El 3 de junio de 2020, menos de tres meses desde el inicio de la pandemia, se reportaron 82 muertes por covid y 1.521 casos en el país. Bogotá llevaba dos meses en cuarentena total. El panorama parecía de película post-apocalíptica: silencio en la ciudad y calles vacías. Los andenes eran una sucesión de establecimientos cerrados: cafés, restaurantes, comercios, todos con luces apagadas y candados en las puertas. No se sabía qué daba más miedo: si ver la ciudad desolada o cruzarse con otra persona, un posible transmisor del virus.
La reapertura en Bogotá tiene más criterio político que epidemiológico
Un año después, la Bogotá del 3 de junio de 2021 es otra. Con 28.624 casos nuevos y 545 muertes por covid registradas en el día, hay un nuevo récord nacional en ambos frentes. También es el día que más muertes ha tenido Bogotá: 168. Pero las calles están repletas de gente, hay trancones en las calles, y todos los restaurantes, cafés y comercios están abiertos y llenos de clientes.
A partir del 8 de junio, se espera que lo estén más, como resultado de la suspensión de las pocas restricciones que quedan. La decisión la tomó la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, pese a que la ocupación de Unidades de Cuidado Intensivo (UCI) está llegando a su tope.
La propia mandataria reconoce que no tiene lógica esta cruzada desde el punto de vista epidemiológico: “Suena absolutamente contradictorio, desde el punto de vista epidemiológico, tener un 97 por ciento de ocupación UCI y anunciar una reapertura”, dijo.
Se trata entonces de una respuesta a la crisis social que atraviesan el país y la ciudad, donde se completan 38 días de manifestaciones. “Desde el punto de vista del contexto social, económico y político, con una profunda desconfianza institucional, una inaceptable pobreza y un desempleo que está afectando especialmente a mujeres y jóvenes, es necesario hacerlo”, explicó la alcaldesa.
Muestra el agotamiento de la postura inicial que planteó desde Bogotá. Fue la primera en entrar a las cuarentenas estrictas, y una líder de la postura “primero la vida, la plata se recupera (...) no podemos jugar con la vida de los ciudadanos”, dijo cuando el país vivió el primer día sin IVA en junio del año pasado.
Aunque en la práctica, el cambio es más de discurso, pues la ciudad ya había aflojado las medidas más restrictivas.
La ciudad ya estaba abierta
Aunque la alcaldesa López anunció que se reabrirá “toda la ciudad”, en la práctica la mayoría de sectores ya están abiertos. Otros, como las discotecas, estadios y otros escenarios que produzcan aglomeraciones masivas, seguirán cerrados hasta que el sistema de salud pase a alerta amarilla. Es decir, a menos del 65 por ciento de ocupación de las UCI.
En teoría, en la ciudad todavía rige el toque de queda de 11 de la noche a 4 de la mañana. Y la ley seca de 10 de la noche a 4 de la mañana. A partir del 8 de junio estas medidas ya no se aplicarán, pero en la práctica tampoco se estaban cumpliendo. Solo hace falta salir a la calle a esas horas o echarle una mirada a las redes sociales para darse cuenta de que los manifestantes tienen preocupaciones mayores que el virus.
“Ni la ley seca ni el toque de queda se están cumpliendo. No podemos pedirle a un joven que deje de protestar a las 10 de la noche, porque la protesta es un derecho constitucional. Pero tampoco podemos reclamarle a una persona que no ha podido llegar a su casa porque el TransMilenio no funciona”, dijo a La Silla el secretario de seguridad Hugo Acero.
Según el funcionario, desde que empezó el paro, además, no hay policías suficientes para hacer cumplir las medidas. La ciudad tiene un déficit de al menos 9 mil hombres y hoy no dan abasto para atender entre 15 y 56 plantones que se presentan al día en diferentes puntos de la ciudad.
Por su parte, el secretario de Salud, Alejandro Gómez, dijo que en este punto “ya no tiene sentido pedirle a la gente que se quede en sus casas cuando ven por la ventana a una aglomeración de personas”.
