La reunión que reforzó el Sí indígena

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Foto por: Hanna Wallis

En el Cauca, los indígenas y afros se reunieron con los delegados de gobierno y de las Farc y despejaron sus dudas

Les dijeron que los delegados de La Habana nunca irían hasta el Cauca, que no se sentarían en unas sillas rimax, bajo un galpón con techos de lata, sin aire acondicionado y con piso de tierra roja. Que no le darían la cara a miles de indígenas, a los afro y a alguno que otro blanco, simpatizante de sus causas. Que las negociaciones que empezaron en Cuba, hace cuatro años, eran un asunto solo del Gobierno y de las Farc. Que sus preocupaciones, como víctimas, pero también como fuerzas resistentes al conflicto armado, que siempre amenazó con meterse en sus territorios, se las podían ir guardando.

 

Pero los indígenas y los afro, que saben que ante un No, lo que hay que hacer es insistir, insistieron. Y siguieron insistiendo. Mandaron cartas, peticiones y mensajes y, finalmente, fueron tenidos en cuenta, en el último minuto. Una comisión, integrada con representantes y líderes indígenas y afro, viajó a La Habana, para sentarse de tú a tú con los negociadores. Lograron incluir un capítulo étnico el día antes de la firma del acuerdo, pero, además, comprometieron a los delegados a que, antes de que fuera convocado el plebiscito, fueran a sentarse, en sus territorios, con sus comunidades a dialogar sobre el acuerdo.

El encuentro sucedió ayer, en el resguardo de La María, en Piendamó, creado en 1999 como un espacio para el diálogo, donde los indígenas se han reunido en anteriores oportunidades con representantes del gobierno nacional. Con la guerrilla también han tenido que encontrarse, en innumerables oportunidades, empuñando sus bastones de mando, para exigir respeto a sus comunidades. Lo que nunca antes había sucedido era que se sentaran juntos, en ese lugar, en la misma mesa, y al mismo nivel, con el gobierno y con las Farc.

Sobre una tarima decorada con flores, se sentaron los dirigentes del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), las negritudes, autoridades locales, el Alto Comisionado para la Paz Sergio Jaramillo, y los delegados de las Farc, Marcos Calarcá y Matías Aldecoa. Los guerrilleros se amarraron el pañuelo rojo y verde, símbolo del CRIC, en la muñeca. Ambos, en la mano izquierda. En cambio, Sergio Jaramillo se lo puso en el cuello, a la usanza de los Nasa.

Ante ellos, en el inmenso galpón, estaban unas 8 mil personas, en su mayoría indígenas, que se habían movilizado desde el día anterior, en un recorrido que emprendieron desde Santander de Quilichao hasta Corinto y luego hasta Piendamó.

Sintiéndose protagonistas de lo que será la construcción de la paz, algunos marcharon a pie, otros iban en sus chivas, ondeando las banderas verdes y rojas del (CRIC) y agitando sus bastones de mando. “¡Vamos para la paz, vamos por la vida, vamos por el respeto a nuestros territorios!”, gritaron a lo largo del recorrido, que culminó finalmente en el resguardo La María.

Rodeando la tarima principal estaban cuatro guardaespaldas del gobierno. Uno de ellos sufrió el embate de un murciélago que volaba por encima de la mesa de delegados. También custodiaban a los invitados los miembros de la guardia indígena, varios de ellos niños. Agitaron sus bastones de cintas de colores con fuerza, cuando sonó el himno de la guardia, antes del Gloria Inmarcesible y luego estuvieron muy pendientes del rap que cantó uno de los jóvenes de la comunidad, con un piercing en la oreja izquierda, otro en la ceja derecha, y vestido con una sudadera con capucha. "Ni cantante ni rapero, parce, yo soy Nasa y orgulloso de su raza. Yeah".

Después de himnos y rap, y los saludos protocolarios, finalmente empezaron a salir las dudas sobre cómo los acuerdos negociados en La Habana afectarían a los indígenas y afro del Cauca.

Muchas de sus intervenciones reflejaban una preocupación de que los acuerdos vulneraran los derechos que se han ganado en la Constitución y a través del Convenio de la OIT, a punta de tutelas y fallos que reconocen su autonomía.

Dijeron sentirse preocupados porque el acuerdo no tenga en cuenta procesos de consulta previa, y que la implementación de algunos de sus puntos sea incompatible con sus Planes de Vida y su concepción del territorio.

Entre los asistentes rondaba la idea de que con la llegada de "la paz", van a llegar también megaproyectos económicos, liderados por personas que no son de la comunidad, incluyendo empresarios extranjeros, que terminarían utilizándolos como mano de obra y llevándose la mayoría de los ingresos.

