La decisión del Estado mayor de las Farc de expulsar a cinco de sus mandos medios prendió una alarma sobre la falta de incentivos para que quienes no son ni rasos ni grandes jefes dejen las armas.
El peligroso olvido de los mandos medios
Foto tomada: Fundación Paz y Reconciliación
La decisión del Estado mayor de las Farc de expulsar a cinco de sus mandos medios la semana pasada prendió una alarma sobre la falta de incentivos para que quienes no son ni rasos ni grandes jefes dejen las armas, una situación que no le conviene al Gobierno, a las Farc ni al país pero que hasta ahora no tiene respuesta.
Como no todos esos mandos medios tienen una ideología política fuerte, y muchos llevan años dedicados al negocio de la coca o encabezando frentes que se dedicaban más a financiar a la guerrilla que a a combatir o hacer trabajo político, dejar el monte para apostarle a los votos puede no ser atractivo, y tampoco dejar el narcotráfico para recibir un auxilio mensual de menos de un salario mínimo.
Ese problema sigue sobre la mesa. Hace solo dos días se instaló el Consejo Nacional de Reincorporación que acordaron el Gobierno y las Farc y que hará el cronograma y el seguimiento de la reincorporación de los guerrilleros, incluyendo los mandos medios.
Lo integran, por el lado del Gobierno, la ministra de Trabajo Clara López y el director de la Agencia Colombiana para la Reintegración, Joshua Mitrotti; y por el lado de las Farc, alias Pastor Alape, miembro del secretariado, y alias Jairo Quintero, que hizo parte del equipo negociador y viene del bloque del Magdalena Medio.
Su instalación puede ser una buena noticia, si logra que se arme una oferta de reintegración para los mandos medios que hoy no existe.
El mando medio
Ser un mando medio es una posición importante dentro de las Farc.
De acuerdo con la estructura que definieron en su Segunda Conferencia, la llamada “conferencia constitutiva” de 1966, el mando medio está debajo de los jefes de bloques y demás miembros del Estado Mayor y el Secretariado, pero tiene mando importante.
Por lo general son hombres, mayores de 40 años, que llevan más de diez años en la organización.
Son los jefes de frentes, de las guerrillas que los componen (que suelen ser de más de cincuenta hombres) o los miembros del estado mayor de un frente, que además del comandante lo componen un jefe de finanzas y uno ideológico.
Suelen ser quienes hablan con los miembros del estado mayor de sus bloques o con algunos de los 31 miembros del Estado Mayor Central, el máximo organismo de dirección de la guerrilla que incluye a los nueve miembros del secretariado.
En la práctica, el mando medio comunica y hace que se los guerrilleros rasos cumplan las órdenes del secretariado y de los estados mayores de cada bloque.
Entre ellos están los que aseguran las finanzas de la organización.
Por ejemplo, los cinco disidentes expulsados hace unos días (John 40, Gentil Duarte, Euclides Mora, Giovanny Chuspas y Julián Chollo) llevaban más de veinte años en las Farc y antes de llegar a ser mandos medios, pasaron por lo menos por dos frentes. Según reportes del Ejército que conoció La Silla, todos coordinaban el negocio de la coca en sus regiones de influencia.
Como explicaba el Alto Comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, en un artículo que publicó en la Fundación Ideas para la Paz en 2005, “la estructura de las Farc consiste en que la periferia mantiene al centro. Los frentes envían sus ingresos al Secretariado, que antiguamente era un centro de redistribución para los frentes “pobres” (al parecer desde hace un tiempo cada quien tiene que asegurarse de su propia supervivencia y a la vez pagar tributo)”.
En una economía dominada por negocios ilegales como el tráfico de coca y cocaína, la extorsión o el robo de gasolina, eso le da un poder grande al mando medio encargado de las finanzas.
¿Qué les ofrecen hoy y por qué no es suficiente?
En el Acuerdo quedó claro que todos, desde Timochenko hasta el más raso, van a recibir lo mismo, por lo menos en términos económicos.
Serán 620 mil pesos mensuales por dos años más seguridad social, dos millones de pesos que les entregan cuando salgan de la zona para que los gasten en lo que quieran y otros ocho millones de pesos que recibirán como capital semilla para un negocio (que puede ser individual o en grupos).
Eso, más el acompañamiento psicológico que tiene tres niveles de atención, que según la gravedad de cada caso van de sesiones de un psiquiatra por seis meses y hasta solo unas semanas de asesoría.
Como contamos, la idea es que en el día de D+60, es decir a finales de enero, la Universidad Nacional arranque a hacer un censo laboral de todos los miembros de la guerrilla para saber qué saben hacer y en qué podrían trabajar.
Esos beneficios son casi un chiste para un mando medio.
Para los que vienen de manejar negocios ilegales como la coca o la minería criminal, que les den menos de un salario mínimo al mes no es atractivo porque saben cómo quedarse con mucho más.
