La decisión de liquidar el acuaparque deja a la deriva una inversión de $30 mil millones y se convierte en un duro golpe para los cacaos de Santander.
Las cinco conclusiones de la caída de Acualago
Foto: Tomada de www.cotelcosantander.org
A una semana de que Acualago hubiera cerrado sus puertas debido a la crisis financiera que está atravesando, la asamblea de socios finalmente tomó la decisión de iniciar su proceso de liquidación.
La determinación, que deja a la deriva una inversión de $30 mil millones, se convierte en un duro golpe para los cacaos de Santander, abre preguntas sobre la verdadera rentabilidad del turismo en la región, y además deja en evidencia que la división de vieja data entre políticos y empresarios en el departamento, pasa factura de vez en vez.
Estas son las cinco conclusiones que deja el cierre de uno de los dos principales proyectos turísticos del área metropolitana de Bucaramanga.
Los cacaos reciben el golpe más duro
Si hay un cacao de Santander que en los últimos años haya sonado por Acualago es Rafael Ardila Duarte, el dueño de Rayco y uno de los poderosos de la junta directiva de la Cámara de Comercio de Bucaramanga.
Fue él el que se ideó el proyecto y convenció a una serie de empresarios de la región de que le metieran plata a un parque acuático que tendría lugar en la sede del antiguo parque recreacional el Lago, un espacio que en las últimas décadas se había convertido en un emblema del área metropolitana y que para ese entonces estaba a punto de cerrar porque sus instalaciones eran muy antiguas.
La idea, que fue la primera en la que se movieron en masa los empresarios de la región y que además sumó esfuerzos públicos (algo que no es muy común ver en Santander), cuajó desde el 2010 cuando se acordó que la Lotería de Santander, dueña del lote donde funcionaba el parque que querían cerrar, se lo arrendaría a los dueños del nuevo proyecto, y cuando el entonces gobernador de Santander, Horacio Serpa, aceptó ponerle $5 mil millones de pesos al proyecto y le pidió autorización a la Asamblea para hacerlo..
Así que para hacerlo realidad, primero se creó una organización sin ánimo de lucro llamada Corporación para la Promoción de la Recreación y Correcta Utilización del Tiempo Libre, además de la Gobernación, tendría dentro su junta a las alcaldías de Bucaramanga (aportaría $1.000 millones) y Floridablanca ($100 millones); y a los empresarios que le metieron la ficha al proyecto (cada uno con aportes de $100 millones), que además de Rayco, incluyeron a la Unab (del cacao Alberto Montoya), a Distraves (para esa fecha en manos de Francisco Serrano), la constructora Marval (de los hermanos Marín Valencia), a la Cámara de Comercio, a la Fundación Cardiovascular (del superpoderoso de la salud Víctor Raúl Castillo), a Postobón (aportó $2 mil millones), entre otros.
En esencia la figura bajo la que se creó Acualago fue una réplica del modelo con el que nació el Parque Nacional del Chicamocha, Panachi.
Ambos tenían una corporación que administraba las obras turísticas, rendían cuentas a una asamblea que estaba integrada por públicos y privados, y tenían dentro de su expectativa la dinamización de la cadena productiva de la región.
Aún así, la gran diferencia estaba en que mientras los proyectos de Corporación Panachi fueron financiados en su gran mayoría por el sector público, en Acualago la ecuación fue inversa y el acuaparque estuvo apalancado por el sector privado, que fue el que se encargó de mover todo el engranaje administrativo para adquirir créditos (casi $15 mil millones) y asegurar que el proyecto llegaría a buen puerto.
Eso, sumado a que al final ni la Alcaldía de Bucaramanga ni la de Floridablanca aportaron lo que les correspondía, y a que a la postre la Gobernación de Santander, esta vez en cabeza de Richard Aguilar, le metió impulso a otros proyectos turísticos, consolidó la idea de que Acualago era más de los cacaos, que la suma de esfuerzos entre los públicos y los privados.
Así que si a alguien le pega de frente el cierre de Acualago es a los empresarios más ricos de Santander, quienes aunque al final levantaron el proyecto, pusieron la cara en los bancos y mantuvieron el parque durante dos años, se quedaron cortos planeando su sostenibilidad financiera, y por falta de herramientas tuvieron que resignarse a liquidarlo.
Nuevamente los flujos financieros fueron la estocada
Aunque los modelos bajo los que se concibieron Acualago y Corporación Panachi son muy parecidos, las razones por las que hoy están en crisis financiera son abismalmente diferentes.
