Duque encuentra una narrativa pero aún sin contenido claro

Imagen

La primera muestra concreta de uno de sus pactos nacionales, el encuentro de ayer para un acuerdo anticorrupción, muestra los límites que enfrenta.

La reunión anoche en la Casa de Nariño entre el presidente Iván Duque y delegados de todos los partidos, incluyendo el jefe de la Farc Rodrigo Londoño, muestra que el Gobierno está empezando a darle contenido a su discurso de los ‘pactos nacionales’ que estén por encima de las luchas políticas. El lío es que lo hace con un tema que no es suyo y que, al hacerlo, pone en más riesgo parte del apoyo político del uribismo, que ya está distante de él.

El encuentro, al que citó Duque tras la gran votación de la Consulta Anticorrupción del domingo y que ocurrió justo después de que el Congreso eligiera los nuevos magistrados del Consejo Nacional Electoral, se cerró con un acuerdo para que todas las fuerzas políticas impulsen una agenda nacional de medidas contra la corrupción.

Aunque todas llevaron propuestas, empezando por las siete preguntas de la Consulta que han empujado varias figuras de la oposición -sobre todo la senadora Angélica Lozano y la ex senadora y ex aspirante vicepresidencial Claudia López- , Duque fue el de la iniciativa y demostró que puede generar espacios de encuentro entre todas las fuerzas políticas.

Con eso dio un primer paso claro para liderar esa lucha que, como mostró la votación del domingo, es una preocupación importante para millones de ciudadanos, y sobre todo dio una primera muestra de que sus pactos nacionales se pueden aterrizar.

Pero lo empezó haciendo con una bandera que no es propia, con resultados todavía inciertos y avivando las críticas de los uribistas que lo ven como poco consistente.

La unidad o ni fú ni fá

De forma tímida en campaña, y más fuerte después de ganar la segunda vuelta, Duque ha ido fortaleciendo su narrativa de los pactos nacionales, que en su discurso de posesión llamó “Pacto por Colombia”.

Hasta ayer había hablado de hacerlo para “corregir” la implementación del Acuerdo con las Farc o de encontrar uno con los empresarios para mejorar su competitividad y reducir sus impuestos, pero no había logrado resultados concretos. La Consulta le dio la oportunidad para eso.

Convocar, reunir y lograr un acuerdo de todas las vertientes políticas es un hito importante, después de años de polarización. Pero, por lo menos hasta ahora, su liderazgo llega hasta ahí.

Sus propuestas en lucha contra la corrupción o retoman puntos de la Consulta o vienen de la propuesta del procurador Fernando Carrillo que Duque presentó como conjunta el domingo, por lo que no hay una impronta propiamente duquista en esa lucha.

Por eso, por ahora parece no tener liderazgo en el tema, por lo que el concejal de Bogotá Juan Carlos Flórez dijo anoche en Hora 20 que se veía “insulso”.

Mientras desde enero de 2017, y tras el estallido del escándalo de Odebrecht políticos de todas las vertientes se montaron en ese discurso, y en la campaña política de este año la oposición de izquierda lo impulsó más (Gustavo Petro con su crítica al sistema político y económico;,López y Lozano, y sus aliados del partido verde, con la Consulta) Duque, que se dio a conocer por ser el portavoz del uribismo en asuntos económicos, no asumió la principal vocería contra la mermelada del Gobierno Santos, papel que tuvieron como Paloma Valencia o Ernesto Macías.

Ya como Presidente empezó a construir un discurso anticorrupción, pero mucho menos radical que el de políticos de su partido o de la oposición y uno de los grandes contrastes con el discurso de Macías el 7 de agosto fue que mientras el presidente del Senado pidió a la justicia que investigue a Santos por “casos emblemáticos de corrupción como la mermelada, Reficar, el Sena y Odebrecht”, Duque hizo una crítica más sutil y anunció una reforma anticorrupción que incluía el eje de la Consulta.

