Duque y los empresarios entienden igual el paro pero no cómo enfrentarlo

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Ambos entiende que el paro se debe dividir entre los convocantes y los que salen a cacerolear. Para el sector privado preocupa que el Gobierno demore la conversación hasta marzo.

El 19 de noviembre, dos días antes que que empezara el paro, el Consejo Gremial Nacional sacó un comunicado en el que sentaba su posición frente a la convocatoria de sindicatos, organizaciones sociales y estudiantiles.

“La importancia de respetar la protesta social como un derecho constitucional (...) siempre y cuando ese ejercicio se realice con absoluto respeto por los derechos de todos los ciudadanos”, escribió ese grupo de asociaciones empresariales que reúne a entidades de distintos sectores económicos. También pidió a los manifestantes “rechazar cualquier acto de violencia” y respaldó a “las autoridades en el cumplimiento de sus deberes para desplegar acciones eficaces contra los actos violentos”.

Fue un mensaje reiterado en este comunicado publicado al día siguiente del paro, en el que frente a la actuación de la Policía y el Esmad, los gremios respaldaron al Gobierno de Iván Duque y a las instituciones.

Las palabras de ambos comunicados, que votaron en consenso los 24 gremios que hacían parte del Consejo (3 más entraron la semana pasada), estaban en línea con el mensaje del presidente Iván Duque: la protesta es un derecho que no incluye afectar los de quienes no protestan y, por eso, legítimamente la Policía y el Esmad deben intervenir, por ejemplo, cuando se bloquean vías.

Esa alineación entre la visión de país del Gobierno con la de los empresarios no es algo nuevo pero se vio reforzada en un paro cuyo origen tiene mucho que ver con una desconexión del Presidente Iván Duque con la ciudadanía que contrasta con su cercanía al empresariado, como recordó al sentarse, dos días después de la movilización, con los empresarios antes que con los convocantes.

Hoy, tras 12 días de paro, la visión general de empresarios y Gobierno sigue alineada, más aún cuando para el comercio, en particular, tener un diciembre sin movilizaciones es clave por ser un mes de altas ventas. Pero algunos gremios tienen dudas de que la reacción de Duque haya sido la adecuada.

Una visión alineada

“El mundo ha cambiado mucho” y “hay preocupaciones legítimas”, fueron frases casi calcadas entre cuatro ejecutivos y siete directivos gremiales de distintos sectores con los que conversamos para este artículo. 

“Las movilizaciones muestran una democracia vibrante, una población preocupada por el desarrollo social, no indolente y eso es bueno”, nos dijo, por ejemplo el director de la Andi, Bruce MacMaster.

Entre las causas del paro, además del descontento social, ven una presunta manipulación de información de algunos de los organizadores y el efecto contagio de movilizaciones masivas similares en países cercanos, como Chile, Ecuador y Bolivia.

“Creo que hay reclamos legítimos, aunque también preocupa que muchas de las cosas las manejaron con información falsa, como el de la reforma pensional”, nos dijo Alejandro Castañeda, presidente de Andeg, gremio de generadoras de energía.

“El 90 por ciento de los marchantes no saben ni por qué marchan, buscan un cambio en el modelo económico y no saben que este es el que le ha permitido a Colombia crecer, a pesar de que hay muchos temas por mejorar”, dice el abogado Andrés Guillén, socio de una firma de abogados que asesora a varias multinacionales.

También defienden la necesidad de hacer valer los derechos de los que no marchan,y por eso piden que no haya bloqueo de vías ni actos vandálicos. En este punto ha insistido desde el Presidente en intervenciones como esta hasta el ministro de defensa Carlos Holmes Trujillo en esta intervención ante ganaderos, y la ministra del interior, Nancy Patricia Gutiérrez aquí.

“Si una multitud, previo aviso a la autoridad, ocupa las vías públicas a lo largo de varios kilómetros y durante horas, ese es el ejercicio natural de la protesta social (...) Por el contrario, es inadmisible, como lo he observado en estos días, que pequeños grupos de personas taponen calles”, escribió el exministro Jorge Humberto Botero y presidente del gremio de las aseguradoras en esta columna en Semana.

Después de la marcha y ante la gran movilización de espontáneos que salieron a la calle, sin ninguna afiliación política, los empresarios que consultamos también empezaron, como el Gobierno, a incorporar dos elementos adicionales en su lectura del paro.

El primero, la necesidad de diferenciar entre los convocantes del paro y los que salieron en la noche a cacerolear

“No son lo mismo -nos dijo un dirigente gremial, que pidió no ser citado- entre los que salen en la noche con la cacerola hay gente inconforme con el gobierno, con el desempleo, y también gente que asiste hasta porque hay fiesta”. 

Nos dijo que ve que los sindicatos y las organizaciones que convocaron el paro quieren atribuirse esa movilización espontánea a su convocatoria “pero la verdad es que no sabemos quiénes son”.

El segundo, el llamado a que no se los excluya de la conversación, en particular porque el paro los afecta económicamente, y porque consideran que hay un grupo de personas que quieren lograr en las calles lo que no lograron en las urnas.

