Iván Duque inaugura su uribismo 2.0

Silla Paisa

Foto: Twitter Iván Duque

Su discurso delineó el mapa de un gobierno de centro derecha con temas uribistas pero también con otros de su cosecha 2.0.  

Iván Duque se posesionó ayer como el nuevo Presidente de Colombia con un discurso que delineó el mapa de un gobierno de centro derecha con temas uribistas pero también con otros de su cosecha 2.0.  

Su inauguración mostró, de manera muy vívida, no solo rasgos del carácter de Duque y de lo que quisiera que fuera su gobierno sino también las presiones que enfrentará tanto desde la derecha de su propio partido como desde la oposición.

El discurso del uribismo 1.0

El discurso de posesión de Iván Duque siguió al de Ernesto Macías, el presidente del Congreso, que -actuando como si fuera vocero del Centro Democrático y no de la corporación que preside- básicamente resumió en su discurso el aviso de propaganda contra la gestión de Juan Manuel Santos que pagó el Centro Democrático en los grandes medios con tantos datos dudosos como ciertos (ver nuestro detector de mentiras).

Además de presentar el legado de Santos como una hecatombe, Macías delineó lo que el uribismo espera del nuevo presidente:

  • un revolcón en la cúpula militar para recuperar la seguridad democrática
     
  • una reforma rural “que respete la propiedad privada y al tenedor de buena fe”, lo que en otras palabras significa echar para atrás la obligación de restituir las tierras cuando el comprador no verificó que las tierras que compraba súper baratas podrían haber sido arrebatadas a campesinos por parte de los paramilitares.
     
  • una reforma a la justicia, que es difícil no interpretar en clave de la investigación de la Corte Suprema contra Álvaro Uribe:  "Los colombianos esperan ver a sus jueces pronunciándose estrictamente en derecho y que sus fallos no se vean afectados por sus inclinaciones políticas, por sentimientos personales o por otros intereses", dijo.
     
  • Investigaciones contra Santos de las autoridades judiciales sobre “casos emblemáticos de corrupción como la mermelada, Reficar, el Sena y Odebrecht que involucran “de forma grave a la campaña del expresidente Santos y a altos funcionarios del Estado”.

El discurso de Macías fue la lista de deseos del uribismo y la expresión más clara de los temores del antiuribismo: la revancha contra Santos, la negación del conflicto armado, la protección de terratenientes que pudieron beneficiarse de las masacres paramilitares, la idea de que el gobierno que termina fue una hecatombe para el país.

Y fue interesante que antecediera el de Duque, porque mostró inmediatamente el contraste.

El uribismo 2.0

Iván Duque reiteró en su discurso lo que dijo en campaña para ganar la Presidencia: los mismos mensajes, las mismas ideas y los mismos tres ejes de Legalidad, Emprendimiento y Equidad.

Fue un discurso convencional, en la línea de los conservadores jóvenes que han llegado al poder en otras partes del mundo como David Cameron en Inglaterra, sin las sorpresas del de Juan Manuel Santos en 2010 cuando anunció que reestablecería relaciones con Hugo Chávez o que la “llave de la paz” estaba en su bolsillo y que anticipó la traición que vendría después al electorado que pensaba que con él estaba reeligiendo a Uribe en cuerpo ajeno.

 

El tono general del discurso de Duque fue el mismo conciliador de su campaña y radicalmente diferente al sectario de Macías: el tono de pasar la página a la división del país.  

“Hoy llega a la Presidencia de Colombia una nueva generación, motivada por el servicio y no por el ejercicio vanidoso del poder, comprometida con el futuro y sin anclas en prejuicios del pasado, inspirada en la justicia social y en la seguridad como el cimiento de nuestras libertades, y dedicada a promover el entendimiento, el trabajo en equipo y la construcción de consensos.  Es una generación llamada a gobernar libre de odios, de revanchas, de mezquindades…”, dijo al inicio de su discurso.

Más adelante reiteró:  “Quiero gobernar a Colombia con valores y principios inquebrantables, superando las divisiones de izquierda y derecha, superando con el diálogo popular los sentimientos hirsutos que invitan a la fractura social, quiero gobernar a Colombia con el espíritu de construir, nunca de destruir.”

