La estrategia del pasito a pasito (y haciéndose pasito)

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Rafael Pardo se inscribió ayer oficialmente como candidato liberal a la alcaldía de Bogotá. Pardo, que por su personalidad no es dado a grandes golpes de opinión, le está apostando a una campaña de largo aliento, más racional que emocional, que va sumando fuerzas de a pocos y que le apunta a aprovechar que es el candidato menos rechazado de todos los que están en la contienda.

Rafael Pardo se inscribió ayer oficialmente como candidato liberal a la alcaldía de Bogotá. Pardo, que por su personalidad no es dado a grandes golpes de opinión, le está apostando a una campaña de largo aliento, más racional que emocional, que va sumando fuerzas de a pocos y que le apunta a aprovechar que es el candidato menos rechazado de todos los que están en la contienda.

El eje de la propuesta de Pardo, según se la contó ayer a los miembros de La Silla Cachaca en un chocolate santafereño que invitó esa red (actividad que repetiremos con otros candidatos a la alcaldía de Bogotá), es construir una sociedad más equitativa, con más oportunidades para todos. Justamente los dos ejes de la campaña política que el liberalismo lanzó ayer en todo el país.

Pardo considera que los promedios no sirven para entender realmente lo que sucede en Bogotá pues las desigualdades muchas veces están focalizadas en partes específicas de la población (por ejemplo, el desempleo es bajo en promedio, pero entre las mujeres o los jóvenes sin bachillerato puede doblar ese promedio).

Otro ejemplo de un promedio que no funciona es el de la distancia que tienen que recorrer los bogotanos para ir al trabajo, a la universidad o a un hospital. Un ejemplo que dio es que mientras los estratos altos llevan a sus hijos a una kínder a tres cuadras de su casa, en los más bajos muchas veces les toca desplazarse a otra localidad. O que cuando tienen una EPS, a los bogotanos les toca ir al centro o al norte para acudir a un hospital con especialistas, pues la que queda más al sur es la Clínica Colombia, en la Avenida de la Esperanza con carrera 68.

Para superar estas desigualdades Pardo dijo que le apostaría a la educación pública de calidad mejorando el clima escolar y acercando más los colegios a las casas de las familias, ya sea con colegios públicos, por concesión o por contrato.

Además, como sin un título de bachiller es casi imposible obtener un empleo formal, dice que si no se ataca el problema de la deserción en la educación pública, se va a mantener esa segregación de por vida.

También señala un problema grande de desigualdad en la salud, donde la atención es muy distinta si una persona tiene Sisben, EPS, prepagada o ninguna de las anteriores, y que por eso creará incentivos para que se construyan hospitales en el sur y el occidente de la ciudad.

La campaña aterriza buena parte de esos problemas en la necesidad de que el nuevo POT (que por ley tiene que armar el nuevo alcalde el próximo año) cree las herramientas para que Bogotá tenga otros centros urbanos en las zonas del Occidente donde vive la mayoría de gente, con servicios como salud y con trabajos formales y bien pagos.

Pardo propone que este plan de ordenamiento territorial se construya de manera consensuada con los interesados y que combine una expansión ordenada de la ciudad con una densificación del centro.

Por último, Pardo propone un estilo de gobierno “que no sea de tribuna pública sino de ponerse del lado de la gente”. Es decir, más que de grandes discursos, que esté orientado a solucionarle los problemas concretos y cotidianos que tienen los bogotanos. Y sobre todo, que ayude a superar la polarización en la que ha estado sumida la ciudad en los últimos años.

Con esta aproximación programática más centrada en una lectura de sociedad que en una propuesta totalmente centrada en lo urbano, Pardo busca “descolocar” el debate y llevarlo a un plano donde él tiene amplia experiencia y donde su competidor por el centro Enrique Peñalosa no tiene una ventaja tan clara como en los temas estrictamente de ciudad.

