La Silla recorrió parte del Atlántico durante casi una semana y, aunque es imposible identificar exactamente de qué orillas salieron los votos santistas, una mezcla de maquinaria, voto espontáneo en rechazo a Uribe y varias particularidades fue lo que le dio al Primer Mandatario el triunfo sin precedentes.
El factor Atlántico que le dio la victoria a Santos
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La contundencia de los resultados de las presidenciales en Atlántico, donde el presidente Juan Manuel Santos barrió al uribista Óscar Iván Zuluaga, en algunos municipios con más del 90 por ciento de los votos, tiene a los uribistas revisando con lupa lo que pasó y es una de las regiones en las que el expresidente Álvaro Uribe está centrando las denuncias de presunto fraude que presentó a la Procuraduría.
En la denuncia uribista se destaca que hay municipios atlanticenses en los que el Presidente aumentó su votación entre primera y segunda vuelta en más del 200 por ciento.
La Silla recorrió parte del departamento durante casi una semana y, aunque es imposible identificar exactamente de qué orillas salieron los votos santistas, una mezcla de maquinaria, voto espontáneo en rechazo a Uribe y varias particularidades fue lo que le dio al Primer Mandatario el triunfo sin precedentes.
Lo atípico
Atlántico fue determinante para la reelección de Santos. Entre todos los departamentos de la Costa Caribe, este fue el único que lo coronó con una diferencia de 401.993 votos frente a Zuluaga, con lo que el mandatario pudo equiparar los 433.571 apoyos que le sacó de más el candidato uribista en Antioquia.
Es también el departamento de la Costa en el que más aumentaron los votos de Santos entre primera y segunda vuelta presidencial: 346.674, mientras que en los otros seis esa diferencia fue de más o menos 100 mil.
Más que en el Valle, en donde también arrasó la campaña reeleccionista, y más que en Bogotá, en donde Santos logró revertir la tendencia zuluaguista de la primera vuelta, en Atlántico fue en donde más disminuyó la abstención entre una y otra ronda de presidenciales: pasó del 76 al 49 por ciento, es decir que la participación casi se duplicó. Hace cuatro años pasó lo contrario: la participación se redujo entre la primera y segunda ronda presidencial: bajó de 32 a 27 por ciento.
De los 23 municipios de este departamento en el que viven unas dos millones y medio de personas, millón 700 mil de ellas aptas para votar, el Presidente sacó el 90 por ciento de los apoyos en dos: Polonuevo y Repelón, y más del 80 por ciento de los votos en 12. En todos ganó con amplia ventaja.
En Polonuevo, Palmar de Varela, Baranoa, Sabanalarga y Santo Tomás pasó algo curioso. En todos ellos Santos ganó con entre el 85 y el 90 por ciento de los votos, lo que es muchísimo.
Pero, además, en todos ellos la abstención se redujo entre 20 y 24 puntos frente a la segunda vuelta de 2010 (por ejemplo, pasó de 65 a 43 en Sabanalarga). Eso es un comportamiento excepcional que sólo se registra en 23 municipios del país.
Varios de esos municipios en los que la gente salió masivamente a votar por Santos son los mismos que en 2010 quedaron bajo el agua, luego de que el 30 de noviembre de ese año se rompiera una vía-dique que protegía a esos poblados del río Magdalena. La peor tragedia invernal en la historia reciente del Atlántico, advertida con anticipación por muchos nativos de la zona que llevan más de tres años quejándose de la inoperancia estatal.
El río entró y abrazó las casas, algunas hasta sus techos, lo que causó una diáspora de damnificados sin precedentes hacia Barranquilla, Bolívar y otros poblados cercanos.
Hasta marzo pasado, tres años después de la emergencia, en el corregimiento Las Compuertas del pueblo de Manatí vivían víctimas en cambuches, lo que motivó entre otros asuntos una carta de diputados del departamento al Presidente Santos quejándose de la situación.
Aún así, Santos barrió con apoyos en la zona y en municipios como Repelón alcanzó incluso el 90 por ciento de los votos.
Las particularidades del factor Atlántico señalan también que la votación del departamento excedió las mismas expectativas de los políticos que movieron su maquinaria.
Informalmente algunos de los senadores del departamento (son en total 10, nueve santistas y un uribista) habían dicho que la aspiración era pasar de 194.781 votos en primera vuelta a obtener 400 mil en segunda. Santos terminó sacando 541.455 apoyos, mucho más de lo esperado y mucho más de lo que sacó allí mismo en la segunda vuelta de hace cuatro años, cuando contaba también con toda la máquina del Estado pero además con el respaldo del entonces presidente Álvaro Uribe: 288.274 votos.