Además, si no han tenido una formación política fuerte y son más narcos que revolucionarios, tampoco les puede sonar llamativo entrar a hacer política local y ser candidatos a un concejo municipal, una junta de acción comunal o algún cargo semejante.
Es probable que Timochenko - quien fue miembro de las juventudes comunistas y estudió en Cuba - Iván Márquez -que a sus 22 años entró a formar parte de las juventudes comunistas y estudió Derecho en la Unión Soviética- o su compañeros del Estado Mayor quieran jubilarse haciendo política nacional, y ser congresistas desde 2018.
Al fin y al cabo, para eso se sentaron cuatro años en La Habana a negociar.
Para un guerrillero raso y joven, un sueldo mensual y seguridad social fijos por dos años , y sin las penurias de vivir en un campamento en medio de la selva, pueden ser un incentivo suficiente para cambiar de vida.
Pero para un mando medio que tenía estatus, liderazgo y respeto en la guerrilla, y que ha manejado más plata, la respuesta no es tan sencilla.
Esa duda puede aumentar por influencia externa. Los mandos medios pueden ser muy deseados por las bandas criminales, porque son los guerrilleros que dominan el territorio, recogen la inteligencia de combate y se conocen los corredores de narcotráfico y armas.
A ese conocimiento se suma que son los que tienen relación con las bases sociales de la guerrilla. Por lo general nacieron en el territorio en el que operan, la gente en los municipios los conoce y tienen redes de apoyo ya creadas, un activo muy atractivo para otros grupos ilegales.
Jhon 40 por ejemplo, nació en San Martín, Meta y comandaba el frente 43 ques uno de los que opera justo en ese departamento. En La Macarena era muy conocido y hasta una fuente con la que habló La Silla lo describió como el “duro” de la región.
Por todo eso, por ejemplo para el Clan Úsuga es más fácil entrar al Meta con el conocimiento que ya tiene Jhon 40 sobre las rutas del narcotráfico y sobre quien los puede ayudar en x o y municipio, que hacerlo solos. Y ese es apenas un ejemplo.
Esto ya ocurrió en el Urabá a inicios de los años noventa, cuando la desmovilización del EPL (que era la guerrilla más fuerte en la zona) llevó tanto a ataques de las Farc contra la base social del EPL y sus desmovilizados, como a que antiguos miembros de esa guerrilla se fueran a donde los paramilitares.
El mando medio
A pesar del horizonte tan negro para lograr la reintegración de los mandos medios, es probable que se cree una oferta especial para ellos porque para el Gobierno y las Farc es clave que sí se desmovilicen.
Para las Farc, para demostrarle a la opinión pública que sí logran mantener la unidad ya sin armas y evitar el riesgo de seguridad de tener “traidores” en armas cuando arranquen a hacer política.
Además, entre más cohesión logren mantener mayor será su capacidad como fuerza política, pues las estructuras heredadas de la guerrilla pueden ser una base para que su partido político tenga votantes y presencia regional
Para el Gobierno también es clave que se sumen a la reintegración porque si por lo menos parte de los mandos medios no se desmovilizan, pueden armar disidencias, y neutralizarlas implica más gastos en nuevos operativos militares y continuar un conflicto, así sea de menor escala.
Y porque pueden afectar el apoyo al Acuerdo, pues cualquier acción violenta puede ser usada como prueba de que éste quedó mal hecho.
Ya ocurrió eso con el ataque de disidentes del frente primero de las Farc en un puesto de votación en el Guaviare en octubre.
Pero, sobre todo, es fundamental para el país, porque repetir una historia como la de Urabá sería un fracaso y podría abrir la puerta a una nueva etapa del conflicto que lleva medio siglo y que muchos esperan que se esté empezando a superar con el Acuerdo con las Farc.
Por ahora, La Silla supo que el Gobierno no tiene un plan especial para ellos porque las Farc no ha entregado el listado de sus hombres al Consejo Nacional de Reincorporación y sin esa información básica, no han arrancado a pensar en los programas que podrían ofrecerles porque es distinto que sean cien mandos medios a que sean mil.
Hasta que no tengan esos datos, dice la alta fuente con la que habló La Silla, no se puede pensar una ruta específica.
Mientras, han avanzado es en revisar los procesos de reincorporación en otros países que han ofrecido paquetes especiales para los mandos medios.
Lo otro que ya están teniendo en cuenta es que no necesariamente el liderazgo militar que trae un mando medio se traduce en liderazgo y capacidad de mando en lo civil- montando una cooperativa o una empresa, por ejemplo- y eso es clave tenerlo en cuenta para que no fracase su reincorporación.
Si esto no funciona y salen una cantidad importante de mandos medios pueden pasar tres cosas: o que se armen pequeñas bandas criminales en las diferentes regiones, o que se refuercen grupos que ya existen como el Eln o los Úsuga, o que haya una nueva guerrilla con todo el conocimiento militar de las Farc, pero sin norte ideológico.
En cualquiera de esos casos, quedaría en duda si el proceso de paz si sirvió del todo.