Crecieron muy poco en concejos y asambleas pero eso les costó desprestigiar su discurso anti clientelista.
El uribismo ganó poco en números pero perdió mucho en discurso
Hoy, a las 8 a.m en el Hotel Habitel de Bogotá se reunirá la bancada del Centro Democrático para analizar sus resultados en las elecciones, que ya despertaron una pelea interna sobre si ganaron o perdieron, sobre el futuro de la senadora Paola Holguín, por el fracaso en Medellín, y sobre la culpa que le cabe el Gobierno de Iván Duque. Se rumora que asistirán varios ministros y quizá el Presidente y que posiblemente, tocarán temas como el cambio de la dirección del partido, su imagen o estrategia, lo que puede afectar parte del panorama político.
Todo porque una de las conclusiones de las elecciones locales, en la que coinciden el expresidente y senador Álvaro Uribe, el exprecandidato presidencial Rafael Nieto Loaiza y la gran mayoría de analistas, es que el partido de gobierno fue uno de los perdedores.
Aunque creció en votos a concejos y asambleas frente a hace cuatro años, el avance fue pequeño, que se puede atribuir en parte a listas en coalición con el Mira en varias regiones, y a un alto costo: las alianzas, incluso con santistas, le quitaron el discurso anticlientelista con el que nació, justo cuando rugió el voto antimaquinarias en las grandes ciudades.
A eso se suma que la decisión de abrir las listas para crecer en votos, buscando que todos los candidatos hicieran campaña en serio y no solo los de los primeros renglones, parece haber tenido un efecto electoral mínimo pero rompieron la disciplina e incentivaron las pujas, como la que hubo en el Huila entre pradistas y maciístas, o la de Antioquia entre varias ramas.
Además, la simbólica derrota de Alfredo Ramos en Medellín, dónde parecían tener la victoria asegurada como en 2015, pero donde además ganó un antiuribista (Federico Gutiérrez, quien los derrotó hace cuatro años, es muy cercano a Uribe y a la senadora Holguín), dejó una sensación de derrota evidente.
Por eso, el argumento de la senadora Paloma Valencia o el del senador Ernesto Macías, de que ganaron por el aumento en votos y en electos, no solo está inflado porque incluye muchas listas en alianzas donde eran el socio pequeño, sino que las peleas públicas demuestran una crisis interna que es a la vez prueba y efecto de la derrota.
Una opinión apaleada
El Centro Democrático nació sobre todo como un partido de opinión, que se oponía en 2014 a las negociaciones del Gobierno Santos con las Farc y a lo que llamaba la mermelada santista, que en esencia eran el clientelismo y la corrupción de los partidos tradicionales.
Con esos elementos, más un candidato y un discurso moderado, ganó las elecciones presidenciales y de Congreso (jalonadas por la consulta presidencial que movió voto de opinión) hace un año.
Pero para estas elecciones locales, que suelen tener una lógica diferente porque se mueve mucho la estructura política, el partido decidió aliarse con muchas más maquinarias que hace cuatro años, ante la realidad de que hasta ahora está empezando a construir estructuras propias y con el fin de tener por lo menos parcelas de poder locales.
Eso, justamente, es lo que reflejan los datos de Valencia y Macías sobre el crecimiento del partido, que incluyen por ejemplo la gobernación del Atlántico en cabeza de la charista Elsa Noguera o la de Bolívar en la del conservador Vicente Blel (que seguramente habrían ganado sin el apoyo uribista).
Pero eso también tuvo el costo de que el Centro Democrático empezó a ser un partido más grande, y menos una subversión antipolíticos de derecha, justo cuando en todas las grandes ciudades ganaron candidatos con discursos antipolítica, con la excepción de Barranquilla.
Además de eso, cinco uribistas con los que hablamos sienten que otros factores explican por qué no caló su discurso entre la opinión.
El primero, es un giro hacia el centro de los votantes: “Hay un acercamiento al centro de todos los partidos y nosotros no hemos sabido dar el mensaje”, le dijo a La Silla un representante uribista que pidió no ser citado.
El segundo es que sus ideas están poco sintonizadas con las preocupaciones actuales. En ese sentido, un senador uribista nos dijo que el partido no se ha montado al discurso ambientalista cuando se está volviendo un tema central en las campañas. Otro considera que la derrota tiene que ver con que los colombianos tienen unos problemas que el partido no está viendo.
El tercero tiene que ver con la falta de impacto político del Gobierno, no por falta de apoyo burocrático, sino porque no tiene un discurso claro sobre qué está haciendo por el país, y eso los deja sin una narrativa clara de campaña.
“El Gobierno debería tener, por ejemplo, de bandera un mensaje en contra del narcotráfico y nosotros hacer campaña basados en eso, pero el Gobierno no tiene uno”, nos dijo un miembro del uribismo. Otro nos aseguró que hace falta encontrar algo que la gente “se pueda comer”, “pero no encontramos eso porque el Gobierno no tiene nada que podamos vender”, explicó.
El cuarto es también Duque, pero no tanto porque no sea líder sino porque su imagen es un lastre; y el quinto es Uribe, cuya imagen también ha venido cayendo, y más cuando la Corte Suprema lo citó a indagatoria días antes de las votaciones.
“La gente acabó castigando al Gobierno y a Uribe con su voto”, resumió un congresista uribista que prefirió no dar su nombre para no quedar mal con sus compañeros.
Todo eso se nota en las cifras, incluso en las que son más favorables al partido y hablan más de las estructuras de base, como son los concejos y las asambleas.
