de Valencia (Córdoba), fue asesinado esta madrugada.

Para Rosa Amelia Hernández, líder departamental de víctimas, la muerte de Ever Cordero es una muestra de que las medidas de protección no están funcionandoFoto cortesía de Janca.

El presidente Juan Manuel Santos viajará mañana para entregar los títulos a 32 familias campesinas despojadas por los hermanos Castaño en la Hacienda Santa Paula, en las afueras de Montería. Foto Juan Pablo Pino.

Uno de los mayores retos que enfrentan la Unidad de Víctimas dirigida por Paula Gaviria y la de Protección liderada por Andrés Villamizar es la seguridad de las víctimas y los reclamantes de tierras. Foto Juan Pablo Pino.

El cuerpo de Vidal, un líder campesino de 60 años de la vereda de San Rafael de Pirú que había sido desplazado de su finca y amenazado por intentar recuperarla, apareció cuatro días después a orillas del río Sinú, en la vecina Tierralta. Fueron las circunstancias en torno a su muerte las que lo aterraron.

“Tengo miedo porque a Ermes no lo mataron por robarle la ayuda humanitaria, sino que lo torturaron. Téngalo por seguro que todo lo que hemos hablado [los líderes de la zona], tuvo que decirlo. Yo voy a seguir adelante, así me cueste lo que me cueste. Ojalá cuando tú vuelvas de Bogotá me encuentres vivo”, recuerda en medio de sollozos Rosa que le dijo Ever, a quien conocía desde hace unos diez años.

“Él era una persona muy serena, casi exageradamente seria. Siempre conciliador. Fue uno de mis maestros, siendo mucho más joven que yo. Me enseñó cómo hacer los trámites, me decía ve a tal parte, haz esto así”, dice.

El teléfono de Rosa suena todo el tiempo. El estribillo inicial de la canción que Bomba Estéreo compuso en su honor -ahora convertido en el timbre de su celular- repica una y otra vez, dando paso a llamadas desde San Pelayo, Tierralta, Puerto Libertador, Montería.

Todos llamaban a confirmarse entre sí una noticia que ya corrió como pólvora por toda Córdoba y que motivó que las víctimas decidieran no salir a marchar en Montería. Sólo fueron a una misa en la Catedral y a la salida desfilaron por el parque en frente con grandes siluetas negras. Los nombres de Ermes Vidal y de Ever Cordero aparecían en varias de ellas.

“Qué dolor tan grandísimo y yo no pude hacer nada. Me siento tan culpable. A todos nos van a asesinar en Córdoba y no han hecho nada por nosotros. No tenemos protección”, dice Rosa, quien es una de las pocas líderes de víctimas del departamento que ha recibido un esquema de protección del Ministerio del Interior.

“Si no les ha quedado claro el mensaje, no lo entiendo. ¿Cuántos más quieren que asesinen?”, pregunta Rosa Amelia mientras contempla la marcha en el centro de Bogotá, que va avanzando a unos metros del lugar donde se hospeda y mientras espera un taxi que la llevará al aeropuerto y de regreso a Córdoba. Por la calle van bajando comparsas de personas bailando, luciendo vestidos rosados y amarillas, cargando pancartas con mensajes de paz. Rosa los observa con la mirada perdida.

“Nos van a matar a todos”, dice. En su cara sólo hay espacio para la resignación.

Sus preocupaciones encuentran eco entre los demás líderes de víctimas. “Yo tengo mucho miedo. No sé si quiero seguir en esto”, dice otra representante de la Mesa Nacional de Víctimas. “Yo ya tengo mi decisión tomada. Anoche le dije a mi esposo, tenemos que estar preparados para lo que pueda pasar”, dice otra delegada. Todos sienten que el trabajo del Gobierno, de la Unidad de Víctimas y de la Unidad de Protección se queda corto a la hora de protegerlos.

Angustia en Santa Paula

La muerte de Ever Cordero no sólo ocurrió durante el día que quedó consagrado a las víctimas por la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras. También sucedió un día antes de la visita del presidente Juan Manuel Santos a Córdoba, para hacer la entrega simbólica de los títulos de propiedad a 32 familias que fueron despojadas en la Hacienda Santa Paula del clan de los Castaño.

Se trata de una de las primeras sentencias grandes de restitución de tierras y de una de las más emblemáticas. No sólo porque esta finca en la vereda de Leticia, en las afueras de Montería, perteneció a los hermanos Carlos y Fidel Castaño, sino porque el proceso para recuperarlas ha sido largo y muy accidentado.

Es el predio donde se popularizó la frase “si no vende usted, vende su viuda”. Donde comenzaron las reclamaciones de predios durante Justicia y Paz, un proceso que terminó con el asesinato de la líder Yolanda Izquierdo en 2007 por orden de Sor Teresa Gómez, la testaferra y cuñada de los Castaño que hoy sigue prófuga de la justicia.

Y ahora las víctimas también están considerando seriamente hacerle un plantón mañana al presidente. Porque, dicen que si no es posible que les garanticen la seguridad en tiempos normales, les angustia cómo será después de aparecer en el mismo escenario que Santos y en un lugar tan cargado de memorias dolorosas.

“Aunque nos parece muy esperanzador, no podemos ir a la jornada en Santa Paula porque estamos viendo que no hay seguridad para nosotros los líderes. Nos sentimos totalmente desprotegidos. Estamos haciendo el trabajo nuestro y nos están matando”, le dijo a La Silla un líder de víctimas de Montería.

Como dice Rosa Amelia, “Señor Presidente, nosotros los reclamantes seremos una prioridad para usted, pero nos están matando”.

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