Cuatro de los cinco hermanos Yule, entre ellos dos excombatientes y un líder social, sufrieron atentados luego de recibir amenazas de las disidencias por no querer volver a la guerra.
La familia de excombatientes de Cauca destrozada tras apostarle al Acuerdo de Paz
Uno de los cinco hermanos Yule cayó asesinado el pasado 7 de enero. Diego María, de 38 años, excombatiente de las Farc, murió en el barrio Los Chorros, de Cali, a donde se había desplazado tras recibir las amenazas que cayeron sobre todos los hermanos. Recibió dos disparos de parte del parrillero que llevaba en su moto, en la que trabajaba como mototaxista.
Otro más fue asesinado, se presume, también por las disidencias. Los otros tres están desplazados; dos de ellos, que también habían sido excombatientes, huyeron tras sobrevivir a atentados, según nos contó uno de los hermanos, y corroboró un defensor de derechos humanos de Cauca que conoce la historia.
La historia de los cinco hermanos de la familia Yule, de Caloto, Cauca, ilustra cómo en algunas regiones de Colombia el posconflicto ha llegado con una violencia redoblada.
Además, muestra cómo un conflicto complejo desde antes se ha vuelto cada vez más difícil de descifrar para quienes viven en lugares como Caloto. Antes del Acuerdo, tres de los Yule eran guerrilleros, otro era líder social y el menor, un joven que vio a sus cuatro hermanos metidos en el conflicto.
Hoy, en medio de un territorio en disputa por grupos disidentes de las Farc, los excombatientes, que antes mandaban, son víctimas de los jóvenes que no quisieron dejar las armas.
Así fueron cayendo los Yule
La primera víctima fue el líder comunitario y social José Antonio Yule Rivera, de 43 años, que fue asesinado en noviembre de 2018 en la vía que conduce de Caloto a Corinto. Lo mató la disidencia Dagoberto Ramos, puntualmente alias Barbas, según información de la Fiscalía y según las mismas disidencias confirmaron a la familia Yule.
Recibió un impacto de bala junto al joven Milton Andrés García de 19 años. Ambos desaparecieron y fueron encontrados muertos al otro día en la camioneta en que viajaban.
José Antonio era un líder social. Dirigente de las reservas campesinas y de las Juntas de Acción Comunal, conocido por convocar a la comunidad. A diferencia de tres de sus hermanos, nunca hizo parte de un grupo armado.
Oficialmente su caso aún está en indagación, según le dijo la Fiscalía a La Silla.
El segundo hermano asesinado fue Diego María, quien murió este año. Durante doce años había sido jefe de escuadra del Sexto Frente de las Farc, que operó en esa zona. Tenía entrenamiento militar y reconocimiento en Caloto, dos factores apetecidos por los nuevos grupos de disidencias.
Diego María Yule es uno de los 256 excombatientes que han sido asesinados desde la firma del Acuerdo de Paz. Y Jose Antonio Yule, el líder social, es uno de los 96 asesinados en el Cauca desde la firma del acuerdo, hasta marzo de 2020.
Ambas víctimas habían sido amenazadas previamente por la disidencia -que está aliada con el disidente Gentil Duarte- por negarse a integrar sus filas. Les dijeron que si no aceptaban les mataban a la familia y a ellos mismos. “Que iban a acabar a los cinco hermanos”, según le dijo a La Silla uno de los hermanos, que no citamos por seguridad.
Diego, el segundo hermano asesinado, había sobrevivido a un atentado hace unos cuatro años en Caloto, cuando recibió un disparo en la mano.
Él fue enfático en que no quería participar en la guerra otra vez porque había que cambiar de vida, estudiar y dedicarse a cultivar arroz y trabajar la tierra.
Por ese atentado Diego se desplazó de Caloto a Cali hace más de tres años. Allí comenzó a trabajar como mototaxista en un barrio popular de la ciudad, donde finalmente lo mataron.
Los tres hermanos de José Antonio y Diego María también sufrieron los efectos de la violencia. Dos de ellos sufrieron atentados que los llevaron a desplazarse.
