La propuesta más polémica que hizo Petro para la región ocurrió en el norte del Cauca antes de primera vuelta. Allí dijo que “le solicitaría a Ardila Lülle nos venda Incauca para la demostración de cómo se desarrolla el norte del Cauca. Si no quiere, no hay problema, compraremos a otros”, lo que generó interpretaciones de supuestas expropiaciones y rechazo en sectores empresariales del Valle.
La idea de Petro es que los campesinos, indígenas y afro no han tenido la posibilidad de ser productivos por sí mismos porque no tienen las 30 mil hectáreas que, en sus cálculos, necesitan.
Petro sí podría implementar esa idea sin pasar por el Congreso, si crea un programa especial de entrega de tierras. La
Ley 160 de 1994 (de reforma Agragria) dice que se el Gobierno puede comprar tierras de privados, siempre y cuando sea para “beneficiar a los campesinos, personas o entidades respecto de las cuales el Gobierno Nacional establezca programas especiales de dotación de tierras o zonas de manejo especial o que sean de interés ecológico”.
Además, también está el Fondo de Tierras para la Paz creado por el Acuerdo con las Farc con el fin de democratizar la tierra entregando territorios baldíos, ordenamiento de las zonas de reserva forestal y del Fondo Nacional Agrario, pero no tierra privada.
La última vez que
se hizo fue para en 2013 y para atender la emergencia de la hidroeléctrica del Quimbo
Una vez tenga ese programa, un eventual gobierno de Petro debería primero declarar qué tierras quiere adquirir, con un decreto. Una vez lo haga, la entidad que encargue del tema (probablemente la ANT) le debe ofrecer al propietario comprarle. Si éste se niega, la ley 160 permite que la expropie -algo constitucional desde 1936- siempre y cuando pague a cambio de la tierra. Todo el proceso, incluyendo el precio, puede ser demandado ante un juez. Así las cosas, en la práctica ofrecer la compra a empresarios es inviable si no hay un incentivo económico que les permita acceder a la transacción. Sería viable si Petro decide comprarlas sin importar el impacto fiscal.
Más allá de eso, hay una inviabilidad particular por las condiciones del conflicto social entre campesinos y empresarios en el norte del Cauca y su impacto social y económico en la región. Sería muy complicado justificar la compra de un predio a un sector social, en este caso los empresarios, para darle a otro grupo a nombre del interés social o utilidad pública, (como ocurre cuando el Estado compra predios para desarrollar proyectos de interés nacional como una carretera o una hidroeléctrica por ejemplo), porque de todos modos las minorías son particulares. Esto generaría un conflicto social y de violencia aún más complejo del que ya hay porque este sector no estaría dispuesto a entregar su tierra, como ya dijeron los gremios.
También es inviable y peligroso porque de hacerlo una vez se abriría un efecto dominó para nuevas reclamaciones en propiedades privadas como la hacienda La Emperatriz, en Caloto, que piden los indígenas Nasa por ejemplo.
A esto se suma un conflicto interétnico porque hay tierras que las reclaman tanto afros, indígenas y campesinos que ha originado varios enfrentamientos y muertos como lo ocurrido en la finca San Rafael en el 2011 en el norte del Cauca. Por eso en este caso se han aplicado otras estrategias como por ejemplo las mesas de diálogos interétnicas creadas por Myriam Villegas, ex directora del Incoder, en las que los grupos se sientan a discutir sus diferencias y buscar soluciones sobre su territorio.
Así que las 30 mil hectáreas, en eventual gobierno de Petro las tendría que buscar en tierras incultas o no cultivadas, que sean de objeto de extinción de dominio, o estén mal adjudicadas.