Aunque aún se desconoce en cuál de las 101 veredas quedará la zona de normalización, La Silla viajó a San José de Oriente, el corregimiento más golpeado por las Farc en el municipio de La Paz, para conocer cómo reciben allí la noticia del punto de concentración.
La Paz, un pueblo entre la sorpresa y la desconfianza
La Paz es el único municipio del Caribe que albergará una zona de concentración para que los guerrilleros hagan el tránsito hacia la vida civil. La noticia tomó por sorpresa a los habitantes.
Desde el viernes pasado, cuando el Ministerio de Defensa anunció que La Paz será el único municipio de la región Caribe donde quedará una zona de concentración de las Farc -en Córdoba y La Guajira habrá dos campamentos-, esta población del Cesar se convirtió en un verdadero hervidero humano.
La Silla llegó a esa población el jueves, antes de que se revelaran las zonas y con la información de que seguramente habría una en el municipio, pero allí nadie creía que les tocaría.
“Hablan es de Becerril”, nos dijo un político activo del Cesar cuando le preguntamos por una posible zona de concentración en La Paz.
La noticia tomó por sorpresa a autoridades y habitantes, que daban casi por seguro que el territorio escogido sería Becerril, porque en ese municipio a 80 kilómetros de allí, en el centro del departamento, hizo presencia uno de los miembros del mando superior del Bloque Caribe de las Farc: el extraditado vallenato Ricardo Palmera, alias Simón Trinidad.
Pero el Gobierno y las Farc escogieron al municipio, quizás por el nombre al que lleva décadas sin hacerle honor: tiene a cuestas los estragos de las violencias guerrillera, paramilitar y, más recientemente, de bandas criminales, producto de la extorsión a los comerciantes de gasolina ilegal.
Por ese negocio, La Paz fue, hasta el año pasado con el cierre de la frontera venezolana, la meca del contrabando de combustible de ese país en el Cesar y área de influencia del capo alias Marquitos Figueroa, capturado en 2014.
Aunque aún se desconoce en cuál de las 101 veredas quedará la zona de concentración, La Silla viajó a San José de Oriente, el corregimiento más golpeado por las Farc en ese municipio, y cuyas veredas se han discutido como posible lugar de la zona de concentración.
“Por la presencia histórica que han tenido creo que podría ser en alguna vereda de San José de Oriente”, nos dijo un congresista del Cesar tan pronto supo que La Paz será una de las 23 zonas de normalización de las Farc.
Como él, otros habitantes de La Paz con los que hablamos argumentan que es un territorio que esa guerrilla conoce bien y que históricamente ha usado como corredor sobre la Serranía del Perijá para desplazarse hacia Venezuela, especialmente sus frentes 20, 37 y 41. Y es también un corregimiento que casi no tuvo presencia paramilitar ni ha tenido bandas criminales, a diferencia del casco urbano de La Paz.
De hecho, recién conocida la noticia el viernes, en declaraciones a los medios de comunicación locales la alcaldesa Andrea Ovalle le propuso al Gobierno una de las veredas de San José como punto de normalización.
Por eso La Silla viajó allí para conocer cómo reciben la posible ubicación de guerrilleros en una de sus comunidades.
La Paz, sin reconciliación
Encontramos que, después de años de violencia, en San José casi nadie cree en las promesas de las Farc ni en el proceso de La Habana. Tampoco quieren que su territorio sea punto de concentración porque temen que los guerrilleros no cumplan y terminen recuperando el control que comenzaron a perder en 2002 con la Seguridad Democrática de Álvaro Uribe Vélez.
Ese gobierno marcó para San José de Oriente un punto de quiebre porque, con la llegada de Uribe a la Presidencia, los guerrilleros terminaron replegados en la Serranía y el corregimiento volvió a tener estación de Policía en 2006, después de 17 años de ausencia.
Y aunque las Farc nunca abandonaron el Perijá, atrás quedaron los años en que sus hombres bajaban al corregimiento y se desplazaban por las veredas para actuar como amos y señores.
Durante la era Uribe, disminuyeron también los cultivos de amapola y coca, que llegaron a ser tantos que fuentes del Ejército y la Policía nos los describieron como la producción con la que se abastecía el microtráfico en Valledupar, gran parte del Cesar y La Guajira.
Todavía hoy se sigue produciendo, aunque menos que años atrás, nos dijo un policía del corregimiento con el que hablamos. Los operativos en la zona se mantienen y, en agosto del año pasado, el Ejército encontró en el área de Sabana de Rubio un campamento para el procesamiento de coca.
Tan uribistas son en San José de Oriente que ese fue el único de los seis corregimientos de La Paz donde Óscar Iván Zuluaga venció a Juan Manuel Santos, en primera y segunda vuelta en las presidenciales pasadas.
“Con todo y que el anterior alcalde estaba con Santos le terminamos ganando. Aquí la gente quiere mucho a Uribe”, nos contó uno de los líderes del corregimiento, que le hizo campaña a Zuluaga.
