La política para promover la economía Naranja, del Gobierno Duque, enfoca sus esfuerzos en promover la inversión y las empresas y no tanto en los artistas.
La visión de la Naranja de Duque refleja su fe en el empresariado
La última parada del presidente Iván Duque en su gira exprés por México ayer fue una charla en el Instituto Tecnológico (TEC) de Monterrey, una de las universidades más prestigiosas del continente en tecnología e informática, donde vendió nuevamente su política de ‘economía naranja’, una de las pocas banderas propias que comenzó a aterrizar hace unas semanas tras año y medio de mandato.
Contó que a partir de julio quiere que el tema naranja entre al escenario internacional, cuando el país asuma la presidencia de la Alianza Pacífico (conformada por México, Perú y Chile): “una de las tareas más grandes que tenemos en la Alianza del Pacífico y que pensamos liderar durante la presidencia pro tempore es que las industrias creativas estén en la conversación entre los países y que podamos consolidar ese mercado”.
Esta es la última muestra de que el concepto que el Presidente rebautizó como la economía naranja a inicios de la década y las herramientas para promoverla están ligadas a la producción más empresarial que a la cultura y el patrimonio, así éstos sean el punto focal de sus discursos.
Una visión que contrasta con la de artistas que se ven excluidos de una política, que prometió ponerlos a ellos en el centro.
La naranja expandida
La economía naranja es el término que Duque y su amigo y viceministro de la Creatividad y la Economía Naranja, Felipe Buitrago, usan para referirse a las industrias culturales y creativas, que tradicionalmente incluye expresiones artísticas como el teatro, las artes plásticas, el cine, la danza y la música; y tradicionales y patrimoniales como la gastronomía, las artesanías, los museos y los carnavales.
Duque, en el libro que coescribió con Buitrago, y en su política, también incluyó en la lista de sectores naranja lo que llama “creaciones funcionales”, donde mete a la arquitectura, la publicidad y la joyería, por mencionar a algunas.
La política naranja ha aterrizado hasta ahora en tres estrategias:
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Los incentivos para nuevas inversiones, que van desde exenciones tributarias para empresas nuevas o viejas, hasta plata de regalías para construir teatros.
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El reenfoque de la oferta institucional de formación y financiación para empresarios y emprendedores (con programas de Bancóldex, Innpulsa y el Sena, entre otros) y
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La creación de distritos naranja, que son barrios completos en las principales ciudades del país para impulsar la cultura local, con financiación de la empresa privada, que también tienen estímulos tributarios para instalarse en esas zonas.
Estas estrategias se suman y refuerzan políticas culturales ya existentes como los estímulos de creación para artistas, los tributarios de la ley de cine (de 2002) y las exenciones tributarias a editoriales de la ley del libro de 1993.
De los 58 programas que aparecen en esta cartilla difundida por el Ministerio de Cultura que resume la oferta cultural del Gobierno para la Política Naranja, solo 22 fueron creados por el Gobierno Duque, los demás fueron rebautizados o reformados para que tengan el sello Naranja.
Entre los 22 programas creados por Duque, 17 tienen su foco central en emprendedores y empresarios de la cultura y de otros sectores más ligados a la tecnología y la innovación; muestran una noción de cultura ligada al negocio.
Del total de 58 programas -entre viejos y nuevos- solo cuatro programas están destinados específicamente a artistas y creadores, siete están orientados al público general (que incluye sobre todo programas de capacitación), y la mayoría -30- están enfocados en empresarios y emprendedores, de los cuales 17 tienen el foco en empresarios ya constituidos.
En particular, los programas se concentran en la financiación de empresas y emprendimientos.
El que más ha destacado el Gobierno Duque es la exención tributaria por siete años a empresas del sector, que como contamos en esta historia, en su primer envión benefició sobretodo a mipymes del sector tecnológico.
“La idea es que entendamos que la inversión en cultura también se debe hacer desde lo privado y también se puede incentivar desde lo privado”, nos dijo el viceministro Buitrago, al explicar el enfoque empresarial de la política cultural.
Por eso, entre los programas que más han promovido está el paquete de exenciones tributarias naranja que incluyó el Gobierno en su reforma tributaria, que tiene desde certificados de reembolso tributario a inversiones naranja (un certificado que reciben las empresas que invierten en el sector, en el que el Gobierno se compromete a devolverle parte de su inversión para que paguen impuestos),hasta exenciones de renta.