El caso de Acualago no tiene que ver con presunta corrupción o manejos administrativos poco ortodoxos; sino con un desbalance financiero que se originó por dos razones: las demoras en el inicio de la construcción del proyecto, y la adquisición de unos créditos tan altos que dejaron sin liquidez al parque.
El primero se originó porque un exempleado de la empresa que antes operaba el parque recreacional se apropió de un pedazo del lote y no fue sino hasta que jueces fallaron en su contra que lo desocupó. Como ese proceso tardó casi dos años, todo el cronograma se retrasó, y mientras se cumplía, los costos de la mano de obra parada empezaron a aumentar, y los pagos a los bancos también, por lo que Acualago, sin operar empezó a pagar deudas.
Adicionalmente, con las demoras se empezaron a hacer más inversiones, se ampliaron las atracciones y se alargó la extensión de algunas construcciones, por lo que al final el proyecto pasó de valer alrededor de $18 mil millones, a $33 mil millones.
Con los números rojos de entrada en el balance, el parque entró a operar los primeros días de diciembre de 2014.
Aunque la expectativa de visitantes inició con el pie derecho, para finales de 2015 -un año después de la entrada en operación- se empezó a crear la alerta de que el parque tenía problemas financieros, porque aunque para ese entonces tenía una afluencia relativamente buena de visitantes (el primer año llegó a los 220 mil), el punto de equilibrio no se alcanzaba y los intereses de los bancos los empezaron a ahogar.
La situación continuó igual el año pasado, y aunque para noviembre ya había contabilizado 196 mil visitantes (La Silla no encontró la cifra consolidada con diciembre), número positivo teniendo en cuenta que falta la temporada de fin de año, decidieron pedirle a la Gobernación de Santander que interviniera porque la Corporación no tenía de dónde sacar recursos para ponerse al día y los proveedores a los que aún se les debe anunciaron demandas.
Las cuentas del parque actualmente están así: A los bancos les deben $15.200 millones ($12.600 a Bancolombia, $2.100 a Coopcentral, $541 millones al Banco Popular y $180 millones al Banco de Bogotá); y a los proveedores les deben $4.013 millones.
Es decir, redondeando la cifra hay $19 mil millones de saldo en rojo en Acualago.
Solo por las deudas financieras, el pago anual de intereses era de alrededor de $1.500 millones, por lo que Acualago aplicó para una ley de reestructuración financiera con el fin de lograr el flujo suficiente para ponerse al día; sin embargo, el tiempo no les alcanzó y en febrero de este año les embargaron las cuentas por demandas de los proveedores.
Si bien, los cacaos han dicho que la falta de apoyo público fue la que llevó a Acualago al cierre y eso en parte es cierto porque otra sería la historia si el impulso también hubiera venido de allá; el hecho de que el parque se haya quedado sin cierre financiero es en su mayoría responsabilidad de los promotores.
Por ejemplo, dentro de los cálculos no se tuvo en cuenta que los cambios de gobierno afectan el apoyo a proyectos, y que no se debió aumentar el costo del parque sin tener certeza del recaudo de la taquilla, que era a la larga, la garantía que los bancos tenían.
Hay algo que no cuadra en el turismo en Santander
Si hay un punto que deja en evidencia el episodio de Acualago, es que con el negocio del turismo hay algo que no funciona o no se está teniendo en cuenta en Santander.
A excepción del Parque Nacional del Chicamocha, que fue el primero que se creó en Santander, y que por su rentabilidad propició la creación de otros dos parques en la misma corporación -el Cerro del Santísimo y el Acuaparque del Chicamocha- e inspiró Acualago, a ningún proyecto le ha ido bien.
Si bien las circunstancias que rodean el fracaso de esos proyectos son diferentes y mientras que en la Corporación Panachi están investigando si la plata se perdió, porque como lo contó La Silla, se manejaba como una tienda, y en Acualago el cierre financiero no llegó; lo que tienen en común estos proyectos es que más allá de esas circunstancias jamás llegaron al punto de equilibrio de visitantes.
Mientras que en el Santísimo las visitas están muy por debajo de la proyección y por esa razón empezaron a cerrar restaurantes y locales comerciales y en el acuparque del chicamocha la historia es similar; en Acualago, aún con una afluencia relativamente buena, se quedaron por debajo de la expectativa.
Parte del problema puede estar en que como los planes terminan siendo muy costosos para una familia promedio, entre transporte, entradas y comida, no hay tanta afluencia como se espera; también podrían estar ligados a que una familia no suele repetir destinos, a que no a muchos turistas les gusta venir a Santander o a que la oferta no es tan interesante para los usuarios como para los promotores.