De hecho, al día siguiente su ministra de Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, presentó cuatro proyectos al Congreso, y tres de ellos reflejaban esos puntos. Luego, en su discurso de este domingo después de conocer los resultados de la consulta, Duque mostró que le iba a dar más importancia como bandera de su Gobierno, lo que se concretó en el encuentro de ayer.

Por todo eso, Duque llegó tarde a la foto de los gladiadores de la lucha contra la corrupción y su primer pacto nacional fue más él subiéndose a un bus que proponiendo un gran pacto con un asuntos de su cosecha.

Eso hace que arranque su primer pacto más como un mediador o un árbitro que como un líder que impone la agenda. Y eso es particularmente grave para un Presidente que arranca su período sin luna de miel, como muestra la encuesta Gallup Poll conocida ayer, y más cuando parte de las bases que lo eligieron se empiezan a distanciar de él.

Las grietas en sus apoyos

Como contamos en junio, Duque tenía un dilema con la Consulta Anticorrupción entre apoyar una iniciativa popular pero impulsada de opositores, y tomarse la foto con caras que no caen bien en el uribismo después de que en la parte inicial de su campaña a la presidencia fue acusado de ser santista.

Su decisión final de apoyarla e invitar a votar por ella, pero a la vez presentar los proyectos de ley para apropiarse del discurso, podía haber ayudado a pasar por el medio del dilema.

Sin embargo, el haber recurrido a un pacto nacional que deja en igualdad de condiciones al uribismo del que viene, a los políticos tradicionales que conformaron la coalición santista, a la oposición de izquierda e incluso a los líderes del partido que nació del Acuerdo de Paz, la Farc, cuyos jefes para el uribismo solo deberían llegar al Congreso si han pasado por la JEP.

Por eso la molestia por la presencia de su presidente, Rodrigo Londoño, en la Casa de Nariño, en las bases uribistas, como muestran estos trinos de uribistas de a pie:

 

Más porque entre las bases uribistas hay molestias con Duque por la suma de varios hechos que entre muchos uribistas se ven como muestras de poco compromiso.

Por ejemplo, no haber apoyado a José Félix Lafaurie o Marco Velilla, los candidatos uribistas para ser Contralor General; haber nombrado a por lo menos 15 ex funcionarios de Santos en altos cargos; no haber nombrado a Claudia Ortiz en la Unidad Nacional de Protección después de críticas de la izquierda; o no haber planteado una ruptura fuerte con la implementación del Acuerdo de paz sino cambios simbólicos.

Como le dijo la senadora uribista María Fernanda Cabal a Semana al hablar sobre los nombramientos de Duque, “la gente se ha sentido de alguna forma desplazada (...) llevamos ocho años siento oposición y no entendemos hoy por qué se privilegia a personas que fueron agresivas contra nosotros, contra el partido o contra Uribe. Eso genera controversias.”

Esa pérdida de sustento político entre por lo menos parte del uribismo puede poner a Duque en aprietos.

Sin ese apoyo en el Congreso, sin repartir puestos para asegurar una coalición legislativa y con la intención de pasar reformas políticamente sensibles como la política que presentó el 8 de agosto o la tributaria que viene anunciando, podría perder la capacidad de sacar adelante los cambios que pueden darle contenido a su propuesta política de los pactos nacionales. Más todavía si el primero, el de la lucha contra la corrupción, termina sacando del Congreso leyes sin fuerza o incluso con micos.

Incluso, si esas molestias crecen, podría terminar con una oposición de derecha que se sume a la que ya existe de izquierda y con la clase política en contra. Es decir, solo.

Eso a menos de que logre construir un apoyo entre la opinión que por ahora parece esquivo. Para eso, si la opinión está cansada con la polarización, los pactos nacionales pueden ayudar a pasar esa página y a que Duque construya ese capital político.

Compartir
0