De todas formas, hay medidas de bioseguridad que se deben mantener con la reapertura: el control de aforo, distanciamiento físico, uso de tapabocas, lavado de manos y ventilación en los establecimientos.
“Las diferencias son muy pocas”, admite Alejandra Palacio, del gremio empresarial ProBogotá. “Para el comercio sí es relevante el tema de levantar el toque de queda, pero sigue habiendo restricciones de aforo y de horario en algunos casos”.
Los mayores cambios se dan en la extensión de los horarios para el funcionamiento de ciertos sectores y en la apertura de establecimientos dedicados al entretenimiento. Los colegios públicos seguirán con su plan de reapertura gradual, que iba lento, como contamos aquí.
Las industrias de manufactura, por ejemplo, solo podían funcionar desde las 10 de la mañana y la construcción desde las 5. Ahora podrán hacerlo en el horario que consideren conveniente. El comercio y los gastrobares tenían que estar cerrados a las 10 de la noche. A partir del 8 de junio su funcionamiento se extenderá hasta la una de la mañana.
Para Alejandra Osorio, subdirectora ejecutiva de Acopi en Bogotá, las medidas no son suficientes para la recuperación económica. Considera que, en este momento, la situación de las empresas es tan grave que es necesario ampliar la cobertura de subsidios y apoyos para las empresas que quebraron o están a punto de cerrar definitivamente.
Sin embargo, reconoce que flexibilizar las restricciones ayuda: “Ahí surge la gran alegría, pues se retomarán actividades como ir a centros comerciales, cine y restaurantes en las noches”. Y ahora, sin ley seca, también será rentable para algunos dueños de bares reabrir, pues hasta más de la mitad no lo habían hecho.
Juan Esteban Orrego, director de Fenalco en Bogotá, dijo a La Silla que ese espacio adicional es positivo porque había incluso restaurantes que estaban limitados en sus servicios de domicilio por el toque de queda. Pero dice que “la esperanza se convierte en algo real en la medida que los paros y bloqueos empiecen a levantarse para poder abastecer los negocios”, pues también hay empresas afectadas por las protestas, como contamos aquí.
La economía le ganó el pulso a la epidemiología
En entrevista con El Tiempo, López reconoce: “Me costó mucho desprenderme de la prioridad de salvar vidas de la pandemia. Todos los días hay 120 muertos por covid. Yo soy representante de los ciudadanos y hay cosas en su vida que les están doliendo mucho más. Hay un mandato aquí, me apersono del estallido social, suelto la prioridad del covid o no nos vamos a entender”.
Bogotá es una de las ciudades más golpeadas por la pandemia. Un estudio de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (Anif) muestra que las ciudades y departamentos con más cierres y restricciones son las que tienen una situación más grave. Y que las medidas para evitar el contagio no fueron suficientes para contener las muertes producidas por el Covid. En ese ránking de las más restrictivas están Bogotá, Barranquilla y departamentos como Valle y Antioquia.
El impacto de las restricciones del último año se refleja en las cifras. Según el Dane, la capital duplicó sus cifras de desempleo, pasando de 10 % por ciento antes de la pandemia a 20 % en 2020, y superando el promedio nacional, de 15 %. Además, la pobreza monetaria pasó de 27 % a 40 %. La población en situación de pobreza extrema se triplicó, pasando de 4,2 % a 13,3 %. Y más de 53 mil empresas cerraron definitivamente, según datos de la Cámara de Comercio de Bogotá.
Finalmente, la crisis económica —aunada al estallido del paro— terminó por darle un giro a las prioridades de la alcaldesa.
Unos días después de decir que el momento para la reapertura era “absolutamente contradictorio, desde el punto de vista epidemiológico”, López intentó darle algún tipo de soporte científico a la decisión. En la entrevista con El Tiempo, dijo que la fecha de reapertura se basa en proyecciones elaboradas por el Comité Epidemiológico de la Alcaldía: “Lo que yo espero es que esto (el tercer pico) se estabilice para el 8 de junio y pare de crecer”.
