La metamorfosis de Rodolfo Hernández

Silla Santandereana

El Alcalde de Bucaramanga ya no es el empresario que quería hacer política una vez en su vida; sino un político que está pensando en hacer carrera y que está sentando las bases de su grupo.

En lo que lleva de mandato, Rodolfo Hernández pasó de ser el empresario que contra todos los pronósticos le ganó a la maquinaria local en 2015, a un político con intenciones de hacer carrera en lo público y de extender su proyecto en lo local. Su éxito depende de que el teflón de su imagen le siga funcionando como hasta ahora, y de que el heredero que escoja sea capaz de recoger la popularidad que lo tiene como uno de los Alcaldes más mediáticos del país. 

El cambio de planes

Cuando se lanzó como Alcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández no solo arrancó en la carrera electoral con todos los pronósticos en contra, sino también con la idea de que su debut en política iba a tener un solo acto.

 

Eso lo repitió durante su campaña, en la posesión e incluso lo mantuvo dentro de su discurso durante todo su  primer año de mandato; sin embargo, de un tiempo para acá esa posición empezó a variar.

La primera vez que lo mostró en público fue en octubre del año pasado en una de sus intervenciones de su programa de Facebook ‘Hable con el Alcalde’ cuando un usuario le preguntó si consideraría buscar la Gobernación de Santander en 2019. 

“¿Será que la gente le gustaría que el que fue elegido por cuatro años renuncie para que aspire a otra cosa? Tocaría hacer una percepción de toda la ciudadanía, pero como dicen, me suena”, aseguró en ese momento. 

En adelante ha seguido con la misma línea. 

Por ejemplo, el lunes en su más reciente programa de Facebook Hernández volvió a decir -también en respuesta a un usuario que le preguntó por ese tema- que “cada día trae su afán” y cerró su intervención agradeciéndoles a quienes ven en él un freno a la corrupción en lo público. 

Sobre el momento exacto en el que cambió de posición, las seis fuentes con las que hablamos para esta historia no nos dieron una respuesta exacta; sin embargo, todas coincidieron en decir que la acogida que tiene en medios y redes sociales le dieron el impulso. 

“Rodolfo se dio cuenta de que sus mensajes llegan y causan controversia, a él le gusta eso. Lo disfruta”, dijo a La Silla una fuente que trabaja con él de cerca.

Según otras dos fuentes que se mueven dentro del primer círculo de Hernández, esa es la razón por la que los discursos del Alcalde han empezado a abarcar temas que no están ligados directamente a Bucaramanga.

Solo en las últimas dos semanas en sus intervenciones públicas, ha dicho que tiene la fórmula para acabar el desempleo, habló de que “los pobres son la fuente de riqueza de un país”, y hasta le dio un guiño a la propuesta agropecuaria de Gustavo Petro.

Eso último tuvo un efecto político y además envió un mensaje. 

El efecto estuvo en que su salida generó un cruce de trinos entre el mismo Petro y el senador e ideólogo del uribismo, José Obdulio Gaviria, quien hasta usó el eslogan de Hernández para referirse al tema.

Incluso, en Caracol Radio en los secretos de Darcy Quinn dijeron que Petro había llamado a Hernández para agradecerle

La información de Quinn, según nos dijo el Alcalde, no era cierta; sin embargo, el hecho de que un candidato presidencial y uno de los hombres clave del principal partido de derecha reaccionaran, y que eso se volviera noticia, mostró que sus movidas trascienden el panorama local.

Por su parte, el mensaje tiene que ver con los planteamientos políticos que Hernández quiere promover una vez salga de la Alcaldía de Bucaramanga.

“Rodolfo cree que la discusión de izquierda y de derecha es algo infantil. Él lo que está planteando es la posibilidad de encontrar soluciones ante los problemas que cree que son más estructurales”, explicó a La Silla Hugo Vásquez, publicista y uno de los hombres que le habla al oído a Hernández.

Eso explica en parte por qué Hernández ha logrado moverse al tiempo (y mantener cercanía) entre espectros ideológicos tan diferentes como la derecha uribista y la centro izquierda de los verdes y el Polo Democrático.

