El incentivo perverso tras el bombardeo a ‘Cucho’

Silla Sur

Grupos armados están tan interesados en menores de edad que han innovado en la forma de engancharlos, y, además, están aprovechando la vulnerabilidad de los niños indígenas y venezolanos para llevárserlos.

Con el bombardeo a la disidencia de ‘Cucho’ en Caquetá, en una zona donde estaba cantado que había menores, el reclutamiento de niños por los grupos armados (aumentó en un 40 por ciento según la Procuraduría ) quedó en el centro del debate. 

Como el escándalo le costó el ministerio de Defensa a Guillermo Botero, los grupos pueden tener un incentivo perverso para reclutarlos más porque cualquier militar lo pensará dos veces antes de atacarlos. 

Y no es imposible que las disidencias los usen como escudos humanos porque están tan interesados en ellos que han innovado en la forma de engancharlos, y además están aprovechando la vulnerabilidad de los niños indígenas y venezolanos para llevárserlos. 

Los principales blancos

Los menores indígenas y migrantes venezolanos hacen parte de las poblaciones más vulnerables del país y por eso, en muchos casos son más fáciles de convencer.

“Usted le dice a un compañero que va a tener para comprar el mercado, o que va a tener un vehículo que no tiene la oportunidad de tener, o que se va a vestir mejor, y es muy difícil que se niegue”, dijo a La Silla una fuente que sirve de enlace entre indígenas y autoridades en Arauca.

En junio de este año quedó en evidencia que la disidencia del Frente 10 tenía parte de su reclutamiento en la etnia Hitnú, cuando hubo una desbandada y 12 miembros de ese grupo -nueve de los cuales eran indígenas- se entregaron masivamente en el sector de Selva de Lipa (entre Arauquita, Arauca y Tame).

Sobre los detalles de la entrega masiva hay dos versiones.

 

Una fuente del sector humanitario nos dijo que tenía que ver con que escucharon de incentivos por resocializarse y tomaron la decisión en conjunto; y una indígena, nos explicó que se salieron porque estaban reprimidos.

Cualquiera que haya sido el motivo, la desbandada fue simbólica porque dentro de los desmovilizados había seis menores de edad; además, porque  era una de las cuadrillas que escoltaba ‘Pescado’, cabeza de la disidencia. 

Así también pasa en Cauca, que en las últimas semanas ha sido un nuevo frente del conflicto entre disidencias, narcotraficantes y Ejército. Dos fuentes (una humanitaria y otra indígena), nos dijeron, por aparte, que los armados ofrecen hasta 1 millón 200 mil pesos de pago mensual a los menores que trabajan con ellos.

Las labores van desde ser campaneros, hasta ser parte del grupo armado. “Elenos y disidencias ofrecen por igual”, nos dijo la fuente humanitaria.

“Se han vuelto muy efectivos en el pago del dinero porque son muy cumplidos y eso ha motivado mucho a que los chicos se vayan”, nos dijo esa fuente y la indígena nos corroboró esa versión.

Como ejemplo, esa fuente nos contó que en Guapi, sobre el litoral pacífico, las comunidades indígenas del corregimiento Santa Rosa -al sur- denunciaron ante la Fiscalía estas tácticas.

En Solano, Caquetá, donde convergen tres resguardos (Guacamayo, Aduche y Aduche Andoke) de las etnias Murui-Muina (antes Huitoto) y Andoke (antes Andoquíes), todos los casos reportados en los últimos tres meses vienen de estas comunidades. 

Algo muy parecido está pasando con los niños venezolanos, que salen de la crisis de su país. 

La alerta de que ese fenómeno se estaba presentando la empezaron a dar organizaciones defensoras de derechos humanos hace varios meses.

En agosto de este año Human Rights Watch detalló que en los departamentos fronterizos el riesgo de reclutamiento de migrantes era muy alto porque la mayoría estaban indocumentados, no conocían las dinámicas regionales y cedían más fácil a los ofrecimientos de plata.

En el Catatumbo, Norte de Santander, hay detallados varios casos de menores que han entrado a las filas del algún grupo y en Arauca, La Silla conoció detalles de cómo se mueve el ELN tras sumar un menor de edad dentro de su estructura. 

Según los reportes que están a los que tuvimos acceso, en el sector de Tres Esquinas, en el Estado venezolano de Apure, (donde suelen reunirse los mandos de los grupos armados con injerencia en Arauca) ese grupo tiene una ‘escuela de guerra’.

Allí normalmente envían a los menores a los pocos días de reclutados para que inicien entrenamiento militar e ideológico.

Según uno de los testimonios que fue recogido autoridades locales hace poco más de un mes, de un menor que visitó ese campamento entre septiembre y octubre de este año, buena parte de los novatos son niños venezolanos.

“Nos ponían a hacer entrenamiento de campo, nos enseñaban a (sic) cómo actuar en el momento de una emboscada”, especifica ese relato.