El menor de todos, que no fue guerrillero y cuyo nombre nos reservamos para no exponerlo, de 22 años, recibió tres disparos en su cabeza hace más de un año, y sobrevivió por pura suerte. Hoy está desplazado.
El otro, de 30 años, fue miliciano de Farc durante tres años. También recibió dos disparos en una pierna hace más de un año. Se salvó porque el atentado fue a las once de la mañana y había mucha gente en el lugar, lo que ahuyentó a los sicarios. Después de ese atentado también se tuvo que desplazar.
El único hermano Yule que no ha sufrido atentados fue el que se marchó de Caloto a trabajar lejos como escolta, justo luego de haber entregado las armas tras haber sido miliciano de las Farc durante 16 años.
¿Por qué están en la mira?
Desde que los tres hermanos ex combatientes dejaron las armas fueron blanco de las disidencias. Les mandaban razones con otras personas que les decían: “vea que eso está bueno porque están pagando, que les daban puestos como jefes, con poder”, según le dijo a la familia un enviado por las disidencias.
Ellos eran funcionales a los grupos armados porque eran una familia que convocaba gente, tanto los que fueron guerrilleros como el líder.
Tanto así que los tres exguerrilleros crearon en 2006 la vereda El Carmelo, en Caloto, en una loma de un terrateniente que no la usaba porque era muy empinada y no podía sembrar caña. Allí llegaron sobre todo campesinos sin tierra, y los mismos exguerrilleros que también cogieron su parcela.
A punta de trabajo colectivo construyeron casas, llevaron luz, agua, y hasta una escuela. Es decir, fueron buenos moviendo gente, según uno de los hermanos y otro defensor de derechos humanos que conoce la historia de la familia, a quien no citamos porque está amenazado.
Por eso que tanto la familia como el defensor creen que los persiguen por haberle dicho “no” a las disidencias.
Otra hipótesis complementaria que manejan es que, como los tres hermanos exguerrilleros delataron a algunos de los infiltrados del Ejército dentro de la misma guerrilla, éstos puedan estar tomando venganza.
La manera en la que ha sido perseguida la familia Yule describe la manera de actuar de los grupos de disidencias en el Cauca. Según las personas que consultamos para esta historia, han querido retomar las actividades de control social y territorial que tenía la guerrilla, de manera impulsiva y sin mucha claridad de sus objetivos.
Eso se debe, según la percepción de los habitantes del municipio, a que las integran jóvenes sin entrenamiento político, que incluso habían sido expulsados del territorio por las Farc o las autoridades indígenas por mal comportamiento.
Por eso entre la comunidad y las disidencias ha reinado la desconfianza y el conflicto.
Los indígenas se niegan a reconocerlos como Farc, y están en constante zozobra porque incluso las disidencias se matan entre ellos mismos. De hecho se presume que alias Barbas, que mató al primer hermano Yule, fue asesinado por sus mismos compañeros.
Las alertas que el Estado desoyó
Desde el comienzo de las amenazas, la familia Yule denunció a la Unidad Nacional de Protección (UNP), Fiscalía y al Partido de los Comunes lo que les estaba pasando y pidieron protección. Nunca llegó.
Diego María, uno de los ex combatientes, había contactado decenas de veces a los funcionarios de la UNP porque estaba en peligro y ya había sufrido un atentado. Nada pasó.
Apenas hace dos semanas, luego de amenazas denunciadas por los cinco hermanos, el asesinato de dos y atentados contra otros dos, llegó la tan anhelada protección con escoltas y un carro para uno de los Yule.
Aparte de eso, Diego María tampoco alcanzó a recibir los 19 millones para sus proyectos productivos a los que tiene derecho gracias al Acuerdo de Paz. Los otros dos exguerrilleros tampoco los han recibido.
Los dos hermanos ex combatientes que quedan vivos siguen comprometidos con seguir su vida en lo legal, pero no dejan de sentir la desilusión y el sinsabor de que cuando estuvieron en la guerra pudieron vivir en su pueblo y con su familia completa. Ahora, su familia ha pagado con sangre el salto hacia la paz.