Más adelante, agregó que esta predicción se basa también en que las manifestaciones del paro nacional empiecen a disminuir como resultado de los diálogos entre el Comité del Paro y el Gobierno.
Pero nada indica que lo que López espera vaya a suceder para la reapertura de la semana entrante. Los contagios no dan muestras de estabilizarse y los diálogos con el Comité del Paro no avanzan.
Aún si avanzaran, no se sabe si realmente esto resultaría en una baja del pico. Por un lado, porque muchos de los manifestantes no se identifican con el Comité del Paro. Por otro, porque el comportamiento del tercer pico no se puede atribuir del todo a las manifestaciones, como nos confirmaron dos expertas.
“Las personas empezaron a salir a la calle mucho antes del paro, tiene que ver más con la apertura económica”, explica la epidemióloga Silvana Zapata. “Hay mayor flexibilidad de medidas. Al paro se le puede atribuir un 10 por ciento, como mucho”.
Para la investigadora Tatiana Andia, incluso “salir a marchar al aire libre con un tapabocas es mucho más seguro que estar en un restaurante cerrado sin tapabocas”. Y agrega que la evidencia para decir que el 8 de junio se habrán estabilizado los casos “es más bien floja”.
La decisión de esta reapertura recuerda, en muchos sentidos, a la de principios de mayo, cuando se suspendieron la cuarentena 4x3 y el pico y cédula, y se acortó el toque de queda.
“Esas medidas restrictivas nunca tuvieron una evaluación real de impacto. Así como lo instalaron, lo desinstalaron: sin una evidencia real”, le dijo a La Silla Maribel Arrieta, anestesióloga y epidemióloga.
En ese momento, a pesar de que los casos no daban señales de estabilizarse y el paro estaba en pleno furor, López afirmó: “Preveemos que para la próxima semana habrá una tendencia a la baja”. La predicción envejeció mal.
Para esta ocasión, como la misma López ha dicho, el criterio económico y social pesa más que nunca en la decisión.
El problema es que, además de continuar con las medidas de siempre, como el uso del tapabocas, no parece haber un plan de contención para contrarrestar el alza de contagios que puede traer la reactivación. El equilibrio que López quiere buscar entre el cuidado de la vida y la economía podría ser difícil de lograr.
Aunque durante el primer mes del tercer pico se habilitaron 715 camas de UCI adicionales en la ciudad y se ampliaron los cinco hospitales de campaña, la expansión ya alcanzó su techo. En este año de pandemia, la ciudad pasó de tener 1.000 UCI a 2.540. También abrieron cinco hospitales de campaña y 400 puestos de vacunación. Pero la alcaldesa dijo el 30 de abril: “Eso es lo máximo que podemos hacer (...) Tampoco se puede crecer más en UCI porque no hay personal para manejarlas”.
Sin embargo, aunque no se puede hacer más por el lado de la capacidad hospitalaria, sí hay espacio para mejorar en la prevención y rastreo del virus, que ha sido uno de los grandes fracasos del país en la pandemia, como contamos.
“Lo que de verdad disminuye los contactos son las medidas de penetración: pruebas, cercos epidemiológicos, verificar contactos, aislamiento de casos y sospechosos. En general, lo que hemos visto es que no le dan prioridad a esas medidas”, explica la epidemióloga Arrieta.
Pero, para Andia, en este punto tampoco es que se pueda hacer mucho: “¿Cuál podría ser el plan si no tienes más capacidad? No vas a tener rastreadores ni todo el recurso humano que se necesita. Incluso las pruebas están demoradas en procesarse, todo por la saturación del sistema”.
Así, en Bogotá se aproxima una reapertura a medias, en una apuesta de López por apaciguar los ánimos en las calles y atender la crisis económica. Pero lo hace sin muchas opciones para enfrentar las consecuencias que esto pueda traer para la pandemia. Y el final del tercer pico todavía no se asoma.