El 15 de septiembre habrá una audiencia pública para definir el futuro de la vía. Fuimos hasta Pavas, epicentro de la última controversia ambiental.
La recta final de la puja ambiental de la Mulaló-Loboguerrero
El reservorio del Acueducto de Pavas recoge el agua que baja del manantial. El Acueducto surte de agua a casi 8 mil personas en 7 veredas de La Cumbre, Valle. Foto: La Silla Vacía.
El próximo 15 de septiembre la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla) realizará una audiencia pública para definir la expedición de la licencia ambiental para la construcción de la vía Mulaló-Loboguerrero, la única vía 4G que tiene el departamento del Valle y cuya construcción definitiva es una de las promesas de campaña del hoy electo Iván Duque.
Esa audiencia fue pedida por la comunidad de Pavas, una vereda a 30 minutos en carro por trocha desde la cabecera del municipio de La Cumbre, que lleva más de 10 años pidiendo que parte del trazado de 31 kilómetros no pase por su zona.
Se oponen a que la vía, de $1.47 billones de pesos de inversión y entregada al Consorcio Nueva Vía al Mar (Covimar) hace 6 años, pase a 500 metros del acuífero que suple al único acueducto municipal, porque alegan que al hacerlo se contaminaría el agua, se secaría el manantial y las 8 mil personas que usan ese servicio terminarían perjudicadas.
La vía recortaría el trayecto entre Cali y Buenaventura en al menos una hora, y es clave para la conectividad del puerto del Pacífico con todo el país y con la Orinoquía por el sur del departamento -otra propuesta que Duque quiere impulsar-.
De hecho, esta vía está en proyección desde hace 20 años, como lo muestra este auto del Ministerio de Ambiente de 2009, donde se revisan las intenciones de 10 años anteriores del Invías con la obra.
La obra incluye cinco túneles y entre La Cumbre y su vereda Pavas habrá una zona de pesaje, un peaje y un túnel, llamado Las Pavas, como muestra el trazado de Covimar.
La resistencia ambiental
Ángel Velásquez, un ingeniero industrial pensionado que lleva 25 de sus 69 años viviendo en Pavas, se enteró de que la vía Mulaló-Loboguerrero iba a pasar por su pueblo hace casi 12 años.
“Estaba en una charla social y me dijeron que qué íbamos a hacer en La Cumbre con esa vía, que los empresarios estaban impulsando ese tramo. Me fui para La Cumbre y nadie en Planeación, la Alcaldía, el Concejo, sabía de esto”, nos cuenta.
”Hay un maridaje umbilical del acuífero y nosotros”
Arrancó a contarle a sus amigos, otros pensionados que se cuentan entre los 6 mil habitantes de Pavas, casi el 60 por ciento de todas las personas que viven en La Cumbre.
Se reunió con Piedad Gabriel, una extrabajadora social, y Gonzalo Sinisterra, un jubilado economista de la Universidad del Valle, y decidieron crear la Fundación Pro Desarrollo de Pavas (Fundepavas), que arrancó a liderar la defensa por el acueducto.
Hace 6 años crearon una Veeduría del proyecto, tras reunirse con 170 personas para seguir haciendo presión y evitar que la carretera pasara por ahí.
Hace año y medio recogieron 1.470 firmas, en otro momento pensaron en hacer un consejo comunitario (pero ni son afros en su mayoría, ni tienen tierra colectiva titulada). En su lucha se unieron las Juntas de Acción Comunal de Parrayita, Pavas, Tres Esquinas, Bitaco La Ventura y Morales; Acapavas que es la junta comunitaria que administra el acueducto, y varios concejales.
Su mayor logro hasta ahora es que la Anla los reconociera como terceros intervinientes en el proceso, el año pasado. Es decir, que tenían que conocer de todo lo que Covimar y el Gobierno harían previo a la construcción de la vía.
Ese logro llegó luego de años de revisar, recoger y pedir papeles en Invías, el Ministerio de Ambiente, la Anla, Covimar; de hablar con ingenieros ambientales, estudiar leyes y aprender de hidrología, leyes ambientales, crear páginas de Facebook y una iniciativa en change.org para crear conciencia, contratar ingenieros.
Son autodidactas. Cuando nos reunimos en Las Pavas en la reportería de esta historia, llevaban al menos 10 carpetas con documentos, fotocopias y estudios que se saben casi de memoria. “Es un mamotreto así de grande”, nos dijo Piedad, sentada al frente señalando una altura del piso hasta su cabeza.