En Atlántico,Santos sacó más respaldos de los que sacaron en marzo pasado todos los senadores de los tres partidos que oficialmente están en su Unidad Nacional (liberal, Cambio Radical y La U), quienes sumaron aquí 383.145 votos. Aunque si se agrega la votación de los conservadores la cifra llega a 639.578.
Todo eso con una participación menor de la que hubo en las legislativas, cuando salió a votar el 52 por ciento de los electores que podían hacerlo, mientras que en la segunda vuelta lo hizo el 41 por ciento. Aunque es normal que la participación baje entre legislativas y presidenciales, la curiosidad en el Atlántico es que el número de personas que salió a votar el pasado domingo fue bastante superior al de la segunda vuelta de 2010 y las presidenciales de 2006. Esta vez la participación fue del 41 por ciento, en 2010 fue del 27 por ciento y en 2006, cuando estaba Uribe, del 31 por ciento.
La máquina de buscar votos en el Atlántico la movieron, unos más otros menos, los nueve (de 10 electos) senadores que tiene el departamento: cuatro de La U, tres conservadores, uno liberal y otro más de Cambio Radical.
La empresa reeleccionista contó también con la Alcaldía de Barranquilla (donde viven un millón y medio de habitantes más o menos), que es aliada del vicepresidente electo Germán Vargas Lleras, y con la Gobernación, que es del Partido Liberal.
Tres periodistas y dos taxistas locales le contaron por separado a La Silla que la impresión general es que, esta vez y a diferencia de lo que sucede en las legislativas siempre, no se movieron tanto los ejércitos de votantes organizados en buses.
Álvaro Ashton, el único senador liberal que tiene el departamento, coincidió: “Movimos lo indispensable”.
Pero aunque no fue la regla, hubo sectores no tan centrales de Barranquilla en los que sí se vio movimiento de vehículos transportando en grupo personas, puestos de votación en los que los políticos controlan a sus votantes y publicidad de ambas campañas. Por ejemplo en los barrios Rebolo y Carrizal.
Todos los congresistas recibieron recursos de la campaña Santos a nivel nacional y todos activaron sus directorios municipales, concejales, diputados, representantes y líderes barriales para buscar apoyos.
Algunos, como el conservador Roberto Gerlein, pusieron huevos en las dos canastas: él se quedó y le hizo campaña al Presidente mientras que su fórmula a la Cámara Aída Merlano se fue con el proyecto zuluaguista del expresidente Uribe. “Ella habló con el candidato y también con el presidente Uribe y manifestó su apoyo, no sabemos si al final se movió”, le confirmó a La Silla un directivo de la campaña Zuluaga en Barranquilla.
Aunque un magistrado del Consejo Nacional Electoral dijo en medios que en el Atlántico se votó con transparencia, por todos lados corrieron rumores sin confirmar de compra de votos de lado y lado.
Un líder que dice manejar entre 70 y 80 votos en un barrio del sur, y que pidió que se omitiera su nombre por seguridad, dijo que antes de las elecciones lo llamó un concejal conservador para ofrecer comprarle esos apoyos para Santos a 20 mil pesos cada uno. “Me llamó porque yo había trabajado con él antes, el negocio era que si yo compraba los votos a 15 mil me ganaba cinco mil por voto, pero al final no me fui con él”.
A esto se agrega un rumor que corre desde las legislativas sobre una empresa dedicada a hacer impresiones, en donde supuestamente se habían copiado los formularios E14 para ser entregados a miembros de la campaña del senador conservador santista Efraín Cepeda a las 2 de la mañana antes de esos comicios.
Los uribistas conocieron una grabación sobre ese incidente y pensando que ahora en segunda vuelta se podría repetir, pusieron el denuncio, a través de una de sus coordinadoras, en la Fiscalía el viernes antes de elecciones.
El director de la Fiscalía en el Atlántico, Wilder Guerra, le confirmó a La Silla que ordenó un allanamiento a la empresa dedicada a hacer impresiones, llamada Digi Print, más de 10 horas después y no encontró nada que probara el asunto de los formularios E14.
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Sin embargo, la cantidad de horas que pasaron entre la denuncia y el allanamiento dejaron un sinsabor en la procuradora delegada desde Bogotá para las elecciones en el Atlántico María Patricia Ariza, quien le dijo a La Silla: “No conozco la denuncia ni el nombre de la empresa porque no hace parte de mis competencias, pero me pareció un asunto delicado y me preocupa que la Fiscalía se haya demorado 19 horas en hacer el allanamiento, sin que eso signifique que haya habido fraude”.
