Fue una gran derrota, las coaliciones les dieron una pequeña luz, la izquierda tradicional no es su aliada y están lejos de tomarse el poder, como asustó el uribismo.
La Farc descubre en estas elecciones que no era el ejército del pueblo
En sus primeras elecciones locales luego del Acuerdo de Paz, y tras haberse hecho contar sin gran éxito a Congreso el año pasado, la apuesta del partido Farc de crecer de abajo hacia arriba con concejos y asambleas arrancó mal porque sólo sacaron dos concejales propios y ni un sólo diputado en todo el país.
Mantener el nombre de la exguerrilla, que fue una idea del sector representado en el exjefe negociador Iván Márquez, hoy fuera del partido y rearmado, les pesó no sólo porque los amenazaron, sino porque espantó a muchos sectores de izquierda de incluir su logo en el tarjetón.
Por todo eso la posibilidad de mantener su personería jurídica después de 2026, que es hasta cuando la tienen asegurada, no pinta bien.
Estas son las principales conclusiones de su estreno frente al "pueblo" en lo local:
La apuesta por lo local no salió
La apuesta de Farc era ir acumulando poder de abajo hacia arriba y por eso, más que lanzar candidatos en alcaldías grandes o gobernaciones, la apuesta eran concejos y asambleas. Igual, lograron muy poco.
De las 57 listas a concejos, sólo consiguieron una curul en Dabeiba, Antioquia, y otra en Palmar, Santander.
En Dabeiba el nuevo concejal es el excombatiente Nelson Benítez Urrego, gracias a que encabezaba una lista cerrada que sacó 479 votos (el 5,7 por ciento de la votación del municipio); y en Palmar ganó César Cala Cala, que con 48 votos fue el que más votos sacó de la lista abierta que en total sacó 133 apoyos (el 11,59 por ciento de la votación del municipio). En ambos casos pasaron raspando.
Además, aunque poner alcaldes no era su prioridad, lanzaron 16 candidatos a alcaldías, de los cuales 10 no son exguerrilleros. En ninguna ganaron.
Y presentaron siete listas propias a Asambleas y ninguna pasó ni llegó al 1 por ciento de los votos, ni en Chocó donde fueron en coalición con Colombia Humana - UP.
Las coaliciones les dieron una pequeña luz
Sacaron un concejal en Icononzo, Tolima, en coalición con Colombia Humana - UP, con la lista ‘Icononzo digno’ que encabeza su simpatizante, Jorge Antonio Ortega.
Y terminaron con más concejales que ven como propios pero que tenían otros avales.
Sin el aval de Farc y sin ser exguerrillera, el partido celebró en Bogotá la elección de Heidy Sánchez Barreto en el Concejo.
Como contó La Silla Cachaca, es la segunda en la lista cerrada de Colombia Humana - UP, como cuota de la Unión Patriótica, partido en el que milita hace 18 años y del que ha sido vocera en la ciudad. De hecho, el partido celebró que en la capital sacaron 26 mil votos y compararon en un comunicado ese resultado con los resultados al Congreso el año pasado, cuando sacaron un poco más de 10 mil apoyos.
También quedó elegida en La Macarena, Meta, Karen Flores, exguerrillera y líder de sustitución de coca que llegó al concejo del municipio, pero avalada por Mais.
Los tres nuevos alcaldes que de alguna manera les son cercanos, ganaron sin que Farc fuera su apellido.
Así pasó en Guapi, Cauca, con Marino Grueso, un simpatizante pero no exguerrillero que tenía como aval principal el de Colombia Humana-Up y tenía de forma secundaria el de Mais y Farc.
Los otros dos que ganaron ni siquiera tenían su aval.
Es el caso de Edgardo Figueroa, un ex informante oficialmente desmovilizado que ganó la alcaldía de Puerto Caicedo, en Putumayo, pero con el aval de la ASI; o el sonado y simbólico caso de Guillermo Torres, el excomandante y cantante de las Farc que derrotó a las maquinarias en Turbaco con el aval de la Colombia Humana UP de Gustavo Petro, con quien hizo campaña en el tercer municipio con mayor potencial electoral en Bolívar.
El nombre es un lastre
El peso que carga el nombre Farc, que decidieron mantener en su congreso fundacional de agosto de 2017, es un lastre. La decisión de mantenerlo no fue unánime, todavía hay voces en contra y de hecho quienes la propusieron en ese congreso son de la línea ‘Iván Márquez’ y ‘Jesús Santrich’, hoy rearmados y fuera del partido.
“Yo no estuve nunca de acuerdo con que dejaran el nombre Farc”, nos dijo Guillermo Torres, el excombatiente que ganó la alcaldía de Turbaco sin el aval de Farc. “Es que ya no son Farc, es otra cosa”.
La discusión de cambiarlo en el futuro sigue vigente y estos resultados pueden hacer más probable que la tomen. Entre los nombres que están barajando está el de “Partido de la Rosa” o “Fuerza Alternativa del Común”.
No lograron aumentar sus simpatizantes
A pesar de que estas elecciones eran su principal apuesta, apenas sacaron 38.041 votos a concejos (la lista más votada fue la de Medellín con 2476 apoyos), a asambleas 27.828 votos (la más votada fue la de Antioquia con 11794 votos) y a alcaldías 5.981 (el más votado fue el candidato Armel Viveros, en Cumaribo, Vichada, con 1228 votos).
