Duque sigue con la brújula en su propio norte

Silla Sur

Pese a las críticas para que cambie de rumbo, su discurso al instalar el Congreso volvió a girar sobre sus tres huevitos de equidad, legalidad y emprendimiento.

El discurso del presidente Iván Duque durante la instalación del Congreso fue ante todo un corte de cuentas de lo que ha hecho en este casi año de Gobierno, sin anuncios de cambio en su visión para el país o en sus relaciones políticas. 

Que lo hiciera, además, reiterando los tres pilares de su Plan de Desarrollo (equidad, legalidad y emprendimiento) muestran que está lejos de dar un timonazo para cambiar de rumbo, como se lo han pedido amigos, enemigos y observadores. Al menos ese cambio no será desde lo discursivo. 

Al comparar su discurso del 20 de julio con el de su posesión, se nota que el Presidente repitió varios conceptos incluso con las mismas palabras, hizo algunos cambios sutiles según la coyuntura y dejó algunos temas por fuera. 

Al final, ratificó que busca más mostrar que cumple lo que promete que cambiar de rumbo, ya sea para acercarse al uribismo más duro o para moverse hacia el centro, según soplen los vientos de la política. 

El duquismo de Duque

El Presidente martilló los mismos temas, ahora en la versión de cómo los ha avanzado.

Así, mencionó de nuevo las cerca de 50 propuestas que hizo en su posesión, como energías renovables, industria creativa, reactivación económica y deportes, algunas veces con las mismas palabras. 

Por ejemplo, en los dos discursos clave, Duque aseguró que no reconoce “enemigos ni contendores políticos”, descalificó la división “entre amigos y enemigos de la paz”, y dijo estar honrado de trabajar con “la primera mujer vicepresidenta” de la historia de Colombia. 

En eso refrenda su apuesta de mostrarse como el presidente dispuesto a unir a los sectores polarizados y a gobernar sin rivalidades políticas y, con su discurso de equidad de género, se presenta como un hombre joven con ideas renovadas, según le dijeron a La Silla dos altas fuentes de la Casa de Nariño. 

Esos dos puntos contrastan con que haya vuelto a mirar el retrovisor para mencionar el país que recibió; como el año pasado, dijo que Juan Manuel Santos le dejó desafíos por el crecimiento de los cultivos ilícitos, el aumento de los grupos armados y el incremento del asesinato de líderes sociales.

Es decir, que no se deben a él los problemas de seguridad que hay, que son particularmente sensibles para un presidente que llegó como “el de Uribe”, como heredero de una política de seguridad polémica pero exitosa.

“Era importante en este caso tener claro de qué punto se partió para entender  a dónde se ha llegado. Más que retrovisor, es una referencia de magnitud para poder dimensionar el resultado: se puede ver claramente el tamaño del logro si podemos ver de dónde partimos para llegar al punto en el que estamos hoy”, dijo uno de los tres asesores de Presidencia que entrevistamos y quienes pidieron la reserva de sus nombres.

Poner ese espejo le ayuda a mostrar los avances que ha anunciado en diferentes sectores, como el 10 por ciento de reducción de la deforestación, a la vez que repite la estrategia del Centro Democrático de criticar los resultados de la Presidencia anterior.

Esa continuidad es la prueba más evidente de que Duque mantiene su discurso. Pero no es la única.

Los cambios sutiles

A pesar de las evidentes similitudes, el Presidente marcó unos cambios, quizás más tenues.

En su posesión, Duque habló de legalidad (donde incluye seguridad y anticorrupción), de emprendimiento (que tiene su visión económica, de Estado más reducido) y de equidad (lo social, especialmente “cerrar las brechas entre ricos y pobres”).

Lo hizo en ese orden, que empezaba por lo más típicamente uribista, la seguridad, e iba a lo menos, lo social. Ahora lo invirtió y empezó hablando de equidad, que es el término que usa como la bandera de su gobierno, como él mismo lo dijo en una entrevista de Semana.

De hecho, profundizó más en qué entiende su gobierno por educación y salud, por ejemplo, de lo que lo hizo en su posesión. 

Este cambio fue planeado desde la Casa de Nariño. Dos altos asesores del presidente coincidieron en que ocurrió porque Duque quería mostrar primero los resultados del norte de su brújula, de su bandera.

La otra novedad fue que habló de ciertos temas que no mencionó antes y que ahora están mucho más en la coyuntura de lo que estaban hace un año. Por ejemplo, esta vez Duque habló de lo que ha hecho por los migrantes y se refirió al cerco diplomático a Nicolás Maduro, dos de los frentes que le han dado más réditos.

Además, enumeró a los cabecillas de bandas criminales que ha capturado la Fuerza Pública en los últimos meses y habló de manera más integral de las drogas, ya no solo mencionando el cultivo sino hablando también de políticas para atender a los adictos. 