La Silla intentó en varias ocasiones comunicarse al celular del Senador Cepeda para preguntarle, pero él no contestó ni las llamadas ni los mensajes.
En la Cámara de Comercio de Barranquilla aparecen como socios de la empresa Digital Printing LTDA. Elizabeth, José Francisco y Juan Carlos Díaz Tarud. Los Tarud son de la familia política del Senador Cepeda.
El Fiscal Guerra dijo que el allanamiento sólo se ordenó cuando hubo fundamentos para hacerlo y cuando la coordinadora de la campaña uribista se volvió a presentar en la entidad para ampliar su denuncia.
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Guerra también confirmó, ante una pregunta de La Silla, que el domingo de las elecciones el senador Efraín Cepeda llamó al subdirector de la Fiscalía en el Atlántico para quejarse de que la procuradora delegada Ariza supuestamente pretendía hacer un allanamiento a una sede política de la campaña Santos.
“El subdirector fue el que recibió una llamada del Senador. Al parecer, la Procuradora pasó frente a un comando político y se generó ese malentendido… pero yo no conozco a ningún político ni ninguno tiene mi teléfono”.
A la maquinaria santista se sumaron sectores espontáneos, pero no todos
Como pasó en buena parte del resto del país, en Barranquilla se unieron sectores de maestros, de los LGBTI, de los sindicatos, de Progresistas y del Polo en favor de la reelección de Santos y en contra de Uribe.
Parte del progresismo del alcalde de Bogotá Gustavo Petro (que en la primera vuelta de las presidenciales de 2010 obtuvo en el departamento la segunda votación, 118 mil votos) hizo campaña a la reelección en cabeza de sus líderes locales Máximo Noriega y Cristóbal Padilla, quienes repartieron unos 400 mil periódicos de Petro en favor de la paz.
La izquierda que tradicionalmente se ha enfrentado a la máquina electoral poderosa que es la familia Char, terminó en el mismo barco reeleccionista con ellos y hasta el exalcalde Bernardo ‘el cura’ Hoyos, destituido e inhabilitado por 12 años, se les unió a nombre de la paz en un evento político en el barrio Rebolo una semana antes de la segunda vuelta.
El exgobernador Eduardo Verano, que siendo mandatario antes de la tragedia del sur había dicho que el Atlántico estaba “blindado” de las inundaciones, también se ubicó en la orilla de los espontáneos que no están en el Gobierno Santos ni manejan la gran maquinaria.
Como líder de un movimiento dentro del Partido Liberal para la regionalización del país, Verano -que firmó un acuerdo programático con Santos- recorrió los siete departamentos de la Costa en una avioneta haciendo campaña por el Presidente y en esas correrías compartió tribuna con conservadores y con Nicolás, el hijo de Gustavo Petro, por igual. “La gente se pellizcó, hizo un click con esta campaña, lo sentí, fue como lo que pasó conmigo”, le dijo Verano a La Silla.
Precisamente, los triunfos de Verano y del Cura Hoyos en contra de la gran maquinaria en su momento demostraron que Barranquilla tiene una tradición de voto de opinión que podría ayudar a explicar el factor Atlántico en la elección de Santos.
Ese voto alternativo no estuvo todo, sin embargo, del lado del Presidente. Juan García, el excandidato a la Alcaldía que se hizo en el Movimiento Ciudadano del Cura Hoyos y se enfrentó a la alcaldesa Elsa Noguera y obtuvo 113 mil votos, adhirió a la campaña uribista. Y lo mismo hizo la gerente de la campaña de Enrique Peñalosa, Jerry Certain, en compañía de otros directivos locales del Partido Verde.
Nada de eso evidencia un fraude, pero sí que Santos no tenía de su lado absolutamente todo el voto espontáneo y alternativo.
Eso sí, en el sur del Atlántico, donde están los seis pueblos víctimas de la tragedia invernal de 2010 que aún no se terminan de recuperar, el voto santista sí fue casi absoluto y estuvo determinado en gran parte por el miedo al paramilitarismo.
El miedo
El campesino agricultor Óscar Castro tiene su explicación particular al voto por Santos.
La Silla se lo encontró en un rancho de barro apartado, frente a un cambuche de plástico blanco, en Campo de la Cruz, uno de los seis pueblos del sur del Atlántico que quedaron sumergidos entre noviembre y diciembre de 2010 cuando se rompió la vía-dique que protegía a los habitantes del vecino río Magdalena.
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Había llovido más que nunca. Todos temían que se repitiera la tragedia de 1984, año en el que también se entró el Magdalena a las casas y acabó por varias semanas la vida de los pueblos.