Ninguna de las fuentes con las que hablamos nos dijo hacia qué cargo le quería apuntar Hernández una vez saliera de la Alcaldía y cuando le preguntamos al mismo Alcalde nos dijo que para “almorzar primero había que acabar el desayuno”; sin embargo, la sensación entre sus cercanos es que quiere salir del escenario local.

“De otra manera no se puede explicar que él se autopublique una encuesta presidencial en la que sale ganando”, nos dijo una fuente de adentro de la Alcaldía que trabaja cerca a Hernández. 

Cualquiera que sea la intención de Hernández, lo que sí queda claro por ahora es que si lo que quiere es seguir haciendo política debe cuidar como nunca antes el teflón que ha demostrado que tiene su imagen.

La prueba del teflón

Desde su posesión, Hernández ha dicho que está en una posición privilegiada con respecto a los demás políticos porque ya tiene su vida económica resuelta en el sector privado, y porque no le teme a entes de control.

Lo segundo lo ha argumentado en que si la Fiscalía en algún momento lo requiriera no podría ponerlo preso porque por su edad -73 años- un juez le daría prisión domiciliaria; y en que si la Procuraduría lo destituyera o inhabilitara no se le acabaría su carrera política, porque ni siquiera había pensado en iniciarla. 

“Yo no tengo nada que perder”, ha repetido en varias ocasiones Hernández.

Sin embargo, ahora que está moviéndose para hacer política más allá de la Alcaldía ya no es tan clara la fortaleza de esos argumentos, sobre todo porque el avance de cualquiera de los procesos que le han abierto en este tiempo le puede jugar tanto a favor como en contra.

En estos momentos Hernández está investigado por la Fiscalía por presunto fraude al elector por haber repartido a pocos días de las elecciones 20 mil cartas prometiendo un programa de vivienda que no ha arrancado aún; además, está en la mira de la Procuraduría por el escándalo del contrato de las basuras en el que su hijo tenía la intención de recibir una comisión; tiene otro expediente abierto por su presunta participación en política al haber pedido en redes sociales que no se depositaran votos por los candidatos del clan Aguilar en las legislativas de marzo; y le acaban de formular pliego de cargos por el nombramiento de su jefe de gobernanza, Manolo Azuero. 

Aunque esos procesos no le han afectado su imagen y sigue siendo uno de los Alcaldes más populares del país -en la última medición de Gallup quedó como el quinto con mayor aprobación-, Hernández sí tiene en contra que las expectativas entre lo que prometió y lo que ha hecho se han quedado cortas y que eso sí podría llegar a afectarlo.

Además de que lo de las viviendas no ha despegado, temas estructurales como Metrolínea siguen en veremos, la solución a la emergencia sanitaria de las basuras terminó metida en un escándalo de presunta corrupción, y los demás proyectos -ciclorutas, parques, inversión en los sectores más vulnerables- hasta ahora están despegando. 

En su lugar,  la fortaleza de su administración ha estado -salvo la licitación de las basuras- en la transparencia en procesos de contratación, en la recogida de las chequeras que estaban repartidas entre todos los grupos políticos locales y en su capacidad de enfrentar a la clase política tradicional. 

Eso lo tiene claro el mismo Hernández, quien pasó de decir en campaña y durante los primeros meses de gobierno que iba a hacer de Bucaramanga “la ciudad de las maravillas”, a que su mayor legado sería “cambiar los códigos de comportamiento” para “derrotar la politiquería”.

“Su discurso y capacidad de transmitir ideas ha sido su gran éxito. Lo mejor que le podría pasar a Rodolfo Hernández sería que lo destituyeran, si eso pasa se convertiría en un mártir de la política y nadie le cobraría la poca capacidad de ejecución, que es su gran punto débil”, dijo a La Silla Gerardo Martínez, analista político. 

Sin embargo, quedar como mártir también le jugaría en contra porque una eventual inhabilidad o un problema judicial le cortaría las alas a sus nuevas intenciones de hacer política activamente.