”¿Usted se imagina el impacto ambiental de esas chimeneas?”
Están convencidos de que nadie sabe qué tan importante es su acuífero, que surte al acueducto a 8 mil personas de 7 veredas.
Tienen documentos de hace 25 años de la CAR del Valle del Cauca (CVC) que advierten que podría haber déficit en el suministro de agua; estudios de Acuavalle sobre el potencial hídrico de la zona; otro de un experto de aguas subterráneas que nació en Pavas y trabajó tres décadas en la CVC que advierte que una afectación en el caudal del manantial del acuífero es un daño irreversible.
Y así, pueden seguir citando estudios, leyes, sacando documentos. Los saben casi de memoria.
Trabajan como detectives. Una vez fueron hasta Bogotá a buscar a un ingeniero de una empresa que licitó en la obra. Allí, dicen, el experto les dijo que parte de las obras para el trazado en zona no son necesarias. Incluso hablaron con el hermano de un Ministro para buscar mediación y que les declarara la zona como proyecto ambiental para blindarla.
Entutelaron para que el acuífero fuera sujeto de derecho, pero la Corte Suprema lo negó por improcedente en segunda instancia en enero de este año.
”No se afecta el acuífero en su estructura almacenadora de agua”
“Hay un maridaje umbilical que nos surte el agua. El acuífero es el que nos alimenta al acueducto. Así como Cali, que el 70% de la población depende del río Cauca”, nos dice Gonzalo.
Además de que el acuífero se seque y se acabe el agua, otro temor es que les partan “el pueblo en dos”, como dice Rubén Américo, un profesor pensionado también miembro de la Veeduría.
“Una mula cada dos minutos, ¿dónde queda la tranquilidad? Y por la noche acá baja una neblina. ¿Usted se imagina el impacto ambiental de esas chimeneas (de las mulas), de la lluvia ácida? Qué tal un derrame o accidente que afecte el acuífero, es irreversible, se cierra el acuífero”, nos dice.
Lo que ellos quieren en principio es que cambien el curso de la vía, “que la pongan en San José, o detrás de la cordillera”, como Rubén.
Y eso, cambiar el trazado, es lo único que no se puede hacer.
En la ANI (Agencia Nacional de Infraestructura), nos explicaron que el invías escogió la alternativa que pasa por Pavas hace más de 10 años, que fue mejorada en esta década y que ya no se puede cambiar pues si Covimar decide hacerlo enfrentaría sanciones, multas o incluso que les quiten el proyecto.
Eso no detiene la resistencia.
La joya de Pavas
Para llegar al acuífero de Pavas y la sede del acueducto comunitario hay que salirse unos 100 metros de la única vía principal del corregimiento. Fácilmente se puede confundir con una de las muchas fincas de descanso, ganadería o de siembra que hay en todo el valle de Pavas.
En el acuífero nos recibe Horacio Sanceno, el operario del acueducto que vive en una pequeña casa rosada dentro de los 6.5 kilómetros cuadrados que tiene la propiedad.
En este bosque de cinco hectáreas es donde “nace el agua”, como nos dice Horacio, quien lleva 25 años trabajando en un acueducto que ya cumplió 102 años.
En el terreno están tres manantiales, el reservorio de agua, la planta de tratamiento y el tanque de almacenamiento que bombea el agua a 1.700 suscriptores, que representan a 8 mil personas.
Todo en medio de mariposas monarca, peces bagre, tortugas y rodeados por el bosque. Debajo está lo que Horacio nos dice que es “el colchón de agua”: todo el líquido que pasa debajo del terreno.
Incluso se puede sentir. El terreno no es firme, es blando y barroso, precisamente, como un colchón. El algunas áreas se hunde el pie y sale húmedo. “Es porque todo debajo es el agua que nos corre y que sale en el manantial y el río Pavas allá abajo”, nos dice Horacio, señalando la profundidad del bosque.
”El agua brota de todos lados”
Los manantiales están protegidos por una malla alta que evita que las hojas muertas del bosque, las ramas de los árboles e incluso la luz le caigan al agua.
“Acá el agua brota de todos lados. En los manantiales hay volcanes de agua”, dice Horacio mientras muestra pequeños huecos que se forman dentro del manantial y expulsan el agua hacia la superficie. “Esta era una zona cafetera. El comité de cafeteros hizo el acueducto con redes y todos”, recuerda.
