Duque no enterró el ‘pacto nacional’ el lunes, sino hace meses

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Foto: Presidencia

El Presidente redujo su ambición a armar mayorías para reformar el tratamiento de la extradición y el narcotráfico en las leyes que aterrizan el Acuerdo de Paz. Igual pintan lejanas

Aunque este lunes diferentes medios, políticos y opinadores calificaron las reuniones del presidente Iván Duque con varios partidos como un fracaso en su intento por armar un pacto nacional, Duque nunca dijo que lo estuviera buscando en ellas, aunque sí fue una de sus grandes propuestas cuando llegó al cargo.

En cambio, las reuniones por separado con los jefes de los partidos independientes y gobiernistas muestran que busca -otra vez- tener una coalición en el Congreso, esta vez para cambiar la implementación legal del Acuerdo de La Habana en narcotráfico y extradición. Pero, aunque esa meta es menor que la del pacto nacional, pinta difícil.

La idea del pacto nacional ya es vieja

Duque habló de un pacto nacional, incluyendo a la oposición, después de que la Consulta Anticorrupción que apoyó él pero no su partido sacara 11 millones de votos:

Lo aterrizó invitando a voceros de todos los partidos políticos, hasta de la Farc que entraron por primera vez al Palacio de Nariño, a una cumbre para organizar una agenda anticorrupción en el Congreso, y con eso encontró un relato inicial de qué quería hacer con su gobierno: pactar, aunque no era claro qué.

El impulso de ese primer pacto no duró mucho, pues presentó tarde los proyectos de ley que buscaban lo mismo de la consulta, con lo que el contenido del pacto ya no era de él, y encima no salieron aprobados por el Congreso en 2018, como prometió.

Después de ese fracaso, Duque no ha vuelto a proponer un pacto nacional, aunque está en el nombre de su Plan de Desarrollo, “Un pacto por Colombia, un pacto por la equidad”..

Y menos lo propuso en los últimos días, pues no aparece en sus redes sociales ni en sus pronunciamientos. Como confirmó una alta fuente de Palacio que pidió no ser citada, "Este tema (reuniones con los partidos) es puntual: fortalecer la lucha contra el narcotráfico.”

De hecho, en la alocución presidencial del pasado miércoles, tras la decisión de la Justicia Especial de Paz de no extraditar a Jesús Santrich y la renuncia del exfiscal Néstor Humberto Martínez, Duque habló de los temas puntuales de reforma a las normas que aterrizan el Acuerdo, y no de un pacto nacional:

“Convoco a los partidos políticos para que adelantemos las reformas necesarias que nos permitan cerrarles las puertas al narcotráfico, a la impunidad, y fortalecer la extradición como uno de los mecanismos que ha probado su eficacia en la lucha contra los criminales transnacionales.", dijo.

En estos días, el fantasma de un pacto al que Duque ya parece haber renunciado se movió por otra parte.

El pacto zombie

Uno de los primeros en hablar de un pacto nacional fue el director del Andi, Bruce MacMaster, quien lo propuso vía Twitter tras el anuncio de la JEP frente a Santrich y la renuncia del Fiscal.

Después de eso, la idea empezó a crecer en redes y en medios.

El domingo el editorial del Espectador, la columna del exvicepresidente Germán Vargas Lleras en El Tiempo y la que tiene en la República el senador uribista Gabriel Velasco, plantearon la idea de un pacto nacional, desde diferentes ángulos y con diferentes propuestas de cómo podía darse.

Por eso, el lunes los medios cubrieron las reuniones de Duque con las cabezas de los partidos que no están en oposición, en lógica de la posibilidad de construir pacto nacional, y las conclusiones eran que el Presidente había fracasado en lograr el pacto al que había convocado, pero en el fondo nunca se había planteado.

Por ejemplo, El Tiempo tituló "Así fue la jornada de Duque en búsqueda de un pacto político"; Semana escribió "Pacto nacional: Duque iría bien con Vargas, pero mal con Gaviria"?; El Espectador dijo "El gran pacto nacional de Duque, sin humo blanco" y varios medios citaron a figuras de la oposición diciendo que la propuesta de pacto sonaba a Frente Nacional o a repartija porque Duque no los convocó.

La idea de que Duque buscaba un pacto estaba instalada.

El día siguiente fue tendencia en Twitter #PactoNacionalEs, un hashtag que impulsó el director de W Radio, Julio Sánchez Cristo.

Así que la idea del pacto, fallido o futuro, quedó definitivamente instalada en la agenda.

Más cuando ayer varios jefes de oposición hicieron un plantón frente a Palacio pidiéndole a Duque incluirlos en un eventual pacto (además de exigir que prime el Acuerdo con las Farc).

Aunque la ministra Gutiérrez no descarta que se vayan a invitar a los partidos de oposición, no hay muestras de que eso vaya a ocurrir y posiblemente menos cuando la oposición en Cámara pidió una moción de censura al ministro de Defensa Guillermo Botero, que volverán a radicar esta o la semana entrante.