Además, mientras el ex alcalde suele hablar de obras (como contó La Silla, entre sus propuestas están terminar el megacentro de urgencias de Hospital de Kennedy, volver el Río Bogotá navegable y convertir la tierra aledaña en una alameda con un malecón, hacer un metro elevado o construir más troncales de Transmilenio), Pardo concentra su discurso en lo que necesita la gente para tener más y mejores oportunidades.

También busca distinguirse de Clara López en que mientras ella dice que la situación de seguridad ha venido mejorando y que hay que enfocarse en luchar contra el crimen organizado, él defiende que la seguridad sí está mal y que hay, además, un problema grave de convivencia cotidiana.

Y para atacar ese flagelo ofrece una propuesta fuerte y polémica: crear una fuerza civil desarmada (hasta ahora llamada guardia urbana) que se encargue de imponer comparendos cuando la gente viola el Código de Policía, estacionando en lugares prohibidos, haciendo construcciones ilegales, sacando la basura a deshoras o molestando a los vecinos.

La idea es que, como la Policía Nacional se ocupa es de perseguir a los delincuentes y a duras penas da para eso (y además conseguir un aumento en el pie de fuerza es costoso y demorado), el Distrito debería encargarse de crear esa otra fuerza, ponerla bajo el mando de la Secretaría de Gobierno y enfocarla en asegurar una mejor convivencia.

Incluso en la parte social de su discurso, que lo acerca al de Clara, la campaña espera marcar una diferencia haciendo énfasis en cómo aumentar las oportunidades mientras ella se concentra en reivindicar los casi 4 millones de subsidios que le entrega el Distrito a los bogotanos (y con los que él dice estar de acuerdo).

Diferenciándose así de los dos rivales que tienen mayor intención de voto, en su campaña creen que Pardo tiene una base sólida para salir a sumar los nichos que necesita para asegurar su triunfo.

De candidato viable a candidato ganador

Pardo fue uno de los primeros aspirantes en lanzarse al agua: ya en junio del año pasado anunció su deseo.

A pesar de venir de ser ministro de Trabajo de Santos y de haber sido candidato presidencial en 2010, Pardo arrancaba sin un reconocimiento similar a los de Peñalosa, la reciente candidata presidencial Clara López o el ex vicepresidente Pacho Santos.

Por eso, moverse rápido era fundamental para convertirse en un candidato viable.

Por la misma razón y porque no arranca con una base significativa de votos propios, Pardo empezó tempranamente a buscar apoyos políticos: se presentó como precandidato liberal, empezó a tender puentes con el resto de partidos de la Unidad Nacional y en diciembre hizo su acto de lanzamiento acompañado del senador de La U Armando Benedetti.

Aunque aún no ha obtenido el aval de Cambio Radical (se lo está peleando con Peñalosa), sí obtuvo el de su partido, el de La U (con lo que se quedó con dos de los tres partidos de la Unidad Nacional) y el apoyo del Mira (que en Bogotá puso 75 mil votos al concejo y 60 mil a la alcaldía en 2011, y 70 mil al senado y 83 mil a la Cámara el año pasado).

Esa estrategia de salir temprano a hacer campaña y de amarrar primero la maquinaria política (además de contar con el apoyo de los grandes medios) parece haberles resultado. Hoy Pardo aparece como un candidato viable, con una intención de voto de dos dígitos.

Ahora viene la segunda fase, según dijeron fuentes de su campaña, que es la de consolidarse como una de las dos grandes opciones para octubre. Y en la campaña creen que el camino es quedarse con una buena tajada de los indecisos, que según las más recientes encuestas siguen siendo un 35 o 40 por ciento de los votantes.

“La mayoría de ese 35 se va a ir a donde Pardo o donde Peñalosa”, dice un estratega cercano a Pardo que por su trabajo no puede dar su nombre. “La gente que es muy de derecha ya está donde Pacho y la que es fuertemente de izquierda donde Clara. Por eso, la oportunidad de crecer está entre esos indecisos, y la peleamos con Peñalosa”.

