Bahía Solano es un paraíso para los amantes del ecoturismo, pero fue un infierno para los habitantes de la zona rural, que tuvieron que pasar la Navidad desplazados por la disputa entre los Gaitanistas y el ELN, que quieren ocupar el lugar que dejó las Farc.
La guerra por la coca dañó las fiestas en Bahía Solano
Los desplazados pasaron la Navidad en el coliseo y en casas de conocidos en el casco urbano de Bahía Solano. Foto tomada de la Defensoría del Pueblo.
Bahía Solano es un paraíso para los amantes del ecoturismo, pero para los habitantes de la zona rural de este municipio chocoano los dos últimos meses han sido un infierno. Todo por cuenta de las Autodefensas Gaitanistas y el bloque Cimarrón del ELN, que se disputan desde el año pasado el poder dejado por el frente 57 de las Farc.
Ambos grupos están presionando a la población de Bahía Solano, además de las de Nuquí y Juradó, con las armas o el dinero para que ponerlas de su lado en el negocio del narcotráfico. Desde allí, se trafica la coca, las armas y las personas que buscan abrirse camino hacia los Estados Unidos.
Desplazamiento en época de vacaciones
La presión es tal que el 14 de diciembre, 327 personas, entre indígenas y afrocolombianos de Bahía Solano, se desplazaron de las comunidades de Huaca y Nabugá a pedir refugio en el casco urbano. Hacía más de 10 años que no ocurría un desplazamiento masivo en este municipio.
En Nabugá hubo a principios de diciembre un asesinato y una desaparición, pero lo que espantó a la población fue la forma en que los Gaitanistas mataron al joven Roberto Jiménez Bocanegra, de 22 años en la comunidad de Huaca.
El homicidio ocurrió el 12 de diciembre, cuando miembros de esta banda criminal irrumpieron en la casa de la familia de Roberto.
Los hombres buscaban a un pariente suyo a quien acusaban de haberle dado a la Sijin información que le permitió a la Armada Nacional incautarles un cargamento de cocaína.
Como no lo encontraron, abrieron fuego contra los que estaban en la casa, y el único que no pudo escapar fue Roberto que quedó a merced de los Gaitanistas.
“Desde mi casa oíamos los gritos y los disparos”, contó una de las desplazadas.
Al joven no solo lo abalearon después de muerto. También lo desmembraron y regaron las partes de su cuerpo por toda la casa.
La historia era tan truculenta que al principio la alcaldesa Liliana Ortiz no les creyó. Pero ante la insistencia de la población y su resistencia a regresar, la mandataria confirmó lo ocurrido y comenzó la atención de las víctimas.
Después de llamar la atención del Gobierno y dar declaraciones a la prensa, la alcaldesa sufrió el conflicto en carne propia y ahora ella y su familia también están amenazadas.
Las familias de Nabugá tuvieron que pasar la Navidad lejos de sus casas y aunque algunas han vuelto paulatinamente y por cuenta propia, la mayoría sigue en el casco urbano, según confirmó La Silla con cuatro fuentes.
La población está atemorizada porque los Gaitanistas han instalado sus campamentos cerca de sus casas, seducen a los jóvenes para entren a sus filas, sirvan de campaneros o pesquen cargamentos perdidos. Y sumado a eso, desde que aumentó la presión del ELN, han tenido que lidiar con las rondas que hacen ambos grupos.
Aunque la Armada está vigilando las comunidades, “nosotros no confiamos en ellos”, dice una desplazada que se niega a volver.
La resistencia de los indígenas de Juradó
Diciembre también fue amargo para los más de doscientos indígenas del resguardo Nussi Purrú de Juradó, ubicado en la selva del Tapón del Darién.
Allí, entre el 15 y el 20 de diciembre un grupo del ELN pretendía instalarse en su territorio y la comunidad se opuso rotundamente y les impidió el paso. Por esta razón, cuatro líderes están amenazados y la comunidad ya no sale del municipio.
Esto lo confirmó el alcalde Alberto Achito, que además contó que uno de los líderes amenazados ya se desplazó con su familia el lunes pasado.
A pesar de que el ELN ha intentado reclutar a los jóvenes, los indígenas los rescatan y tratan de que no se vayan de nuevo, según lo confirmó La Silla.
La comunidad también se resiste a sembrar, guardar o transportar coca y su posición les ha costado amenazas de ambos grupos. Entre septiembre y octubre, quedaron aislados del municipio, pues prefirieron refugiarse en el resguardo sin comida, antes que desplazarse, según contó el mandatario de Juradó.
“Nosotros le estamos pidiendo al Comité Internacional de la Cruz Roja y a ACNUR que nos apoyen. También le estoy proponiendo al Gobierno Nacional reforzar la guardia indígena, que es la protección que acepta la comunidad”, afirmó el alcalde.
Combates en Nuquí
Las comunidades indígenas de Nuquí, un atractivo turístico por la ensenada de Utría y el avistamiento de ballenas, tampoco vivieron un fin de año festivo.
A principios de diciembre, el ELN y los Gaitanistas tuvieron un combate y según las denuncias, los grupos buscan a líderes, gobernadores y profesores para acusarlos de informantes e intimidarlos delante de los demás habitantes.
También llegan a las casas de la gente, se comen sus gallinas y les quita las armas de cacería. Las rondas de los grupos también han obligado a las personas a dejar de pescar o cultivar.
Cuando el ELN llega a las comunidades, además de sacar la lista de castigos para quienes sirvan de informantes de los Gaitanistas o del Ejército, les advierten que los alrededores están minados para impedir el paso de las bandas. Incluso, les prohibieron ir a sus lugares sagrados.
A pesar de todas las advertencias, fue el desplazamiento de Bahía Solano el que llamó la atención del gobierno nacional. El viceministro de Defensa, Aníbal Fernández de Soto, visitó el municipio el 22 de diciembre y anunció que ya había aumentado el pie de fuerza. Le pidió a los habitantes denunciar los casos, pero el panorama no da para eso, incluso los grupos armados los obligan a retirarlas después de que las ponen.
Con esta situación, el riesgo para los habitantes de estos lugares paradisíacos es quedarse y no precisamente porque quieran.