Según el documento de Covimar sobre las socializaciones que han hecho en las comunidades impactadas por la obra (a Pavas fueron el 22 y 23 de abril), el acuífero tiene una profundidad promedio de 27 metros, una capa superficial de 3 a 5 metros y contiene aproximadamente 8 millones de metros cúbicos de agua.
Por esa riqueza natural la CVC puso sus ojos en el proyecto.
Hace un año le dijo a la Anla que el acuífero era “particular interés” e hizo recomendaciones al Estudio de Impacto Ambiental que entregó Covimar en julio de 2017, y que la Anla devolvió para ajustes.
En un documento de 13 páginas que la CVC envió a la Anla en octubre, dice que la segunda versión del estudio de Covimar está incompleto, tiene apartes que no están claros y falta incluir información que caracterice el acuífero.
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“El acuífero y la vía pueden existir juntos, pero toca poner una distancia mínima para que el acuífero pueda subsistir”, nos dijo el biólogo Eduardo Velasco, quien coordina la CVC en la zona que cubre a Pavas.
La revisión de la licencia que debe decidir la Anla arrancó el 1 de septiembre.
El principal temor de la Veeduría y la Fundación es que Covimar construya terraplenes (montículos de tierra para levantar el nivel de la vía) a menos de 500 metros de del acuífero que podrían alterar su suelo.
”El Acuífero y la vía pueden coexistir, pero con distancia”
“Es arenoso, linoso y con roca meteorizada”, nos dijo Gonzalo, leyendo un estudio que encontraron de Acuavalle de hace 16 años. “Y aquí al lado un terraplén de 4.1 kilómetros…No tiene sentido”.
Para Covimar, eso no es cierto.
Luego de hacer un estudio del uso del suelo y de los terraplenes que serían de 3.7 metros de altura, “no se afecta el acuífero en su estructura almacenadora de agua”, dice en el mismo informe de las socializaciones.
Según el mismo documento, “el peso del terraplén de Pavas [no dice cuál es] no afecta las condiciones físicas del agua del acuífero. Esto debido a que el mismo (terraplén) está protegido por una capa impermeable y consolidada de suelos residuales de hasta 5 metros de espesor”.
”Los terraplenes no afectan el Acueducto”
Por eso, para la empresa no hay peligro, y en todo caso se compromete a reforestar zonas, monitorear los recursos hidrobiológicos y mantener limpio el terreno, entre otras medidas de manejo ambiental.
Para Horacio, apenas lleguen las primeras excavaciones la afectación será inmediata, “porque eso es como cortar una vena”.
En la Anla nos dijeron que Covimar les envió en abril información nueva por el tipo de terraplenes que usarán y el drenaje que tendrá el acuífero, que tendrá en cuenta para definir la licencia.
El proyecto va, pero seguramente con mucha verificación
La última oportunidad para los de la Veeduría, la Fundación y las JAC que los apoyan es la audiencia pública de septiembre.
Allí podrán exponer los inconvenientes que le ven a la vía, luego de que Covimar haga nuevamente toda la explicación de la obra, su impacto social y el que le interesa al pueblo, el ambiental.
La Anla podría decir que el proyecto no va, algo que muy pocas veces ha ocurrido, según nos explicaron en la ANI.
Lo que normalmente ocurre, según un exalto funcionario de la Anla que pidió no ser citado porque sigue trabajando en el sector, es que la licencia incluye requerimientos y exigencias que la empresa debe cumplir, y que vigilarán la Anla, la ANI y el interventor de la obra.
Además, todo lo que la comunidad diga ese día quedará expresamente escrito en la licencia ambiental que se expida.
“Sabemos que la audiencia, que es a lo que le apostamos, no va a cambiar nada. Eso lo sabemos. Pero si nosotros mostramos todos los documentos que tenemos y nuestras preocupaciones, la Anla va a tener que preguntarse qué hacen con nosotros, o con nuestro acueducto”, nos dijo don Ángel, el de la Fundación.
¿Qué van a hacer si se construye? les preguntamos el día que estuvimos en Pavas. “Vender, no queda de otra”, nos dice resignada Piedad, la de la Veeduría.
Saliendo del acueducto, vimos con Gonzalo y Édgar Barrios (un experiodista jubilado que también está en la Veeduría) dos casas abandonadas en medio de un pasto alto que se notaba que hace años no se había cortado. “Mirá”, dice Gonzalo, “las dejaron abandonadas. Puede ser que por lo de la vía. Esa otra la van a vender, es de un médico”, cuenta, sin saber si será lo mismo que tengan que hacer si la vía al final, arranca su construcción.