Ese es el norte de la campaña, más que lograr el casi imposible de convencer a Peñalosa de que se adhiera.

Y no solo por esa dificultad sino porque, según las encuestas internas, en caso de que Pardo y Peñalosa se unan, le transferiría menos de la mitad de su intención de voto. Y si Pardo lograra el apoyo y retiro del ex alcalde, el principal favorecido sería Pacho Santos y no Pardo.

Por eso, la apuesta de su campaña es aprovechar que el candidato liberal solo genera una resistencia entre el 4 por ciento de los encuestados, de los cuatro candidatos opcionados es el que tiene la menor imagen negativa y es el más desconocido, por lo cual tiene un mayor margen para crecer.

En la campaña creen que el discurso de centro, despolarizante, que habla de seguridad y de igualdad, de densificación y de expansión, le permite a Pardo crecer en en ese espacio. Y que ahora toca es que lo conozcan a él y a su visión sobre la ciudad.

Para eso esperan ponerle un ritmo rápido a la campaña. Lo muestra el que, mientras la mayoría de candidatos prefieren inscribirse cuando el plazo para hacerlo va a vencer pero la campaña está más caliente, Pardo lo hizo cuando queda casi un mes para hacerlo .

En parte para lograr esa exposición, en parte porque cree que la política se mueve por causas específicas y en parte por mero cálculo electoral, Pardo se está reuniendo y buscando hacer acuerdos puntuales con diferentes sectores sociales que poco a poco le pueden ir sumando votos.

Por ejemplo, hace diez días firmó uno con los animalistas, se comprometió a hacer la primera clínica veterinaria pública y a crear el Instituto de Protección Animal; estuvo hace una semana con organizaciones sindicales del Distrito y les prometió que como alcalde va a respetarlos; lideró un encuentro de madres comunitarias en el que recordó que ha defendido los hogares comunitarios que ellas manejan; o se reunió con personas con discapacidad.

Y, de manera aún más elocuente fue a la inscripción de ayer en taxi.

que, según una persona de la campaña “muestra que Pardo está identificado con ellos”.

Pero esa estrategia de pequeñas causas y de asegurar el apoyo de diferentes estructuras políticas puede tener un efecto bumerán: frente a Peñalosa, con quien compite por los votos de los indecisos, Pardo aparece como un político tradicional. Como el que busca asegurar el apoyo de grupos de interés como los taxistas o los sindicalistas, el que sale en fotos con concejales y congresistas, el que quiere sumar el apoyo de los partidos tradicionales.

Eso, ante el voto impredecible e independiente de los votantes bogotanos, es una apuesta riesgosa como muestra que cinco de los últimos seis alcaldes (Mockus dos veces, Peñalosa, Lucho Garzón y Petro) ganaron haciendo campaña desde fuera de los grandes partidos. Y el único que ganó dentro de uno de ellos, Samuel Moreno en 2007, lo hizo desde el que era la encarnación de la oposición.

Precisamente ése es otro talón de Aquiles de Pardo: es el el candidato de un Presidente con muy baja popularidad. El vínculo con Santos es claro: trabajó en el Gobierno, apoyó la reelección, tiene el apoyo de los partidos de la coalición santista. Y aunque las encuestas no muestran una transmisión de la desfavorabilidad de Santos a Pardo, en una ciudad que hace 20 años no elige al candidato gobiernista a la alcaldía, ese problema no es menor.

Ninguna de estas dificultades, sin embargo, parece preocupar mucho al candidato. Su campaña es un reflejo de su personalidad: es una campaña organizada y profesional, que no genera mucha emoción, que más que refundar la ciudad busca solucionar problemas concretos y que le apunta a que al final la gente tome una decisión más con la cabeza que con el corazón.

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