Es decir, en total sacaron 71.850 votos. Eso es menos que lo que sacaron para las elecciones a Congreso el año pasado (con 85.134 votos sumando Cámara y Senado) cuando no se movieron igual, pues tenían diez curules fijas.
Aunque normalmente esa comparación no se hace, en un partido de tan corta vida la única referencia es su votación del año pasado y, de hecho, supimos que ellos mismo están comparando los apoyos de un año a otro para hacer sus análisis electorales.
Le apostaron a no exguerrilleros como candidatos, pero ni así subieron su votación
El partido se la jugó ante todo por candidatos que no fueran exguerrilleros, y que por lo tanto no tenían que cargar directamente el lastre de venir de usar las armas, pues solo 100 de sus 243 inscritos venían de combatir en la guerrilla.
Pero esa estrategia no les funcionó.
Apostarle a más candidatos sin pasado en las armas no hizo la diferencia. Eso se nota al comparar las cinco listas al concejo en las que peor les fue (la más baja fue El Carmen, en Norte de Santander, con apenas un voto) con las cinco en las que mejor les fue (la más alta fue Dabeiba con 479 votos).
Su retaguardia militar no es una retaguardia política
En sus antiguas retaguardias como Caquetá, no ganaron nada.
Como contamos en La Silla Sur, para el concejo de Florencia le apostaron a Carlos Patiño, un caleño que no hacía parte de los cuadros clandestinos del partido ni era exguerrillero, pero se quemó; en San Vicente del Caguán, llevaban lista de coalición con Colombia Humana, UP y Polo y no quedaron.
Tampoco lograron traducir en votos su presencia en lugares donde muchos de ellos viven, como lo son los antiguos espacios de capacitación, Etcr. En San José del Guaviare, Anorí, Planadas, Remedios, La Montañita, Caldono e Ituango, donde lanzaron listas y hay Etcr, perdieron. La única excepción fue Dabeiba.
Fueron secundarios en el debate
Eso es normal cuando un partido tiene baja votación, pero no cuando es el gran estreno de una guerrilla recién desarmada.
En parte por sus precarios resultados, los medios se concentraron más en cubrir los resultados de otros partidos a alcaldías y gobernaciones.
Por ejemplo, en medios como Semana o El Tiempo, más que el significado de que la Farc se midiera por primera vez en unas locales, la noticia fue el triunfo de Guillermo Torres, el excombatiente que no tuvo su aval.
Los que más le dieron relevancia fueron ellos mismos, pues Rodrigo Londoño trinó en la noche del domingo de elecciones con los pocos resultados por los que podían sacar pecho.
En Guapi, Cauca, Marino Grueso gana la alcaldía por la Coalición Frente Amplio por Guapi (Maíz, UP, FARC, Colombia Humana). pic.twitter.com/1qPOQYRx40
— Rodrigo Londoño (@TimoFARC) October 28, 2019
La poca relevancia también se reveló en que, como en las regionales de 2015 y las elecciones presidenciales del año pasado (con el exjefe negociador del Gobierno, Humberto De La Calle, como candidato en primera vuelta), la paz no fue un tema central de la campaña.
La izquierda tradicional no es la aliada que pensaban
Más allá de Colombia Humana-UP, que les abrió las puertas en las pocas coaliciones que lograron, una gran conclusión para la Farc es que en la izquierda tradicional, como la del Polo, no tienen a un aliado.
Con ellos no concretaron ninguna alianza, pues como lo contamos en esta historia, en ese partido había sectores que además de que temían cargar con el estigma, también pensaban que no era justo que llegaran a comerles votos.
“La estigmatización no sólo viene de la derecha. También la hemos sentido en sectores de izquierda que ven amenazados sus votos y que tampoco quieren cargar con el estigma”, dijo a La Silla Francisco González, excomandante que hace parte de la dirección nacional del partido y era conocido con el alias de ‘Pacho Chino’.
Eso muestra que más allá de la Unión Patriótica, que ha tenido desde hace años vasos comunicantes con la Farc, no tienen aliados que los ayuden a crecer.
No son el ‘coco’ que pintó el uribismo
Uno de los argumentos fuertes del uribismo contra el Acuerdo es que los guerrilleros iban a llegar al poder. Eso está muy lejos, a juzgar por estos resultados.
Ni siquiera en los municipios donde sacaron más del diez por ciento en las elecciones a Congreso el año pasado (Argelia y Jambaló en Cauca, Murindó en Antioquia, San Calixto en Norte de Santander, Valle del Guamuez en Putumayo y Uribe en Meta) pusieron concejales o alcaldes y dado que su personería jurídica va hasta 2026 y estas locales fueron su principal apuesta, no tienen una base fuerte para ir acumulando poder con miras a poner presidente en 2022, ni mucho menos capital político para negociar alianzas con otros partidos.
Puede que el uribismo lo siga usando, pero con estos resultados ya no será creíble decir que con el Acuerdo de Paz le entregaron el país a las Farc.
De todas maneras la derrota del uribismo les sirve
Aunque el Centro Democrático creció en concejos y asambleas, sus principales apuestas no cuajaron y por eso el propio Uribe aceptó la derrota.
El hecho de que hayan perdido en Medellín, su casa, y que no les cuajara su apuesta de aliarse con partidos tradicionales para tener mayor poder local, por lo que perdieron en alcaldías de capitales como Bogotá, Manizales o Florencia, y las gobernaciones de Huila o Caldas, por mencionar algunos ejemplos, es una buena noticia para la Farc porque si el uribismo hubiera barrido, las posibilidades de que el Acuerdo de La Habana aterrice serían nulas.