Además de esta forma de aprovechar a los niños de grupos vulnerables, están surgiendo nuevas formas de reclutamiento que aunque, por ahora, son puntuales, pueden terminar replicándose en la medida en que sean efectivas. 

Las nuevas técnicas

El reclutamiento de menores por parte de grupos armados ha sido una práctica de guerra.

Los métodos son conocidos. Van desde enamoramiento de niñas, el ofrecimiento de artículos de lujo (motos y celulares) y plata en efectivo, hasta la persuasión a punta de discurso político. 

Pero en la nueva lógica del conflicto, en la que la mayoría de grupos carecen de ideología, esa persuasión desapareció y, en cambio, las formas más orientadas a la ambición, están empezando a potenciarse con nuevas modalidades. 

”“Los presidentes de junta de las veredas donde se llevan a los pelaos me cuentan que ahora les dicen que les van a dar rutas para que controlen”

Luis Miguel Beleño, personero de Solano, Caquetá

Una de ellas es la de ofrecerles de entrada jerarquía dentro del grupo como está pasando en Solano, Caquetá, donde sólo en los últimos tres meses, según dijo a La Silla el personero Luis Miguel Beleño, van 40 niños reclutados.

 

“Los presidentes de junta de las veredas donde se llevan a los pelaos me cuentan que ahora les dicen que les van a dar rutas para que controlen o que si entran les dejan liderar una escuadra”, nos contó. 

“Eso no se veía antes con las Farc. Entraban a las filas pero no les ofrecían eso porque era claro quién mandaba. Ahora les ofrecen jerarquía para que supuestamente tengan poder en el territorio”, agregó. 

Según Beleño, ese método comenzó a verse por lo menos desde agosto de 2017, cuando la disidencia del frente 1 llegó hasta la inspección de Araracuara, en Solano, y al corregimiento de Puerto Santander, en la otra orilla del río Caquetá, a llevarse a niños.

Como nos dijo por su lado un presidente de junta de Solano que no quiso ser citado por su seguridad, “ellos, las disidencias, hacen eso porque son estructuras desorganizadas aún y los chicos creen que no sólo van a tener armas y eso, sino poder de mando”.

En Arauca encontramos que la disidencia del Frente 10, comandada por ‘Pescado’, les está ofreciendo a los menores una comisión del 30 por ciento por el cobro de extorsiones en sus zonas de influencia.

“Es un negocio muy atractivo. Si usted tiene en cuenta que le pagan sí o sí, un muchacho se decide fácilmente a entrar”, explicó una autoridad de la zona que pidió la reserva de su nombre. 

La modalidad, según nos contó esa misma fuente, no tiene precedente en la zona, y de hecho disparó un mercado de vacunas en ese departamento.

Principalmente porque para mantener los pagos del lado de las disidencias y evitar que el ELN -el otro grupo que manda en la zona- los cooptara, los menores empezaron a generar rebajas.

“Si un grupo le cobra más barato que el otro, la víctima se va al que tiene que pagarle menos para que lo proteja”, precisó.

Los casos más documentados de esta práctica que en últimas repercute directamente sobre el dominio y control territorial de las disidencias están en Saravena, una de las zonas a las que entraron las disidencias luego de cerrar un acuerdo de coexistencia con el ELN que, a través del Frente Domingo Laín, es el que tiene dominio principal sobre los siete municipios de Arauca. 

En ese mismo departamento, también ha quedado documentado que en algunos casos los padres incentivan el reclutamiento. 

Aunque la mayoría de las veces las familias se resisten a que sus hijos entren a las filas de armados (en Saravena hay 22 que abandonaron el municipio para proteger a sus hijos, y en Arauquita hay registros de otras 5), en Tame hay reportes de niños que se enlistaron por intermedio de sus papás.

La Silla conoció expedientes de relatos de menores que ahora están en manos del Bienestar Familiar y en ellos se detalla el papel de los padres en el proceso de reclutamiento.

“Usan a los grupos como un castigo casero… les dicen que tienen un hijo rebelde y  que les den escarmiento”, nos contó una fuente del municipio que conoce de primera mano las versiones.

Si bien es normal hace años que los habitantes de zonas en conflicto miren a las guerrillas como la autoridad más cercana, entre otras, porque ellas son las que determinan en buena parte normas de convivencia, que los niños entren en los acercamientos es algo que no tenía precedente en la región.

Así que el episodio de ‘Cucho’ es solo una muestra del fenómeno del reclutamiento en la era de conflicto posacuerdo.

Si eso es preocupante, lo es más saber que aún cuando la Defensoría del Pueblo ha lanzado 97 alertas tempranas sobre este fenómeno durante este año, la mayoría de casos nunca llegan a las oficinas de los personeros o defensores. 

Se quedan en el silencio por el temor de sus familias.  

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