Otras dos entidades reflejan ese aterrizaje hacia sectores empresariales: el Sena y Bancoldex.
La primera tiene cuatro programas en la oferta naranja: certificación de competencias, emprendimiento rural, formación continuada y el fondo emprender. Todos creados antes de que se posesionara el presidente Duque en 2018, pero con re enfoque en la nueva política de Duque, según nos dijo Hernán Fuentes, director de empleo del Sena, y encargado de ejecutar la política.
“Desde el principio por orden del Presidente, buscamos que el brazo operativo de la economía naranja sea esta entidad”, nos dijo. Y eso se ve, continuó, en la cobertura para la formación y los emprendimientos empresariales naranjas.
Según cifras del Sena, el programa de más alto impacto es el fondo Emprender, en las que en año y medio han entregado 32.700 millones de pesos en capital semilla a 262 empresas que presentaron proyectos de trabajo encaminados en las industrias creativas y culturales, con la creación de 1.500 empleos, según cifras que las empresas han entregado al Sena.
Habrá una nueva convocatoria de estos créditos por 20 mil millones de pesos, a partir del próximo mes.
Según Fuentes, si la empresa cumple el plan de negocio presentado al Sena, no tendrían que devolver la plata invertida por el Estado (140 millones por empresa) para el emprendimiento.
Mientras que en Bancóldex, a pocos meses de que se posesionara el Gobierno emitieron unos bonos en la Bolsa de Valores con los que recogieron 400 mil millones de pesos para invertir en empresas naranjas, que sirvieron para meterle plata a un programa con el que le han prestado dinero a 41.486 medianas, pequeñas y microempresas del sector naranja.
Entre estas empresas hay firmas de confecciones, de orfebrería, edición de libros y hotelería y otras 63 actividades económicas que son incluidas en la lista naranja de Bancóldex.
Bancóldex reorientó varios de los programas de financiamiento, inversión de capital y formación empresarial para que se enfocaran en el sector naranja.
Esta visión empresarial es aplaudida por gremios como la Andi, que ven con buenos ojos la creación de programas empresariales y de institucionalidad para articular toda la política, como el viceministerio naranja y la Alta Consejería para la Transformación Digital.
“Para muchos, la explotación comercial de la cultura genera una cierta prevención, pero hay que entender es que detrás de esto existe una industria”, nos dijo Santiago Pinzón, vicepresidentes de Transformación Digital de la Andi, que dice de todas formas que todavía falta que aterrice más la política y que se desarrollen las medidas tributarias y las que quedaron en el Plan Nacional de Desarrollo.
Sin embargo, la visión también tiene críticos.
Las dudas
Los críticos de la política de economía naranja de Duque tienen reparos conceptuales y prácticos.
Desde lo conceptual, la crítica es que al poner en el mismo saco el sector creativo, cultural y de creación de contenidos digitales es muy difícil que las políticas tengan un foco que permita atender específicamente las necesidades de cada sector. La inclusión de tantos sectores corre el riesgo de que la política sea confusa, y por eso ni los gestores culturales, ni los empresarios han terminado de entender a quién deben acudir para acceder a la oferta institucional para promover sus empresas o proyectos.
La falta de claridad sobre los programas naranjas fue un problema con el que arrancó la política, pues como contamos en un principio cuando empezó el Gobierno la lista de sectores naranja que tenía el Dane, el Ministerio de Cultura y el de Hacienda no coincidían.
Y sigue siendo evidente porque cuando un emprendedor va a buscar la oferta que tiene el Gobierno para apoyarlo, se encuentra en la cartilla programas que no tienen que ver con la actividad empresarial, como el Programa Nacional de Lectura.
Esto lo dijo el profesor de la Universidad Javeriana, Alejandro Rodríguez, en este video de La Silla.
Sobre la implementación de la política, las críticas es que se han demorado en aterrizarla en políticas claras y segmentadas; y que la poca información que hay llega solo a las principales ciudades del país.
Pero la crítica más de fondo es que la política tiene una visión empresarial y eso tiende a excluir a los artistas y gestores culturales.