Aún así, y sin mencionar el nombre de su antecesor, en su discurso Duque sutilmente identifica legados que considera tóxicos de Santos en seguridad, en narcotráfico, corrupción y en la política macroeconómica, que reflejan el corazón ideológico de centro-derecha de su discurso:

“Recibimos un país convulsionado. Más de 300 líderes sociales han sido asesinados en los últimos dos años, los cultivos ilícitos se han expandido exponencialmente en los últimos años, bandas criminales aumentan su capacidad de daño en varias regiones del país, se han hecho promesas y compromisos con organizaciones sociales sin asegurar su financiamiento”, dijo.

Criticó haber intentado “sustituir petróleo por impuestos” , la “inestabilidad jurídica por cambios regulatorios abruptos”, “los constantes escándalos de corrupción en la alimentación escolar, en el sistema de salud, en proyectos de infraestructura, en los abusos de la contratación directa o en los peligrosos carteles de únicos proponentes”, además del “abandono de muchas regiones”.

Anticipando las reformas institucionales que se vienen en el frente del posconflicto e implementación del Acuerdo de Paz dijo: “Tenemos que devolverle el valor a la palabra del Estado. La creación desordenada de agencias y programas está acrecentando la desconfianza ciudadana y la  frustración de los beneficiarios de estas iniciativas, incluidas las víctimas y las regiones golpeadas por la violencia.

También dejó ver en qué sentido viene la reforma tributaria que presentará:  “En materia económica se han cometido errores que debemos enmendar. Una política tributaria motivada por la expansión del gasto ha llevado a que tengamos cargas asfixiantes y que se afecten el ahorro, la inversión, la formalización y la productividad.”

Las primeras reformas

Como suelen hacerlo los presidentes el día de su inauguración, Duque anunció su primer paquete legislativo, que consta de:

  • Un programa de reactivación económica, que incluirá la reforma tributaria
     
  • Una reforma constitucional para evitar que el narcotráfico se pueda considerar un delito conexo con delitos políticos (una reforma que si decide negociar con el ELN tendrá que volver a reformar)
     
  • Una reforma anticorrupción, que básicamente incluye los puntos centrales de la consulta anticorrupción que está impulsando el partido Verde con la exsenadora Claudia López a la cabeza, y que podría verse de dos maneras: como una forma de quitarle oxígeno porque para qué salir a votar la iniciativa si igual el Congreso la volverá ley por la derecha o como una forma complementaria de asegurarse que la agenda anticorrupción está en el corazón del gobierno si no consigue los 12 millones de votos que necesita para volverse una realidad.

Duque repitió varias veces que quería que su gobierno fuera el de la justicia social y la equidad, pero no detalló cómo lo lograría, más allá de reiterar su fe en que el sector privado será el socio ideal en esta empresa.  

Tampoco planteó una ruta para volver realidad su propuesta de emprendimiento, aunque le prometió a todos los creativos del país que había llegado su cuarto de hora.

Las 'correcciones' al Acuerdo

Frente a los ajustes del Acuerdo de Paz, que era una de las grandes incógnitas tanto de los que votaron por él como de los que lo hicieron en contra, su discurso dio las puntas de hacia dónde está pensando ir:

  • Borrar el hito del Acuerdo con las Farc, que nunca mencionó con ese nombre durante su discurso.  Como lo anticipó La Silla en campaña, una de las cosas a las que seguramente le apostará el gobierno de Duque es a que la firma de esa acuerdo con la guerrilla vaya perdiendo su lugar en la Historia para que al final se registre que la verdadera paz la hizo el uribismo.
     
  • Rebautizó la política de paz como un “Acuerdo por la Legalidad”.  “Esa es la base de pensar en un Acuerdo por la Legalidad. Quiero una Colombia donde todos podamos construir la paz, donde se acaben esas divisiones falaces entre amigos y enemigos de la paz, porque todos la queremos”, dijo. Y agregó: “Por el respeto a Colombia y por el mandato ciudadano que recibimos, desplegaremos correctivos para asegurar a las víctimas verdad, justicia proporcional, reparación y no  repetición. También corregiremos fallas estructurales que se han hecho evidentes en la implementación.”
     
