El tránsito de zonas veredales a 'centros de reincorporación' es el primer paso para que las Farc hagan el tránsito a la vida civil. En Agua Bonita, una zona en Caquetá, ese paso ha significado muchas preguntas para los exguerrilleros.
La incertidumbre de la vida civil para las Farc
Son las nueve de la mañana y en la zona veredal de Agua Bonita en La Montañita, Caquetá, los exguerrilleros trabajan desde hace tres horas en levantar sus casas con la misma disciplina de monte. Unos levantan vigas, otros se trepan en las escaleras para pintar las paredes, barren el piso, llevan y traen costales. Saludan sonrientes. Están a pocos días de terminar su barrio y comenzar otra vida. La vida civil.
El 15 de agosto, según dijo este fin de semana el alto comisionado para la paz Sergio Jaramillo , las zonas veredales dejarán de existir y pasarán a llamarse “centros de capacitación para la reincorporación”. Eso, entre otras cosas, significa que comenzarán a capacitarse para la creación de su partido y a recibir la plata para invertir en los proyectos productivos. También significa que “se acaban las fronteras de prohibición de entrada y salida tanto de Fuerza Pública como de las Farc”, le explicaba a La Silla Sur el gerente de las zonas veredales, Carlos Córdoba.
Por eso justo ahora, según Córdoba, están evaluando si crear inspecciones de Policía en algunas zonas y cómo se va a reorganizar el Ejército. Eso, sumado a que comienzan una vida para la que nadie los ha entrenado, tiene a los de las Farc, al menos aquí, con mucha incertidumbre.
El salto
Euclides, un exguerrillero de unos sesenta años, de piel arrugada y con una cachucha que tiene el ‘logo’ de esta zona veredal, es el encargado de darle el tour a los periodistas para contar los avances. Muestra orgulloso los cultivos de yuca y aguacate que ya tienen y que planean poner en más hectáreas alrededor del campamento, el galpón en el que harán las reuniones y las casas que ya están levantadas.
En la entrada está la casa más grande todas. Es café oscura con marcos rojos en las ventanas y la puerta de entrada. Detrás tiene otra casa que funcionará como cocina y otra más para reuniones. Euclides dice que es un regalo que les dieron y que es para “recibir a los políticos, a los visitantes que quieran venir. Es la casa de invitados”.
Pero dos exguerrilleros que están terminando de pintar la pared de la cocina dicen que es la casa en la que vivirá Iván Márquez, miembro del secretariado de las Farc. “Toca dejarla lista en agosto para el Congreso. Es la orden porque es para el comandante”, dice uno de los obreros.
Como las zonas veredales dejan de existir en quince días y ahora serán centros de reincorporación, la mayoría de responsabilidades sobre lo que se viene para los exguerrilleros quedan en manos de la Agencia Nacional de Reincorporación, ANR (antes Agencia Colombiana para la Reintegración, ACR).
La ANR tiene tres tareas básicas: asegurarse de que las Farc tengan seguridad económica (que el Gobierno les de los ocho millones a cada uno para un proyecto productivo, dos más para gastarselos en lo que quieran y 620 mil pesos mensuales por dos años), seguridad política (que logren montar su partido) y seguridad social (que tengan una vida digna y acceso a todos los derechos como cualquier ciudadano).
Verificar que esas tres cosas se estén cumpliendo en las 26 zonas veredales está en manos de la segunda misión de la ONU, liderada por Raul Rosende y que arranca a funcionar el 25 de septiembre.
Mientras eso pasa, en las zonas veredales los enlaces de la Oficina del Alto Comisionado están haciendo el empalme, con gente de las Farc, de todo lo que tienen que aprender ahora que comenzarán una vida civil solos.
Aquí en Agua Bonita están empezando por entrenar a los tres médicos de las Farc en todo el papeleo que tienen que hacer para conseguir una cita médica, en llevar el registro de los enfermos y en aprender a defenderse como un ciudadano cualquiera con el sistema de salud.
En una mesa de madera están ahora sentados tres médicos que vinieron del hospital María Inmaculada de Florencia, que por años recibió heridos en combate de todos los bandos, y Gonzalo, Tatiana y Libardo, los tres ‘médicos’ de las Farc aquí.
Hasta ahora solo los médicos del hospital son quienes pueden darle una orden médica a un exguerrillero enfermo. Esa orden la estudia la EPS y manda la autorización y ahí el hospital asigna la cita. El problema es que los ‘médicos’ de las Farc no pueden emitir órdenes y no es claro qué va pasar de aquí en adelante para que puedan seguir atendiendo a sus enfermos.
Una opción puede ser que les homologuen títulos, dice Libardo, que fue médico de la columna móvil Teófilo Forero.
Con su bigote, su cara morena y su boina, dice que tiene memoria de haber hecho 112 cirugías en la selva. “Nosotros éramos ‘de todito’. A un solo médico le tocaba anestesiar, operar, ser auxiliar y alistar los medicamentos” dice riéndose recordando las veces en las que lo único que había era un cuchillo y tocaba operar encima de una tabla.
“A los médicos del hospital les he aprendido la disciplina. Cada uno se especializa en una cosa y no hace todo. Eso es importante”, dice. “Y ellos han aprendido de nosotros a ser más rápidos”, dice en tono sarcástico refiriéndose a lo lento que es el sistema de salud.
Que las Farc aprendan la logística de la Oficina del Alto Comisionado en atender a los enfermos es apenas una parte de todo lo que de ahora en adelante tienen que hacer solos.
Por eso una de las expectativas de los guerrilleros es que estos barrios se conviertan en un nuevo modelo de autosostenimiento.
El experimento
“Hay que transferirles las capacidades porque nosotros no vamos a estar siempre ahí”, dice una fuente que hace parte del Gobierno.
Por ejemplo, hasta ahora Coldeportes les había llevado un árbitro profesional que les hacía campeonatos de fútbol, había otra persona de la Oficina encargada de la biblioteca móvil, otro enlace que se encargaba de que los materiales para las casas, la comida y la ropa llegaran. La idea es que de aquí en adelante los que venían siendo responsables de eso dentro de la guerrilla se apersonen totalmente de esas tareas.
Otra gran expectativa es por Ecomun, la cooperativa de la guerrilla. Justo esta semana arrancan los censos internos en Agua Bonita para ver qué quieren hacer. Un equipo de las Farc se va encargar de hacer el inventario de los proyectos.
Por ahora, dice Gonzalo, otro de los médicos, que ya tienen claros varios “queremos un proyecto de caña para el que mínimo necesitamos unas 4 mil hectáreas y otro de piña”.
Pero el sueño más grande que tienen allí algunos es que les dejen montar una fábrica de ropa.
En Agua Bonita hay una tienda pequeña en la que venden gorras, camisetas y cartucheras con el logo de la zona veredal. David, un exguerrillero joven y de ojos rasgados que es el que la atiende, dice que le gustaría dedicarse a eso y venderles a las familias de las veredas cercanas.
“Con estos proyectos nos aseguramos de que nadie se disperse y de que sigamos la vida colectiva”, dice Gonzalo.
Una vida colectiva que igual a algunos no les llama la atención. Solo en esa zona diez exguerrilleros ya se fueron y había una exguerrillera a la espera de que le dieran la cédula para poder irse.
“Si logramos que estas ciudadelas se vuelvan espacios en los que podamos autosostenernos, vamos a lograr que cada vez menos se quieran ir. Ese es el reto”, dice Gonzalo.
“El susto es que quedándonos solos no nos maten”.