Sea cuál sea, lo que queda claro es que las proyecciones en Santander en términos turísticos no están funcionando y eso en momentos en los que el gobernador de Santander, Didier Tavera, quiere hacer el parque del Cacao, y que el alcalde de Floridablanca, Héctor Mantilla, está impulsando el parque del parapente, pone en entredicho la inversión.
El feeling entre empresarios y políticos se mantiene en sus mínimos
Si hay algo que en los últimos 20 años ha hecho carrera en Santander es que el de los políticos y el de los cacaos son círculos que rara vez se juntan y que las pocas veces que lo hacen las experiencias no siempre quedan para la posteridad.
El de Acualago es un ejemplo claro de cómo esas relaciones funcionan con sus mínimos de simpatía.
Aunque en el papel el socio estratégico del proyecto era la Gobernación de Santander, al final entre los cacaos quedó la sensación de que además de la inversión inicial, el sector público no se volvió a sentir.
La falta de interés se la atribuyen a que ningún mandatario quiere rescatar los proyectos de su antecesor y a que en esa medida Richard Aguilar, quien aunque sí terminó aportándole unos recursos al parque (se los entregó a Lotería de Santander, como la dueña del lote de Acalago), lo hizo más porque no le achacaran el fracaso de la obra que por su compromiso.
Según tres personas que estuvieron dentro de las directivas de Acualago, parte del compromiso del público era apoyar con convenios el acuaparque para hacer turismo social, algo que hubiera aumentado la taquilla, y eso nunca sucedió.
“Siempre hubo trabas y falta de atención como el proyecto no era político y no les servía para tener recomendados nunca pusieron atención”, le dijo a La Silla una de esas fuentes.
Eso sumado a que las Alcaldías jamás pusieron lo que les tocaba, y a que la Gobernación prefirió impulsar proyectos paralelos (otro acuaparque pero en Panachi y el Santísimo) dejó en evidencia que por lo menos políticamente no había interés de los mandatarios de turno de apoyar Acualago.
“Pero eso sí póngalos a posar en la foto y ahí si aparecen los políticos. Lo que pasó fue muestra de que el sector público no se compromete sino tienen un interés por satisfacer de por medio”, le dijo a La Silla Hermann Alfonso, exgerente de Acualago.
En el lado de la Gobernación, esta vez la de Didier Tavera, dicen que no estaban para adquirir deudas de los demás y que aunque intentaron lanzarle un salvavidas a Acualago tratando de negociar la deuda con Bancolombia (al que más le deben) a través del Idesan con el pago del 25 por ciento del valor que prestaron y la posibilidad de que el resto el banco lo registre como donación, finalmente no hubo acuerdo y eso se sale de sus manos.
Tavera sabe capitalizar las crisis de otros
La reunión del viernes de la asamblea de socios de Acualago, fue sorpresiva para los promotores del proyecto, y mostró que en las crisis el gobernador de Santander, Didier Tavera, es capaz de ver el lado bueno y sacar provecho.
Aunque días antes Tavera, como lo contó Vanguardia, le había dicho a directivos de Acualago que la opción era que la Lotería de Santander los ayudara a solventar deudas para desembargar las cuentas y que el parque continuara funcionando mientras lograban acogerse a la ley de reestructuración, finalmente esa propuesta ni siquiera llegó a oídos de la directora de la Lotería de Santander.
En su lugar, el viernes, según se lo confirmaron a La Silla dos fuentes que estuvieron dentro de la reunión, desde la Gobernación la posición fue que había que liquidar.
Como ya no hay cómo responder, los cacaos aceptaron y ahora están a la espera de contratar un agente liquidador con el fin de que se inicie formalmente ese proceso y se les informe a los bancos.
Sin embargo, en el caso de Acualago hay algo muy particular, como los activos son toboganes, bombas, redes y filtros, para un banco no son atractivos, y b.ajo esas circunstancias se abre la posibilidad de renegociar
Así que si en la liquidación Tavera logra acuerdos con los bancos, -ese es el plan del Gobernador según le dijo a La Silla una fuente de adentro de su administración- quedará como el salvador del proyecto y además se hará a un activo que quedará 100 por ciento en manos públicas.
“Lo que sigue es unirlo al holding del turismo que él está planteando y que quiere integrar con Panachi, el Santísimo y el Acuaparque del Chicamocha”, le dijo a La Silla esa fuente.
Mientras tanto la pregunta que queda es sobre el mantenimiento del parque debido a que el agua estancada puede convertirse en un riesgo para la salud pública y si desocupan las piscinas la infraestructura puede agrietarse. Así que si no quieren que nada se dañe tendrán que meterle plata, por lo menos, para asegurar que la obra no se convierta en un problema.