  • Reiteró su compromiso con la reinserción de la base guerrillera. Es decir, respetará el punto de reincorporación del Acuerdo de paz, pero más en la lógica del exitoso programa de reinserción individual que tuvo Uribe que en la lógica de la reincorporación colectiva a la que aspiraba el Secretariado de las Farc y que quedó plasmado en al Acuerdo de Paz.
     
  • Se comprometió a llevar bienes públicos a todas las regiones del país, “empezando por las que han sido golpeadas por la violencia”.  Aunque no dio más detalles, este es el corazón de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (Pdets) del Acuerdo de Paz, que finalmente despegaron hace poco y que tienen su presupuesto asegurado hasta el próximo año.
     
  • Hará erradicación obligatoria de cultivos pero con “sustitución de cultivos ilícitos de la mano de las comunidades, en la puesta en marcha de proyectos productivos y en romper las cadenas logísticas y de abastecimiento de las estructuras del narcotráfico”. En otras palabras, continuará con el punto de las drogas del Acuerdo, aunque a juzgar por su discurso previo apelará a la fumigación que en lo pactado aparece como último recurso.
     
  • Focalizará recursos para investigar si los de la cúpula de las Farc tienen plata sin entregar a las víctimas o están metidos en negocios ilícitos.  En el Acuerdo quedó que el que reincida se puede incluso extraditar, pero probar que lo hagan exige destinar recursos de inteligencia para eso, que seguramente Duque priorizará.
     
  • Al ELN le da un mes para evaluar el proceso y que decrete un cese bilateral con verificación. En la misma línea, en la entrevista que dio a Semana, Duque dijo frente a este tema que “es bueno retomar lo que el mismo ELN planteó en 1998 en Maguncia y era una concentración previa en un área reducida, con supervisión internacional y exigir una agenda en un tiempo puntual y poder avanzar hacia la desmovilización, el desarme y la reinserción. Contemplar inclusive una reducción de penas para quienes se desmovilicen, pero no la ausencia de ellas.

    En su discurso no mencionó otros dos “correctivos” que piensa hacerle al Acuerdo pero que sí dijo en su entrevista a Semana y Marta Lucía Ramírez, su vicepresidente, repitió en una entrevista en El Espectador en la que dijo que "una cosa es el Centro Democrático y otra el Gobierno":
     
  • Mantendrán la JEP.  “Hasta hace unos meses teníamos un país donde unas personas creían en la JEP y otras querían derogarla. Hoy todos reconocemos que la JEP debe existir como vehículo transicional. Reconociendo su existencia podemos corregir aquellas cosas que son necesarias para asegurar verdad, justicia, reparación y no repetición”, dijo en su entrevista.
     
  • Que los del Secretariado paguen sus penas antes de ejercer como congresistas: entre los correctivos que quisieran hacerle a la JEP es que “si a alguien que ejerce como congresista se le ratifica una sentencia por crímenes de lesa humanidad, no pueda seguir en su curul”, según dijo Duque en la entrevista.  Esto, que sería una forma de cumplirle su promesa a sus electores, sobre todo los más de derecha, lo intentaría lograr mediante el Pacto Político que buscará hacer en el Congreso, donde ya están los ex jefes de las Farc.

Estos cambios al Acuerdo de Paz no serán fáciles pero están lejos de hacerlo trizas, sobre todo si los senadores de la Farc participan en la discusión de ese Pacto por Colombia y se les garantiza participación política a través de otros representantes del nuevo partido que no hayan cometido delitos de lesa humanidad.

Duque también intentó disipar otro miedo de los que no votaron por él y es frente a qué hará con Venezuela. Reiteró que mientras esté la dictadura no habrá embajador de Colombia pero descartó cualquier “actitud bélica” aplacando el temor de prestarse a una operación militar conjunta con Trump para tumbar a Maduro.

El discurso del nuevo presidente terminó con una invitación a todos los colombianos a hacer un Pacto por el futuro de Colombia. Y la pregunta del millón, es cómo se hará ese pacto y con quiénes y si eso incluye a Macías y a los que piensan como él y a los que votaron por Gustavo Petro y estaban al mismo tiempo manifestándose en en la calle en varios lugares del país.