De nuevo, son temas en los que Duque puede mostrar logros en áreas que eran menos relevantes cuando se posesionó, por lo que más que cambios de fondo son adiciones a la ruta que se trazó en agosto, y que en esa medida refuerzan su discurso. 

Lo llamativo es que lo hacen en cuestiones que son propias del uribismo, como la lucha contra el régimen chavista, la seguridad o la política represiva de drogas, una movida pequeña que se refuerza con parte de lo que dijo en agosto y ahora calló.

Los ausentes

Esta vez Duque no habló de las víctimas cuando en su posesión les prometió una “verdadera reparación moral, reparación material, reparación económica por parte de sus victimarios” para lo que debía corregir las “fallas estructurales que se han hecho evidentes en las implementaciones”.

Sin embargo, este sábado no mencionó la palabra víctima; se dedicó en cambio a resaltar avances en la implementación del Acuerdo de La Habana, como los planes de desarrollo con enfoque territorial (Pdets) en las zonas más azotadas por el conflicto, o la actualización del catastro. 

Pero allí mismo hubo otra ausencia que refuerza ese guiño al uribismo: habló de “paz” pero con el apellido de "con legalidad" y no mencionó palabras como Acuerdo, Farc o implementación.

Otro gran ausente, las promesas directas de grandes reformas, refleja más bien una realidad política: como lo ha contado La Silla, su relación con el Congreso ha sido tan tensa que en su primera legislatura le hundieron el 28 por ciento de sus proyectos, contra el 13 de Santos y Uribe. 

Por eso, si al posesionarse, Duque enfatizó la necesidad de reformar la salud, las pensiones y la justicia, esta vez condensó al final los proyectos que aspira sacar adelante, como “un marco de protección a la vejez colombiana” y “una justicia cercana al ciudadano”, sin hablar de reformas. 

Eso, según una alta fuente de Palacio, es porque las reformas no se han cumplido. “Las ausencias que se encuentran en comparación entre un texto y otro dan guía sobre dificultades que se han tenido”, afirmó. 

Con la misma brújula ideológica

Más allá de las ausencias, el que el Presidente haya enfocado su discurso en el avance de sus tres pilares muestra que no dará el timonazo que algunos sectores le han pedido. Al menos, no desde lo discursivo. 

Con eso no le hace caso a su jefe político, Álvaro Uribe, que ha opinado que debe enderezar su rumbo; a la Revista Semana, que le pidió un timonazo; ni a la oposición, que le pide que se la juegue por implementar el Acuerdo con las Farc. 

Como dice uno de sus asesores, Duque sigue firme en la apuesta de lograr la equidad a través de la legalidad y el emprendimiento, y por eso su discurso fue básicamente un corte de cuentas en esos tres temas.  

“Quiere visibilizar el tema de resultados. Este es un gobierno que se define por su capacidad ejecutiva, por su perfil coherente al abordar su plan de gobierno y eso es lo que quiere mostrar en el discurso”, dijo una de las fuentes consultadas. 

La intención desde la Casa de Nariño es mostrar a Duque como un presidente ejecutor. 

De allí la presentación de cifras de muchas promesas que hizo hace casi un año, con las que pretenden mostrar avances, y de allí también que haya enfatizado más en lo que ha hecho durante su gobierno que en lo que viene, para lo que solo dejó un pequeño abrebocas al final de sus palabras, especialmente sobre la relación con el Congreso. 

“Al final del discurso hay un bloque que no es tan extenso pero sí concreto y denso en términos de referencia, que son los temas importantes que vienen”, afirmó una de las fuentes. 

Curiosamente, la mayoría de los temas que mencionó para su agenda legislativa están más alineados con la legalidad (cadena perpetua a violadores y abusadores de niños, proyectos anticorrupción, extradición, minería ilegal) y sobre todo con el emprendimiento (mercado de capitales, crecimiento limpio, acuerdos de doble tributación, régimenes de departamentos, municipios y capitales, reforma a las CAR y a las regalías ), que con la equidad (solo protección a la vejez, justicia cercana al ciudadano y la consulta previa).

Eso, en contraste con la batería de reformas que propuso en su posesión, muestra que el cambio probablemente más grande sea uno de realismo político: lo que logre hacer será más vía obras o decretos, que a través de leyes o de acuerdos políticos como el del rumorado ingreso de Cambio Radical al gabinete. 

Con eso, el país sabe a qué atenerse: Iván Duque, como lo contamos en su perfil, es responsable y convencional, disciplinado, y por eso es improbable que haga cambios bruscos en su Gobierno. Seguirá el rumbo que quedó plasmado el 7 de agosto de 2018 y que reiteró el sábado, que no ha sido fácil de explicar y que le ha causado dificultades de gobernabilidad.

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