Los fríos números de la derrota
La idea de abrir las listas tenía como antecedentes que en las legislativas de 2018 lo hicieron y pasaron de 13 a 32 representantes, mantuvieron los 19 senadores y aumentaron la votación un 22 por ciento respecto a 2014.
Pero no era fácil saber si el motivo de ese éxito fue esa decisión, que implica más candidatos en campaña pero también menos disciplina y más peleas intestinas, o que el simultánea a la votación al Congreso se dieron las dos consultas presidenciales de izquierda y derecha, que llevaron a más votos de opinión.
Los resultados de ayer indican que fue más lo segundo, pues frente a 2015 y en las 32 capitales más Bogotá, el Centro Democrático pasó de 650 mil votos, el 8,64 por ciento del total, a 759 mil votos, el 8,95 por ciento del total.
Eso muestra que si bien crecieron en 109 mil votantes, el aumento fue casi el mismo del promedio: solo ganaron el 0,31 por ciento del total. Y eso en buena medida gracias a los 30 mil votos extra en Medellín, lo que compensó que hayan tenido menos votos que en 2015 en Bogotá y otras seis capitales, donde perdieron en total 15 mil votos.
De hecho, el aumento del 8,64 al 8,95 puede deberse sólo a votos miraístas que se la sumaron en las cinco ciudades donde hicieron alianza (Sincelejo, Armenia, Yopal, Manizales y Cartagena).
Allí, las listas uribistas sumaron 31.662 votos nuevos, y en 2015 el Mira sacó 33.333 votos en ellas, lo que indica que ese aumento probablemente sea todo miraísta; sin ellos, el Centro Democrático habría sumado 728 mil votos, el 8,58 por ciento del total.
Aunque la realidad política es más compleja que esos cálculos, muestran lo frágil y pequeño del crecimiento electoral.
Para asambleas el panorama es similar, aunque un poco menos fuerte.
Sumando todas sus listas, incluso las 10 de coaliciones, pasó de 1,23 millones de votos a 1,6, y del 8,69 por ciento del total de votos al 10,23 por ciento del total, un incremento importante entre dos elecciones.
Pero ese aumento incluye ocho listas con el Mira (Bolívar, Caldas, Casanare, Cauca, Guaviare, Santander, San Andrés y Sucre), una con los conservadores en Quindío y otra con Cambio en Córdoba.
De hecho, en esos 10 departamentos crecieron en 118 mil votos, casi uno de cada tres votos nuevos. Y esos partidos aliados sumaron 72 mil votos en 2015 en cada uno de esos departamentos, lo que indica que probablemente no todo el aumento se debe a votos uribistas, sino de sus aliados.
Sin ellos, el aumento no habría sido del 1,34 por ciento del total, sino del 1,06.
Todo eso muestra que, más que aumentar el voto uribista, lo que logró el Centro Democrático fue sumar a punta de alianzas. Una estrategia que funcionó en las corporaciones, pero que funcionó mucho menos en las elecciones que tienen más voto de opinión.
Su todo vale no sirvió
Hace cuatro años el Centro Democrático solo se alió con los conservadores, con el objetivo de mantener una visión de derecha en algunas regiones, una decisión que mostraba que las ideas estaban por encima de ganar. Además, tuvieron varias campañas con muy poca viabilidad, lo que mostraban que estaban dispuestos a perder con tal de dejar claro que existía esa nueva opción de derecha.
Este año, en cambio, como contamos, la decisión fue hacer más alianzas para llegar al poder y compartirlo, con un acuerdo burocrático o programático, incluso con viejos rivales como toda la vieja Unidad Nacional santista (la que acusaban de corrupta) en el Atlántico, o con los liberales, rivales acérrimos en temas de paz, en Bogotá, Santander o Caldas.
Tampoco les funcionó. De 11 alianzas que hicieron a Gobernaciones sólo ganaron en Atlántico con Elsa Noguera y en Bolívar con Vicente Blel, donde no es claro que vayan a tener mucho poder.
Para capitales hicieron siete alianzas y sólo ganaron en Barranquilla con el candidato de los Char, Jaime Pumarejo.
Por eso, probablemente esa estrategia no les ayudó e incluso fue un lastre, como contó La Silla Paisa en Caldas o La Silla Cachaca en Bogotá.
De este modo, el uribismo quedó aliado de maquinarias derrotadas en unos lados, y tuvo un discurso insuficientemente atractivo en donde se la jugó por la opinión, como Medellín y Antioquia, el Huila o Cundinamarca.
Eso deja dos conclusiones.
Una es que probablemente la reunión de hoy inicie un proceso para revertir la derrota, y para eso podría presionar a Duque para que haga política, ya sea teniendo una bandera más fuerte que les dé vida entre la opinión de derecha, tomando decisiones que lo caractericen más como uribista como las que ha tomado ocasionalmente (con las objeciones o la reacción al atentado del ELN en la Escuela de Cadetes) o abriendo el grifo de los puestos mucho más allá de lo que lo ha hecho con su propio partido.
La otra es que el Centro Democrático parece haber caído en el mismo desprestigio del grueso de los partidos, y está contribuyendo a que signifiquen cada vez menos en lo ideológico.
Eso es una derrota para el uribismo, que ha perdido fuerza en la opinión, pero es reflejo de una mala noticia para el país que va más allá, y es el desdibujamiento ideológico general de los partidos (visto en el espejo, también queda desdibujado el liberalismo con esas alianzas, y es solo un ejemplo).
Eso, también se retroalimenta con que cada vez más ciudadanos votan de forma libre pero, como muestran liderazgos como el de Rodolfo Hernández o campañas como la de William Dau, más por rabia o por personalismo que por una visión clara de la sociedad, que es la que en principio reflejan los partidos.