“El 65 por ciento de la industria creativa y cultural es informal y hay un 10 por ciento de industria grande que vende casi el 70 por ciento de todo el sector. Los pequeños se sienten abandonados y el 3 por ciento dice que no es claro”, nos dijo un exasesor del gobierno en este tema.
La visión de los artistas va en contravía
Hablamos con nueve personas vinculadas al sector cultural en Bogotá, Santander y Atlántico, entre directores de cine, guionistas, teatreros, pintores, publicistas, desarrolladores, entre otros sobre cómo ven en sus sectores el aterrizaje de la política.
Encontramos dos críticas con la visión duquista de la economía naranja, que van desde que la expectativa que tenían no la sienten realizada con la economía naranja hasta que son las empresas que se lucran de la cultura (y no ellos) los beneficiados.
Lo primero es que no conocen la oferta y si la conocen sienten que no es para ellos.
Rodrigo Rodríguez, director de Ditirambo, una compañía teatral, nos dijo que si bien conoce y le interesa aplicar a los incentivos tributarios, la dinámica de un teatro que implica durar meses sin recibir ingresos mientras monta una obra, y recibe todo el ingreso en los meses siguientes, las ofertas pensadas en empresas con un flujo de caja más constante no les aplica. Por ejemplo, para acceder a la exención del impuesto de renta durante 7 años tiene que hacer una inversión de 150 millones de pesos y comprometerse a contratar tres personas, una inversión que no le queda fácil a una compañía teatral.
Algo parecido nos comentó Chalo Flórez, director del Grupo de Teatro PFU de Bucaramanga. A él le preocupa que se están demorando las convocatorias de creación que ya existían para creación teatral y que da becas para hacer obras. La demora de este año, que se debe a que no están listos los parámetros desde el MinCultura, nos dijo, les afecta porque implica que van a tener menos tiempo para desarrollar las obras (si ganan el estímulo).
Y Libia Stella Gómez, directora de cine, nos dijo que la nueva oferta del Gobierno que ha visto que le aplica son créditos que no funcionan para su modelo de negocios. Dice que hacer un largometraje puede costar hasta 3 mil millones de pesos, por lo que para ella “es mucho mejor intentar ganarme el dinero del fondo cinematográfico porque es plata que no tengo que retornar”.
Felipe Buitrago, viceministro de economía naranja, nos dijo que es claro que no todos los incentivos van para los artistas, y destacó que en la oferta de estímulos para creadores y promotores culturales han aumentado el presupuesto en un 67 por ciento. Las bases para estos estímulos saldrán en los próximos días, dijo.
Hay otro componente que hace que los artistas se opongan a la visión de “industria naranja”, es que no le creen al Gobierno: Por un lado por la misma visión antiestablecimiento de muchos artistas, y por el otro, porque sienten que la política se diseñó de arriba hacia abajo y no los consultaron.
“Al volver la economía naranja una bandera del gobierno se termina politizando la cultura. Nunca antes el Ministerio de Cultura se había politizado”, nos dijo Bejarano, a quien le preocupa que, por esto mismo, las expresiones culturales que sean premiadas sean aquellas favorables al Gobierno. Eso no ha pasado.
Y el miedo, en general, es que sean las empresas privadas las que se aprovechen de la economía naranja y no los artistas.
Por ejemplo, en los distritos naranjas (hay en Cali, Medellín, Barranquilla, Manizales y próximamente habrán en Bogotá), la idea del Gobierno es jalonar la inversión de los privados a través de estímulos tributarios nacionales y locales.
En el distrito naranja de Barranquilla el principal capital privado lo pondrá Bavaria y en Bogotá lo está haciendo una empresa llamada Coolture Investments, creada en 2014 de la mano del empresario Juan Diego Ortíz, un vocero visible de la naranja de Buitrago y Duque.
Ortiz nos dijo que su trabajo es atraer empresas ancla extranjeras, que atraen otras, no solo para el distrito de San Felipe de Bogotá, en la calle 75 con carrera 24, sino otros cuatro distritos naranja que hay en el país. No nos dijo cuáles empresas “por arreglos de confidencialidad”.
La apuesta del Gobierno es que estos distritos, así como toda la política naranja, transformen la cara de las ciudades y la movida cultural en el país. Por ahora, quienes más están sintiendo esta ola transformadora son los empresarios, que son también el principal apoyo del presidente Iván Duque.