Además de la presencia histórica de las Farc, tampoco están de acuerdo con una eventual zona de concentración allí porque, desde el semestre pasado, vienen quejándose ante la Personería por supuestas extorsiones, del Frente 41 y bajo el mando de alias Caicedo, en algunas veredas.
Esa información no la confirma la Décima Brigada Blindada del Ejército, que opera en La Guajira y el Cesar, porque no hay una denuncia formal. Lo que sí confirma es que hace un mes hubo enfrentamientos en zona rural de La Paz entre sus hombres y un grupo guerrillero. Los militares aún no han podido establecer si eran de las Farc o del ELN.
Con todo ese panorama, lo que nos quedó claro es que en San José la reconciliación está casi tan lejos como La Habana.
La historia de “los guapos”
San José, el corregimiento más grande del municipio, queda a 20 minutos en carretera pavimentada desde el casco urbano. Está enclavado en las estribaciones de la Serranía del Perijá y su ubicación entre dos cerros lo hace ver, desde lejos, como un pesebre. Esa misma vegetación, que pinta el horizonte de verde, hace que el forastero se sienta más fresco que cuando está abajo en La Paz, donde el calor fácilmente sobrepasa los 35 grados. Por el contrario, hay fincas de San José en las que la temperatura baja a menos de 15 grados entrada la noche.
Las 26 veredas de San José están desparramadas sobre el Perijá, entre 167 y 3.600 metros sobre el nivel del mar, una variedad climática que facilita las cosechas de café, cacao, frutas y verduras, en las fincas de pequeños y medianos agricultores. Solo unos pocos tienen grandes extensiones de tierra.
No en vano desde hace años es llamado la despensa agrícola del Cesar y hasta antes del auge de la violencia guerrillera, en los 90, llegó a producir tanta cebolla como el municipio nortesantandereano de Ocaña.
A sus veredas se llega por caminos destapados, pero carreteables en época de sequía. Algunas están a dos horas de recorrido en carros de doble tracción desde el pueblo, pero hay otras a más de seis horas de viaje. Ese trayecto disminuyó desde la pasada alcaldía de Wilson Rincón Álvarez porque, antes de su gobierno, solo se podía llegar a esas comunidades cercanas a la frontera con Venezuela a lomo de mula y después de 18 horas de recorrido.
Los habitantes de San José, unos siete mil, son en su mayoría de ascendencia santandereana porque sus abuelos y papás salieron en 1949 de Ocaña, Ábrego y El Carmen, huyendo de la violencia entre liberales y conservadores. Aquellos desplazados, que eran liberales, llegaron a lo que hasta 1957 se llamó La Boca y desde entonces es San José de Oriente.
Cinco décadas después, la cultura santandereana se mantiene intacta. La mayoría de pobladores conserva el acento de los Santanderes y el gusto por la tradicional arepa ocañera, costumbres contrarias a las del casco urbano de La Paz y por las que allí los siguen viendo como cachacos y no como costeños.
Pese a eso, la convivencia entre los pacíficos -gentilicio de los nacidos en La Paz- y los de San José siempre ha sido cordial y los primeros les reconocen a los segundos la pujanza que los llevó a convertir ese corregimiento en una despensa.
La tranquilidad que los santandereanos llegaron buscando al Perijá cesarense comenzó a perderse en los años 70 con la bonanza marimbera. La disputa por los territorios para sembrar marihuana agitó el ambiente y trajo consigo a grupos ilegales como Los Arrebatos y Los Ladrillos.
Pero fue a mediados de los 80, con la seguidilla de asesinatos e intimidaciones que inició las Farc, cuando la violencia sistemática irrumpió en sus vidas. Los guerrilleros hicieron sentir sus fusiles durante los años 90, tanto en las áreas rurales como en las propias calles del pueblo, bajo el mando de diferentes jefes. El más recordado es Luis Alberto Sánchez Leyton, alias ‘Ricaurte’, hoy desmovilizado y responsable de una emboscada en el Parador Turístico El Chorro, a menos de cinco minutos del casco urbano de La Paz, y del secuestro del exalcalde de Valledupar Elías Ochoa Daza.
La presencia guerrillera sigue fresca en la memoria de los habitantes en San José, y por eso allí no han seguido con entusiasmo el proceso de paz de La Habana. Hasta escépticos se mostraron con el anuncio del jueves pasado, de la mayor parte del punto tres del ‘fin del conflicto’.
“Más se entusiasman aquí con un partido de la Selección Colombia”, le dijo a La Silla uno de los habitantes de esa población, que accedió a hablarnos porque llegamos en compañía de un líder local y con la promesa de no mencionar su nombre.
Como él, los otros dos habitantes con los que hablamos en una de las casas ubicadas sobre la calle principal del pueblo, bajaron la voz para referirse a las Farc y los asesinatos que cometió, principalmente durante los años 90. Mientras, dos campesinos de las veredas La Duda y Rascolor se abstuvieron de emitir comentario alguno.