Cuando se rompió el dique y el agua comenzó a entrar a los municipios, varios viejos ingenuos negados a abandonar sus casas pusieron pequeñas barreras de ladrillo frente a las puertas con la esperanza de contener la fuerza del río. En menos de una semana todos habían tenido que salir. Las personas se salvaron, pero hubo mortandad de perros, gallinas y vacas y a la empresa Electricaribe le tocó cortar la luz.
Las semanas siguientes en Campo de la Cruz se podía navegar por encima de los techos.
Cada quien aquí tiene una tragedia personal por contar. La de Óscar Castro señala que nació en el vecino Santa Lucía y llevaba 40 años residiendo en el pueblo en arriendo. Que vivía de sembrar yuca y maíz en un terreno de su familia, que tuvo que salir huyendo hacia Barranquilla con sus cinco hijos y tres nietos y que, aunque la buscó, jamás ha recibido ayuda estatal.
Ni un mercado ni un subsidio de arriendo ni una palmada en la espalda. Nada. Así lo asegura el hombre moreno, sin camisa, que habló con La Silla en la puerta de una casucha de bahareque y piso de tierra que -dice- él mismo levantó después de la tragedia porque no tuvo más remedio.
Al frente del rancho, un cambuche polvoriento de plástico blanco en el que se alcanzan a ver dos pequeñas camas de madera y una silla de plástico con ropa regada. “Ahí me tocó meter a mi hija porque ella está embarazada y no cabemos todos acá en la casa”.
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A pocas cuadras de la escena se levantan vistosas unas 30 viviendas palafíticas prefabricadas de color blanco, que fueron entregadas a algunos damnificados. Óscar Castro cuenta que cuando las estaban levantando lo contrataron para trabajar vigilando la obra. Para vigilar las casas que nunca le iban a tocar a él.
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“Un día hasta vino el gobernador (el liberal José Antonio Segebre), oyó, a ver las casas y me dijo ‘no te preocupes Óscar que yo te voy a dar una casa’, pero nada, esas casas se las dieron a mucha gente que no era de aquí de Campo… hay muchas familias a las que no se les ha dado la mano”.
Contra todos los pronósticos, dentro del cambuche de la hija de Óscar hay una calcomanía de Santos Presidente.
El hombre explica corto y demoledor su voto por la reelección: “Por aquí no queremos más paracos”.
Un abogado del pueblo nos había contado minutos antes que los paramilitares llegaban a la zona vía Calamar (Bolívar) y patrullaban por las tardes. Nunca cometieron masacres en estos pueblos, pero sí causaron muertes selectivas y desapariciones.
“De aquí de mi casa en primera vuelta voté yo solo por Santos. Pero cuando vi que dizque ganó Zuluaga, en segunda levanté hasta a mi hijo, que es especial. Yo tengo un hijo especial que casi nunca sale, se la pasa ahí en el patio, y ese día lo llevé a votar por Santos”, cuenta Óscar.
Tímidos, los viejos Pedro García y José Manuel Orozco, un canoero y un músico que veían el atardecer a orillas del canal del dique en el pueblo de Santa Lucía, explicaron ese mismo miedo que los llevó a apoyar la reelección de Santos con distintas palabras: “Votamos por el menos peor, es que aquí ya no queremos problemas”.
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De todas formas, tanto en Campo de la Cruz como en Santa Lucía, después de meses y meses de espera, por fin se están haciendo obras como vías, colegios y clínicas con recursos del Fondo de Adaptación que el Gobierno Nacional creó en diciembre de 2010 para recuperar y reconstruir los sectores afectados por la ola invernal.
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El profesor Alexander Jordán, de Santa Lucía, y el abogado Carlos Marenco, de Campo de la Cruz -ambos votantes espontáneos de Santos- coinciden en que si bien hubo inoperancia estatal los dos primeros años después de la tragedia, ahora el recuento de la gente incluye la ayuda y la infraestructura que se empieza a sentir y eso pudo haber contribuido también a explicar el apoyo que obtuvo el Presidente acá.
“Es que nosotros somos como el burro: nos hacen daño y seguimos con el mismo amo. Pero además hay una cosa y es que el maestro no vota por Uribe porque Uribe le dio muy duro al magisterio”, añade el profesor Jordán.
Así es que al poder de los gamonales y al voto de los sectores alternativos hay que sumarle el rechazo a Uribe, que nunca ha arrasado en Barranquilla. Por algo la ha llamado varias veces su “novia esquiva”.
En respuesta a eso, estando en campaña por la reelección Santos dijo que Barranquilla era su “novia fiel”. A juzgar por los atípicos resultados del pasado domingo, Santos tiene la razón.