Este es un mensaje que mandan en diferentes tonos desde grandes gremios, y también empresas y ejecutivos donde han promovido campañas para “marchar a trabajar” o construir país haciendo empresa. 

Mensajes como estos:

Incluso la semana pasada un grupo de emprendedores promovió en redes una etiqueta que #YoTambiénSoyColombia en el reforzaban el mensaje de que los colombianos que no paraban eran una mayoría silenciosa que trabaja por el país, y que merece ser escuchada.

Todo eso muestra que el diagnóstico general es muy parecido al que ha mostrado tener el Gobierno y ha evolucionado por la misma línea. 

Aunque, sobre la forma de enfrentar el paro, la mayoría de los que consultamos ven necesario que el Presidente haga cambios.

Un diálogo más abierto

La magnitud del paro, y en especial la movilización prolongada espontánea, tomó por sorpresa a muchos empresarios como mostramos al consultar a 27 empresarios el día antes del paro: la mayoría preveía una movilización de un día con efectos momentáneos.

Esa sensación de que sería algo puntual se notó en los primeros días de paro cuando, a pesar de las oleadas de pánico en Cali y Bogotá, no hubo mayor movimiento en la bolsa y el dólar bajó unos pesos. Pero eso quedó atrás, y no solo porque el dólar ha subido 112 pesos (entre 25 de noviembre y el viernes) y el Colcap, principal índice de la bolsa ha estado en rojo 5 de los 7 días hábiles que ha durado el paro.

“El Gobierno tiene buena interlocución con el empresariado, y eso es positivo, pero eso no le debería quitar espacio para hablar con otros sectores. Él como persona es un tipo abierto, debería abrirse más a tener un diálogo activo que incorpore el sentir de otras fuerzas sociales”, nos dijo el presidente de un gremio grande, que prefirió que no reveláramos su nombre. 

“La marcha mandó un mensaje fuerte, pero a veces parece que el Gobierno sigue empecinado en ver lo que quiere ver, y eso genera más resentimiento y más odio en la gente. Necesita más liderazgo”, nos dijo un alto ejecutivo de una empresa de inversión, al día siguiente de la movilización del 21N.

Este mismo dirigente, y otros cuatro con los que hablamos, nos mencionaron que Duque desaprovechó la oportunidad de reemplazar a Guillermo Botero el el Ministerio de Defensa con un mensaje de que está dispuesto a hacer cambios y a gobernar con personas que no son de su círculo cercano o de los partidos de su coalición.

“Todavía tiene la oportunidad de hacer cambios en el Gabinete para mandar señales”, dijo el mismo directivo. “El diálogo es un punto de partida interesante, pero da resultados a largo plazo, no inmediatos”.

“Duque debería convocar más gente, escucharlos y acelerar temas centrales, puntuales para mostrar resultados”, nos dijo otro directivo gremial, también off the récord para no dañar sus puentes con el Gobierno. Entre esos “temas centrales” mencionó corrupción y justicia.

También le atañen la responsabilidad a una descoordinación y falta de comunicación del Gobierno, que no está dando a entender sus logros.

“Al Gobierno le falta marketing”, resumió el abogado Guillén.

“La gente no entiende si hay o no pensional porque el Ministro de Hacienda dice una cosa y la de Trabajo dice otra, y eso aumenta la confusión”, nos dijo otro empresario.

El otro tema que preocupa es que Duque puede estar atrapado en la lógica de su partido.

Aunque todos los empresarios con los que hablamos aplauden que haya una ‘Conversación Nacional’ que no esté centrada en sindicatos y organizaciones sociales, sino que sea más abierta -en la lógica de que una cosa son los organizadores del 21N y otra los que salen al cacerolazo- les preocupa que ese ejercicio se tome hasta marzo (con una metodología aún confusa) porque podría alargar la inestabilidad social.

Tal vez uno de los sectores más preocupados, al menos públicamente, con esta incertidumbre es el de los comerciantes. 

El presidente de Fenalco, Jaime Alberto Cabal, nos dijo que en diciembre el comercio, los restaurantes y los hoteles pueden crear hasta 200.000 empleos temporales, algo clave para aliviar la crisis que tiene la tasa de desempleo en dos dígitos, pero que algunas empresas han aplazado estas contrataciones por la incertidumbre de las movilizaciones.

Una encuesta que hizo el gremio entre sus afiliados dice que las ventas en días de paro han caído hasta 70 por ciento en Bogotá, y 60 por ciento en las demás ciudades.

“Creemos que convocar el diálogo es el camino correcto”, nos dijo, pero le preocupa que entre las peticiones haya cosas tan difíciles de lograr y de negociar, porque no hay un consenso alrededor de ellas, como desmontar los TLC, o que el Gobierno no tiene capacidad fiscal para cumplirlas o que requieren proyectos de ley que dependen del Congreso.

Estos problemas a largo plazo y la urgencia económica de tener estabilidad en el último mes del año le ponen presión a Duque para acelerar al diálogo y encontrar una estrategia de corto plazo que aleje a la gente de las cacerolas.

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