Pero eso tan no estaba sobre la mesa que, según una fuente del Partido Liberal cercana al expresidente César Gaviria, éste dijo antes de llegar a reunirse con Duque en Palacio que no entendía por qué los medios hablaban de un pacto, y que él no iba a una reunión con ese fin sino simplemente para charlar sobre las múltiples noticias de la semana pasada.

Eso, que se refrenda con la carta pública de Gaviria tras el encuentro que tampoco menciona la posibilidad o propuesta de un pacto, muestra que la meta de un pacto nacional está lejos.

Pero, como también señala la carta, la de un menos ambicioso acuerdo legislativo también lo está, pues se atraviesan varias diferencias programáticas y sobre todo las que tienen que ver con la paz (además de la exigencia, ya de vieja data, de participación burocrática de varios partidos).

El diálogo con los partidos sigue crudo - más porque el eje es la paz

Duque se sentó el lunes con los jefes de los partidos gobiernistas e independientes para oírlos y buscar coincidencias o potenciales puntos de encuentro en tres temas específicos: narcotráfico, extradición e impunidad.

Arrancó con el Ex presidente y senador Álvaro Uribe, junto a los voceros de los partidos cristianos Mira y Colombia Justa Libres y el senador de la ASI, que entró por la Lista de los Decentes, Jonathan Tamayo “Manguito”. Es decir, el corazón de sus aptos, que son los uribistas y los cristianos.

Luego se sentó con el expresidente César Gaviria; después con el presidente de La U, el exministro santista Aurelio Iragorri; luego recibió al presidente del Partido Conservador, Omar Yepes, y al expresidente Andrés Pastrana; y por la tarde estuvo con el ex vicepresidente y jefe de Cambio Radical, Germán Vargas.

Con los primeros (cristianos y uribistas) le fue bien, pero con el resto de los partidos no es claro que haya resultados.

Aunque la Ministra del Interior afirmó que veía buena voluntad tras las reuniones, es difícil armar un consenso alrededor de estos temas.

Esto en parte porque implican modificaciones al Acuerdo de Paz, algo que el Presidente ha buscado indirectamente con sus objeciones y que es central para el discurso uribista, pero que parece ser un inamovible para los liberales y buena parte de La U (e incluso de Cambio).

Esos cambios se podrían materializar con reformas constitucionales o leyes que deba aprobar el Congreso. Por eso, Duque necesita obtener unas mayorías que le han sido evasivas.

Pues solo las ha obtenido en un puñado de proyectos, como la tributaria o el Plan de Desarrollo, pero no las obtuvo para sus reformas política o a la justicia, y las tiene enredadas con la ley de TIC.

Esas mayorías que le han sido imposibles en temas de paz, como refrendó el Congreso cuando la posición del Gobierno quedó en minoría, tanto en Cámara como en Senado, en el fallido intento de objetar la ley estatutaria de la Justicia Especial para la Paz, JEP.

Los encuentros del lunes no parecen haber cambiado ese equilibrio pro Acuerdo en el Congreso, que es muy difícil de romper sin que los liberales de la Cámara cambien de postura.

Por eso es tan diciente que Gaviria haya contestado públicamente que no contara con su partido para hacerle cambios al Acuerdo -algo en lo que coincidió Iragorri- y que para lograr un consenso se necesita incluir a la oposición, que es claramente pro Acuerdo.

La luz para Duque y su relación con el Congreso es que Vargas trinó que había tenido una reunión interesante y productiva, aunque sin detalles ni anuncios de acercamientos.

A un mes del fin de esta legislatura y dos del inicio de otra, en la que el liberalismo en principio reemplazará al uribismo en la poderosa presidencia del Senado, no hay humo blanco para una coalición gobiernista mayoritaria.

Más cuando en estas semanas la Corte Constitucional deberá decidir si el Congreso hundió las objeciones de Duque, como es probable, lo que será entre otras cosas una señal de la dificultad que tienen Duque y el uribismo para cambiar la implementación legal del Acuerdo.

Pero también será, seguramente, un desincentivo para armar una coalición proreforma al Acuerdo que lidere un presidente que según la encuesta  más reciente  sigue siendo poco favorable.

Además, en un semestre electoral y cuando de un lado los uribistas piden reformas de fondo como eliminar de tajo la JEP, y del otro rechazan la posibilidad de hacer cualquier cambio a las normas que aterrizan el Acuerdo.

Como expresó ayer en un comunicado el jefe del partido Farc, Rodrigo Londoño: 

"Un acuerdo de paz es resultado de la correlación de fuerzas existentes en un momento histórico dado. Una vez firmado, ninguna de las dos partes puede tratar de cambiarlo para conseguir sobre la marcha lo que no pudo obtener en la mesa de conversaciones. Lo que corresponde es su implementación total, sin modificarle una coma."

Al final, esa polarización en el tema políticamente neurálgico de la paz fue la que ya enterró la idea del pacto nacional, y ahora mantiene en jaque la de un acuerdo legislativo.

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