“De eso no hablo”, nos dijo la campesina.
Los tres lugareños con los que pudimos hablar un poco más recordaron que durante la década del 90 los guerrilleros solían imponer su ley en las veredas y calles. Tanto temor llegaron a generar que después de las siete de la noche el pueblo quedaba solo porque la gente se encerraba en sus casas. Uno de ellos tiene grabado el recuerdo de la camioneta cuatro puertas en la que los hombres de las Farc llegaban a buscar a quienes habían declarado objetivo militar.
“Le pusimos 'la última lágrima', porque al que montaban allí no volvía”, nos contó el habitante.
Él también nos aseguró que a esa camioneta montaron a “mucha gente buena”, que terminaron matando en plena Serranía adentro o a las afueras de San José, en la vía que conduce a La Guajira sin pasar por el pueblo.
Particularmente, recuerda a un joven de 18 años que apodaban ‘Panayo’; a José, un papá de seis hijos pequeños a cuya viuda después los guerrilleros le pidieron perdón porque su muerte fue una equivocación; a un señor de 55 años, que en San José querían mucho porque ayudaba a los enfermos; y al dueño de una finca de cebolla al que asesinaron por haberse negado a pagar una extorsión.
Otro habitante se lamenta por las muertes del concejal Evaristo Arenga y del inspector Ricardo Duarte Palencia.
Por aquellos años la guerrilla también decidía qué vendedores informales podían subir a San José y hasta terminaron vetando por unas semanas a los camiones cargados con leche, cilindros de gas y gaseosa.
Cansados de tantos abusos e imposiciones, nueve habitantes firmaron un memorial de agravios que le enviaron a alias Ricaurte. En él se quejaban del veto y de lo caro que era tener que bajar al casco urbano de La Paz a buscar la leche y el gas.
“Nos mandó a llamar (Ricaurte) a los nueve. Durante una hora habló y dijo que nos defendiéramos, que le explicáramos por qué habíamos escrito ese memorial. Todos hablamos y al final terminó aceptando el ingreso de los camiones. Eso sí, nos dio a entender que si no hubiéramos ido nos mandaba a buscar, como objetivo militar”, narra uno de los nueve firmantes, quien estuvo en la reunión en el corregimiento vecino de Los Encantos.
En San José también recuerdan la muerte de tres habitantes en 1999, cuando hombres armados y con la cara tapada se tomaron el pueblo. Inicialmente pensaron que se trataba de las Autodefensas Unidas de Colombia, para entonces ya fuertes en el Cesar bajo el mando del vallenato Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40, porque dejaron consignas de ese grupo de extrema derecha en la población. Pero terminaron viéndole la cara a uno de ellos y descubriendo que se trataba del Frente 41.
Alias Ricaurte les reconoció ese hecho, nos dicen dos de los lugareños, después de que algunos pobladores subieran a hablar con él para conocer los autores de aquella arremetida violenta. Fueron valientes también cuando salieron a votar en unas elecciones de finales de los 90, pese a que esa guerrilla les había advertido no hacerlo.
Por levantar la voz, cansados de tanta sangre derramada, a los habitantes de esa población comenzaron a considerarlos “guapos”, nos cuenta un exalcalde de La Paz con el que hablamos en la plaza de ese municipio. Todavía hoy los describen así.
La incertidumbre más allá de San José de Oriente
Los habitantes de San José no son los únicos que están llenos de incertidumbre por la zona de concentración que en menos de un año deberá comenzar a funcionar en La Paz, cuando el Gobierno y las Farc hayan firmado el acuerdo final.
También hay incertidumbre en los otros tres corregimientos de ese municipio que están sobre la Serranía del Perijá: Laguna de los Indios (donde hay resguardos indígenas de la etnia Yukpa), Guaimaral y Los Encantos.
Para comenzar a despejar dudas sobre el funcionamiento de las zonas de concentración, la alcaldesa Andrea Ovalle se reunió ayer sábado con 25 líderes de las veredas. Les explicó que los guerrilleros no se movilizarán armados por la zona y que su concentración tendrá varios anillos de seguridad.
Sin embargo, uno de los líderes le dijo a La Silla que hay mucha confusión porque en los corregimientos creen que los guerrilleros no estarán en un sitio específico y podrán movilizarse como solían hacerlo años atrás.
“La gente piensa que (la Serranía del Perijá) se fortalecerá otra vez como corredor de la guerrilla. Hay miedo, hay temor”, nos dijo el líder veredal.
Para esta semana está prevista una visita del presidente Juan Manuel Santos a Valledupar, con la que el gobernador Franco Ovalle y la alcaldesa esperan obtener más información para transmitírsela a los habitantes de La Paz.
Contarles, por ejemplo, si la vereda elegida para la zona de concentración queda en San José, y los "guapos" tendrán que volver a verle la cara a los guerrilleros. Esta vez sin uniformes y sin pasamontañas. Y, ojalá, también sin armas.