En palabras de Hernán Cortés, el representante afro que había venido desde Tumaco a la reunión, ese tipo de paz tendría "los mismos efectos que los fusiles"

Sergio Jaramillo intentó tranquilizarlos. Les aseguró que nada de lo que habían ganado en derechos y autonomía con la Constitución el 91 lo iban a perder con los acuerdos. Les aseguró que los planes que se implementen se diseñarán de manera paticipativa con la comunidad, en lo que los indígenas, reconoció, son expertos.

Han sido expertos también en sobrevivir a la guerra, que dejó un saldo de 27.016 víctimas indígenas en el Cauca, como lo recordó una de las principales líderes del CRIC.

Como viuda de la guerra, Aída Quilcue habló del dolor de las comunidades y pidió que como primera medida se esclarezca el paradero de tantos indígenas desaparecidos.

La verdad, el reconocimiento público, la reparación, sanciones y garantías de no repetición, es algo que piden los indígenas, pero también están preocupados porque no saben cómo se va a articular la jurisdicción de paz con la jurisdicción especial indígena.

Jaramillo explicó que, a diferencia de lo que ha ocurrido en otros procesos, la Comisión de la Verdad, además de hacer informes, tendrá que demostrar los efectos del conflicto en los territorios y para eso tendrá que abrir espacios de participación con las víctimas en esos mismos territorios.

La articulación entre la jurisdicción especial para la paz y a jurisdicción indígena no solo era necesaria sino una tarea urgente. "Lo primero que debe ocurrir luego de la firma son los actos de reconocimiento de responsabilidad. Son esos actos los que van a sentar las bases de la tolerancia y convivencia, " dijo.

Jaramillo fue resolviendo, punto por punto, otras preguntas y dudas de los líderes de la comunidad, sobre las zonas veredales de transición, la sustitución de cultivos ilícitos, la salida de los menores de edad indígenas y afros, y el papel de veeduría y su interlocución con el mecanismo tripartito que se encargará de verificar la implementación del acuerdo.

Las explicaciones de Jaramillo, técnicas y claras, le dieron una buena excusa a Marcos Calarcá.

El jefe guerrillero dijo que como "Sergio" ya había explicado las dudas, él iba a enfocarse por otro lado. Mejor dicho, iba echarse un discurso político.

Luego de gritar arengas por la paz, dejó claro que entregar las armas no era abandonar “la lucha” y que la semana entrante darían un paso más hacia la organización política en la que van a convertirse, en la X conferencia.

Invitó a la comunidad a unirse a la lucha popular, porque sectores de las élites no querían el acuerdo. "Que esto se cumpla es la garantía de no repetición".

Pero esa convivencia con las Farc, como actores políticos, es justamente una de las cosas que más preocupan a las comunidades étnicas, y a sus autoridades tradicionales que durante años han querido marcar distancia con las dos partes del conflicto para que no los tildaran de auxiliadores de la guerrilla o de informantes del gobierno.

Uno de los delegados indígenas le pidió al gobierno, pero especialmente a las Farc, que no se metan a hacer pedagogía en sus territorios ni que apoyen a otros grupos que lo están haciendo.

"No hay que mencionar nombres", dijo. Pero todos allí sabían que se refería a los Nietos del Quintín Lame, a la CONPI y a la Marcha Patriótica, que tienen un trabajo político más cercano a la guerrilla en esta zona.

A los líderes también les genera incertidumbre como será la reintegración de los "comuneros y comuneras" indígenas que terminaron, por las razones que fueran, en la guerrilla, y ahora regresaban a las comunidades.

José Domingo Caldono, del CRIC, preguntó si los milicianos indígenas iban a hacer parte del proceso y qué orientación saldría para sus excombatientes de la X Conferencia, pero ni "Sergio", ni "Matías", ni "Marcos", como los llamó, respondieron sobre este punto.

Tanto Jaramillo como Calarcá celebraron en sus intervenciones que la guerra entre el Estado y las Farc había llegado a su fin. Pero Calarcá dijo que quedaban otros grupos, y que ahora sería responsabilidad exclusiva del Estado negociar con ellos o combatirlos.

Esos grupos, son la principal amenaza en el Cauca al proceso de paz y ya se están haciendo sentir.

Aída Quilcué dijo que tenía en sus manos uno de los panfletos más recientes de amenazas por parte de grupos paramilitares a la comunidad de Tierradentro que había manifestado públicamente su apoyo por la paz.

"Por apoyar el plebiscito, por apoyar la paz. ¿Quien puede estar contra ésto? Así es como funciona el negocio de la guerra", dijo y denunció que en Almaguer y Sucre habían ocurrido "masacres" en los últimos días. Quilcué se refería a la masacre de tres personas el pasado domingo en una finca de la zona rural del municipio de Sucre, en el Cauca y que la Fiscalía está investigando. 

Ignoraba que horas más tarde, en Corinto, justo en la vereda La Cominera, donde se instalará el campamento transitorio para las Farc, encontrarían asesinada a Cecila Coicué, indígena, campesina y miembro activo de varias organizaciones sociales que están apoyando el Sí. 

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