 

Los silencios de Duque

El discurso de Duque también es interesante por los silencios que tuvo. Por ejemplo, nunca nombró a la oposición, y mucho menos a Gustavo Petro. Pero fue dando puntadas de cómo piensa quitarle fuerza a la "resistencia" que convocó el día que perdió y cuyo nombre ha comenzado a desvanecerse:

  • Lo enmarcará como populista (aunque no como castrochavista).  “La equidad no se genera por decreto, ni mucho menos en las ilusiones perniciosas del populismo que ha causado estragos en varios países de la región.”
     
  • Le quitará o competirá por varias de sus banderas.  La principal de ellas es la equidad, aunque Duque la ve jalonada por la empresa privada y a partir de la generación de empleo formal.
     
  • Le dará fuerza al tema ambiental y de energías renovables, con el que Petro conquistó a miles de jóvenes, no necesariamente de izquierda.
     
  • Profundizará el “diálogo social” para quitarle oxígeno a la movilización social, que es la estrategia de 'resistencia' de Petro.  “La protesta social es un derecho y un mecanismo de expresión social pero no puede estar por encima de los derechos de los demás ciudadanos. Entiendo las frustraciones de tantos colombianos pero si obramos con efectividad en el diálogo social, identificando soluciones viables, seremos más efectivos y constructivos con el país.”
     
  • No crecerá a Petro como interlocutor de la oposición.

También es revelador que no hubiera mencionado a ningún partido político, empezando por el suyo, el Centro Democrático. Esto está en línea con la forma como armó su gabinete en el que reconoce la debilidad de los partidos políticos y le da más importancia al poder más estable de los empresarios (a los que mencionó varias veces en su discurso y de cuyos gremios salió parte de su gabinete).

Al expresidente Álvaro Uribe, quien lo llevó en hombros a la Casa de Nariño como lo hiciera hace ocho años con Santos, le dedicó dos líneas de su discurso y en el contexto de su pasado en el Congreso, y no del presente ni del futuro:  “Allí tuve el honor de trabajar al lado de un líder y un ser humano singular , Álvaro Uribe Vélez.”, dijo, levantando una gran ovación de los asistentes que se pararon a aplaudirlo.

Diciente, también, que Uribe no hubiera querido sentarse con los demás expresidentes en un lugar protagónico, sino refundido entre otros senadores como él, y que luego de la posesión celebró el regreso del uribismo al poder con los otros miembros del Centro Democrático en el Senado y no se fue directamente con Duque a la Casa de Nariño.

Más elocuente, aún, la diferencia en intensidad de los aplausos de los invitados de Duque al discurso de Macías versus al discurso de Duque y lo que sucedió en esa reunión del uribismo y transmitió Noticias Uno anoche.  En ese video, que según dijo el Noticiero, lo grabó un periodista ‘infiltrado’ en la reunión, aparecen todos felicitando a Macías por haberle cantado la tabla a Santos. Uribe dice que ese discurso “era necesario” y la senadora Paloma Valencia, que es muy cercana a Duque pero lleva la voz más fuerte del uribismo, afirma “como dijo la Vicepresidenta, una cosa es el gobierno y otra el Centro Democrático” con lo que pareciera claro que ambos discursos no fueron sincronizados.

Gustavo Petro, sin embargo, dijo que ambos discursos eran dos caras de lo mismo.

Tanto el trino de Petro como los elogios a Macías muestran los dos márgenes entre los que se tendrá que mover Duque: entre el sector de derecha que sentirá como una traición cualquier movimiento del nuevo Presidente que se aparte de la línea oficial del uribismo y la oposición que verá en Duque solo al títere del ex Presidente.

Sin contar la presión de la comunidad internacional, especialmente los de la Unión Europea, que le ha metido millones de pesos a la implementación del Acuerdo de Paz y que usará sus canales diplomáticos para asegurarse de que no eche el Acuerdo de Paz a la basura.

Es un tremendo desafío para Duque, que llega a la Casa de Nariño con casi nula experiencia ejecutiva y con el deseo de que los colombianos lo quieran, un propósito que a juzgar por sus propias palabras Santos nunca tuvo.

“Quiero que sepan los colombianos que actuaré con humildad. No seré un Presidente encerrado en un Palacio, porque el único Palacio que espero habitar es el corazón de los colombianos”, dijo el presidente que arranca hoy sus cuatro años de mandato.

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