Eso con la dificultad de que su proyecto político hasta ahora es más unipersonal que de grupo, no solo porque la acogida que tiene su discurso es alrededor de su propia figura, sino también porque encontrar un heredero es ciertamente complicado. 

El dilema del heredero

Como contó La Silla, una de las grandes conclusiones que dejaron las elecciones legislativas de marzo fue que el voto de opinión que dio la sorpresa en Bucaramanga en 2015 seguía vivo.

Mientras que el senador del Polo Leonidas Gómez alcanzó 38 mil de los 84 mil votos que obtuvo en la capital de Santander, la lista a la Cámara de los independientes sacó 32 mil de los 71 mil votos que le alcanzaron para pasar el umbral.

“Ese fue un momento muy importante porque con eso comprobamos que a dos años de un gobierno que ha sido accidentado y que tiene problemas de ejecución, el sector de la opinión seguía vivo”, dijo a La Silla un político cercano a Hernández.

Tres fuentes nos confirmaron que tras esos resultados, uno de los temas que ha venido rondando en la cabeza de Hernández ha sido el de quién llegará a manejar la Alcaldía tras el saneamiento financiero que le hizo y con la vía y el tiempo libre para invertir.

La Silla supo que ese tema fue tocado en una reunión que tuvieron Hernández y Gómez a los pocos días de las legislativas.

“Hay una inquietud sobre quién llegará a asumir el destino de Bucaramanga cuando el Alcalde va a dejar todo en buen estado”, explicó Gómez.

El tema incluso ha sido tratado abiertamente por Hernández.

Esta semana cuando le preguntaron sobre el futuro de Bucaramanga, dijo que los ciudadanos deben “identificar el candidato de la politiquería” y tomar la decisión sobre “si quieren que regresen los grupos que representan eso”.

También el Alcalde lleva semanas tirando línea para que se conforme una lista independiente al Concejo.

“La idea es que las 17 comunas y los dos corregimientos saquen su propio candidato. Eso lo ha venido diciendo en varios barrios, les pide que analicen sus líderes y candidaticen al que ellos crean para que puedan tener representación directa en el Concejo”, explicó a La Silla un funcionario de la administración de Hernández.

Sin embargo, en lo respecta a un candidato a la Alcaldía el panorama está empañado.

Las seis fuentes cercanas al grupo de Hernández con las que hablamos para esta historia nos dijeron que aunque en la baraja hay por lo menos dos nombres claros -Julián Silva, excandidato verde a la Cámara, y Jorge Figueroa, su secretario de Desarrollo Social de tendencia uribista- aún no es claro si alguno de ellos va a ser o cómo lo van a definir.

Las razones están en que Hernández ha logrado capturar a los dos sectores de opinión más grandes: la derecha del uribismo y la centro izquierda de los verdes, el Polo y Compromiso Ciudadano, y que lo ideal es que el nombre que salga al ruedo tenga la capacidad de aglutinarlos a ambos. 

“Eso es muy complicado, pero es a lo que inicialmente hay que apuntar. A un nombre que sea capaz de recoger toda la opinión y que incluso trascienda esas dos tendencias”, dijo a La Silla una de esas fuentes. “El problema es que hasta ahora eso no existe”.

Según nos contaron dos fuentes más, por ahora parte de las expectativas están puestas en que se decante el panorama con las presidenciales. 

“Ahí puede inclinarse la balanza más para un sector o para otro de los que están aspirando”, nos dijo una fuente que le está haciendo fuerza a la aspiración de Figueroa.

Mientras tanto en lo que todos coincidieron es que los que pueden hacer política, están concentrados en las campañas presidenciales. 

En el lado de Hernández, en todos los sectores afines a él cuentan con que eventualmente empezará a tirar línea para definir heredero y mantener a la opinión eligiendo en la capital de Santander.

Una vez arranque la campaña y partiendo de que ningún proceso afecte a Hernández, será ahí cuando se medirá el verdadero desgaste del teflón que hasta ahora ha tenido su imagen, si le pasan factura los pocos avances en ejecución, y si su intención de seguir haciendo política tiene bases más allá de la popularidad en encuestas o la acogida en redes sociales. 
 

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